Pentecostés es una palabra que viene del griego “pentekosté” y a nivel religioso es referente de las festividades que se realizan en el quincuagésimo día después de pascua, que es el domingo después de Resurrección, poniéndole fin al tiempo pascual dentro de los rituales oficiales de la liturgia de la iglesia católica.
Por eso, cincuenta días después de la pascua es Pentecostés o del Espíritu Santo. De acuerdo con la Biblia y la tradición católica, cuando estaban reunidos los discípulos de Jesús después de la crucificación, entre sonidos y luces llegadas del cielo, al descender en forma de paloma todos se quedaron llenos del Espíritu Santo, el cual es identificado como la tercera persona de la Santísima Trinidad.
Pentecostes en Villa Mella.
Debido a su trascendencia y significado la exaltación del Espíritu Santo por parte de la iglesia católica en su liturgia oficial se convirtió en una de las festividades más importantes a nivel occidental. De acuerdo con el Calendario Gregoriano su festividad es una fiesta móvil que se celebra siete semanas después de Semana Santa, la cual corresponde a la última semana de mayo y/o la primera semana de junio.
A nivel del pueblo hay una recreación festiva particular dentro de la religiosidad popular donde se integran las alabanzas, los rezos, la algarabía, las promesas, los cantos, los bailes, los atabales, las esperanzas y el complejo musical Congo, en diversos lugares del país. Hay celebraciones especiales en Cevicos y Cotuí, en la Provincia de Sánchez Ramírez, en Los Cacaos, Provincias de Samaná, en Bánica, Provincia de Comendador, en los Mina y la Victoria Provincia de Santo Domingo, en el Pomier, Provincia de San Cristóbal y en El Batey, Provincia d Barahona. Veamos tres ejemplos:
La Cofradía del Espíritu Santo en Cotuí, en opinión del antropólogo José Guerrero es la más antigua de América, expresión sincretizada con los rituales religiosos católicos y recreada por los esclavizados africanos de diversas étnicas, con una significativa presencia Conga en la mina de oro desde el periodo colonial, los cuales se fueron integrando, formando los barrios populares de Cotuí, donde en ocasiones, antes de que saliera el sol, amanecían al son de atabales.
En ese proceso de formación de la cofradía, las festividades estaban dedicadas al Espíritu Santo, pero en el proceso de fusiones se originó subliminalmente un sincretismo, además del contenido católico, con las dimensiones de Changó como deidad de acuerdo con Martha Ellen Davis, ya que la presencia de la paloma como símbolo del Espíritu Santo está identificada con los colores rojo y blanco de San Juan Bautista, durante la colonización el santo de lo esclavos.
Como herencia africana, además, la procesión que va por las calles de Cotuí, va presidida por un séquito real imaginario con un Rey, Reina, príncipes y princesas, con creyentes que llevan andas con simbolizaciones religiosas, la paloma como identificación del Espíritu Santo, con banderolas de colores, rojas y blancas, que saludan al viento y atabales que conectan las galaxias con los cantos sagrados, donde danzan las deidades a su antojo y sin sonrojo.
Como expresión hatera, tal como ocurre en Bayaguana, Higüey, Hato Mayor y San Juan, los jinetes llenan las calles con caballos amaestrados como símbolos de ofrenda al Espíritu Santo en la plenitud de pentecostés. Esta visión se ampliaría con la tesis de grado de Wampa no publicada.
En un momento del periodo colonial, en contra de la voluntad de los franceses, negros cimarrones pasaban clandestinamente al lado español donde se le pagaba con la libertad vigilada. Los Mina fue resultado de ese proceso y de este poblado estos esclavizado libertarios se distribuyeron en Mendoza, Mandinga, la Victoria y Villa Mella. Aunque en el poblado original los Mina era la etnia dominante en Villa Mella los Congos jugaron un papel determinante en su formación cultural donde se distingue el culto a los antepasados y a los difuntos, con un ritmo musical e instrumentos musicales que solo existen en ese lugar: Congo mayor, conguito, canoíta y maracas.
La muerte y los muertos están presentes en la vida cotidiana con permanentes celebraciones, que implican recuerdos, llanto, tristeza y música, en un proceso espiritual y cultural de relación permanente entre los difuntos, convertidos en ancestros, con los vivos y viceversa, donde sobresalen rituales y ceremonias particulares al cumplirse los nueve días de la muerte, al año, con un “Cabo de Año” y un “Banco” cada vez que el difunto o los vivos lo necesiten.
Se prepara al aire libre un altar, “túmulo”, con papeles de colores y una fotografía del difunto, presente en estas ceremonias, ambientadas con música conga, rezos, llantos, complementada con una rica gastronomía particular donde reina el chicharrón con cazabe, el bobote, la hojaldra y al concluir los rituales se le pega fuego al altar en simbolización de purificación y eternidad.
El 30 de mayo, día de pentecostés, del poblado de Mata los Indios, presidida por un Rey y una Reina, príncipes y princesas sale una procesión para la iglesia de Villa Mella, llena de banderolas, cantos, música Conga y después de una ceremonia salen de la iglesia y frente a ella se sigue tocando, cantando y bailando, en exaltación espiritual y sensación religiosa de afianzamiento y orgullo de su identidad afrodescendiente.
En esos momentos, en la comunidad del Batey, en San Juan de la Maguana, hay celebraciones en honor del día de pentecostés, en un Espíritu Santo sincretizado en San Juan Bautista-niño, vestido de rojo con blanco, mientras suenan los palos, las salves, los panderos, el balsié, y repica la güira sin descanso, con rezos, algarabías y cantos.
Estas tres expresiones afrodescendientes, son parte de la religiosidad popular dominicana, testimonios de identidad, patrimonios nacionales, con excepción de los Congos de Villa Mella que han trascendido al mundo al integrarse al listado oficial de la UNESCO, como “patrimonio oral intangible de la humanidad”. ¡Revalorizarlos es obligación de la nación y de todos nosotros!