No se trata de un juego de palabras. Los hechos más sorprendentes en la historia de la humanidad parecieron -y aparecieron- en algún momento episódico de su propio origen, envueltos en una especie de ficción apasionada de sus autores. Hoy son las cosas más reales sobre la tierra.

En mi artículo más reciente del pasado sábado en Acento, advertía los hechos que se producirían en Brasil. En menos de veinticuatro horas después, se producía en Brasil lo que escribió unas horas antes un simple mortal de un pequeño país del Caribe. Sabemos que las tradicionales potencias miran al Caribe con desprecio. La naturaleza de las potencias es esa. Las islas del Caribe también han resistido, resisten y resistirán por su libertad e independencia.

El mundo económico y político es cíclico y se recompone constantemente. Esto ocurre desde las alianzas estratégicas de la alta política hasta la resistencia y lucha de los pueblos por su libertad frente a sus dictadores, como también contra las agresiones imperiales perpetradas por las ambiciosas potencias de siglos.

En esa recomposición de fuerzas y crisis internas de las potencias, el mundo les cambia en sus propias narices, sin que ellas puedan maniobrar para ordenar que los hechos irreversibles de la historia se detengan. El dominio unipolar, por ejemplo, se convierte de pronto en un espacio multipolar, movido por intereses de todo tipo. En estas circunstancias, el poder de los poderes tradicionales entra en crisis.

Las potencias van de un continente a otro para hacer la guerra. Las próximas guerras tendrán que hacerlas en sus propios territorios cuando sus ciudadanos excluidos, explotados y afectados por la crisis interna del sistema, les pongan fin a sus propias sumisiones.

Las potencias no podrán entonces provocar y organizar guerra por delegación a través de un tercer país -como la guerra de Estados Unidos y Rusia por vía de Ucrania-, pues no tendrán posibilidades para combatir en otros frentes externos. Los problemas domésticos serán más que suficientes.

Las guerras futuras de los excluidos en sus propias naciones, en el futuro, serán contra las propias potencias y se convertirán en grandes acontecimientos de luchas civiles en el mismo corazón de los países poderosos.