Las potencias, al enfrascarse en campañas bélicas buscan o deben buscar campañas de corta duración y de gran fuerza destructiva. Lo bueno si es breve, dos veces bueno, dijo Baltasar Gracian. Lo hacen con la excusa de la agresión inevitable. Son las blietzkrieg o guerras relámpago, estrategia alemana pero aplicada por el estado de Israel, cuando se enfrenta a un enemigo estratégicamente superior, o a una coalición de vecinos hostiles, como sucedió en la Guerra de los 6 días, en 1967. El joven estado de Israel, sin capacidad nuclear por entonces, debía atacar rápidamente, con todas las capacidades, en una guerra corta pero demoledora, a todos los enemigos que la rodeaban, amenazando con borrar de la faz de la tierra al Estado sionista, declarado el 26 de noviembre de 1947, por la ONU, y proclamado el 14 de mayo de 1948.

Efectivos militares de todas las armas, tanques, aviones, municiones, personal técnico y de salud, portaaviones, armamentos, tropas amigas, planificación estratégica y táctica, mapas, fotos satelitales y sistemas de posicionamiento global, drones de exploración o con carga letal, comunicaciones, logística y avituallamiento, en una palabra, proveerse de todo lo necesario para organizar apropiadamente el ataque.

La actual guerra de Rusia y Ucrania, por citar una, fue diseñada por la Rand Corporation, un tanque de pensamiento, “sin fines de lucro” pero financiado por el Ejército de Estados Unidos, en 2019. La OTAN se estuvo moviendo y colocándose a todo lo largo de la frontera sur, de la Federación Rusa, desde más de diez años antes, sin importar los cambios de gobierno, además de la instalación y fortalecimiento de nuevas bases militares en países fronterizos con Rusia, que habían sido repúblicas de la Unión soviética, como una provocación permanente.

Lo innegable es el hecho de que solo Dios sabe cuánto ha de durar una guerra. Quienes la impulsan no. Los estrategas de la guerra siempre se enfocan, con una especie de miopía recurrente, en los planes de ataque al inicio de la contienda bélica, pero dejan de lado las necesarias e imprevisibles estrategias de cierre, se salga triunfante o no. Lo cierto es que las guerras estallan y luego se intensifica la escalada y no se ve salida aparente, porque, en cuanto a las guerras impulsadas por los Estados Unidos en los últimos 50 años, no hubo interés de alcanzar una derrota formal y medianamente digna del enemigo, simplemente las tropas y coaliciones lideradas por Estados Unidos, van a aplastar, a destruir, a matar poblaciones, porque, desde las dos agresiones nucleares de Hiroshima y Nagasaki, con un Japón y Alemania, ya rendidos, la población, los ciudadanos, son blancos militares.

La salida de una guerra, sea corta o no, puede convertirse en un atolladero y una vergüenza para las naciones en conflicto, llevándose de paro su prestigio internacional.

En el inicio y manejo estratégico de la guerra, hay que prever rutas seguras de regreso a casa, bases amigas de países fronterizos para descargar personal y materiales, pistas de aterrizaje seguras,  vías de comunicación y medios de transporte, si hay evacuación de refugiados y prisioneros de guerra heridos o no, en fin, diseñar la forma y ruta de salida y prever opciones alternas y planes B ejecutables, dependiendo del curso que tomen los acontecimientos y de la voluntad política de los líderes.

Las campañas militares del siglo XXI son o deben ser ganadas en dos campos de batalla, el teatro de operaciones donde se va a matar y a morir y el espacio de los medios de comunicación de masas. La de Vietnam, en el siglo XX fue ganada por las tropas de Estados Unidos, debido a su superioridad tecnológica y económica, pero la perdieron vergonzosamente en los medios de comunicación y en la conciencia mundial, porque la guerra es una inversión ya que la paz no es rentable.

No debemos olvidar, el hecho de que las grandes potencias, nunca se enfrentan una contra la otra, ni tampoco pelean en sus territorios continentales, sino que se van a un tercer estado a dirimir sus diferencias, país que siempre queda destruido y peor, en todos los sentidos, de cómo estaba antes de la invasión de esos dos supuestos enemigos. Hay un hecho que casi nadie ve, y es que Ucrania esta siendo víctima de Estados Unidos, la OTAN, Bielorrusia y Rusia. Todos contra ella, todos acabando con ella. Ucrania es la real víctima de esta conflagración donde se juega, muy riesgosamente, el póker de la guerra nuclear de exterminio reciproco.

Las guerras cortas se caracterizan por la rapidez. Se necesitan al menos tres aspectos fundamentales en su organización, el primero es contar con un grupo o fuerza dotada de gran movilidad y capacidad de maniobra táctica, coordinación superior entre los comandantes de manera ágil y tercero la capacidad de hacer llegar órdenes de arriba hacia debajo de manera rápida y segura, todo esto unido a un gran poder de fuego y capacidad de aniquilación rápida del enemigo, toma de posiciones claves y estrategia coordinada, enfocada en lograr un final rápido y victorioso.

La primera guerra que el hombre vio en tiempo presente como si fuera una película y que por ello influyó seriamente en la mente colectiva y en la opinión pública, fue la guerra de Vietnam. De ahí en adelante, con el apoyo de las tecnologías de la información y las comunicaciones, las guerras son como una serie de NETFLIX, servida a toda hora y disponible para la comunicación de masas y la propaganda.

La generación actual, la que hoy tiene veinte o treinta años o más, estrenó su infancia con las imágenes televisivas del bombardeo de la coalición encabezada por los Estados Unidos a Irak en la campaña Libertad Duradera, de 1991. Esa campaña tuvo un final inesperado. Fue corta pero lució inconclusa, la gente y los estrategas esperaban que incluyera en su cierre la caída de Saldan Hussein, pero no fue así. La tarea quedó pendiente.

Robert Greene, en “Las 33 Estrategias de la Guerra”, Editorial Espasa, páginas 214 y siguientes, señala, que “muchos de los que practicaban una forma de guerra relámpago en el campo de batalla también la utilizaban con gran efecto en la vida cotidiana. Julio Cesar maestro de la velocidad y la sorpresa es un gran ejemplo. Cuando menos se esperaba, podía formar una alianza con el enemigo más acerbo de un Senador, obligándole a cambiar su oposición hacia él o arriesgarse a una peligrosa confrontación. De igual modo podría perdonar a un enemigo para ganar con ello a un aliado. “

Otra consideración en torno a las guerras cortas es el costo o recorte decidido del costo de las operaciones. Una guerra porque sea corta no necesariamente resultará económica. A veces lo que se quiere ahorrar es tiempo, no recursos, tomando en cuenta que la industria de la guerra es eso, una industria.

La salida de una guerra, sea corta o no, puede convertirse en un atolladero y una vergüenza para las naciones en conflicto, llevándose de paro su prestigio internacional. Lo preferible en materia de formulación de guerras es no asegurar que ésta será corta, es preferible esperar a ver el curso de los acontecimientos y cuál será la salida previsible del matadero.