La elección presidencial mexicana de 2012 abrió un debate sobre la influencia que tienen las encuestas en el electorado y la regulación a que deberían sujetarse debido a sus errores. Los errores en que incurren las encuestas son frecuentes. Se argumenta que la regulación de las encuestas debería ser limitada y con el único objetivo de minimizar el riesgo de que circule información falsa en el espacio público.

 

En Chile, el triunfo de Sebastián Sichel y Gabriel Boric en las elecciones primarias corroboró que los instrumentos de medición de opinión pública perdieron su brújula. El resultado de las elecciones primarias chilenas trajo de vuelta la discusión sobre la calidad y la precisión de los estudios de opinión pública que miden la intención de voto de los ciudadanos. Durante meses las encuestas decían que los dos grandes favoritos eran Daniel Jadue y Joaquín Lavín en sus respectivas primarias, sin embargo, el día de la elección vimos cómo llegaron en segundo lugar y a larga distancia de los ganadores.

 

En Los Estados Unidos, los encuestadores pensaron que habían aprendido de los errores de 2016. La subestimación sistemática del apoyo con el que contaba el presidente Trump fue muy parecido al error de las encuestas de hace cuatro años y que tal vez termine por superarla.

Después de 2016, los encuestadores llegaron a explicaciones plausibles sobre por qué los sondeos subestimaron sistemáticamente a Trump en los Estados claves. Una de ellas fue que las encuestas estatales no ponderaron adecuadamente a los participantes sin grado universitario. Otra fue que había factores más allá del alcance de los sondeos, como la gran cantidad de votantes indecisos que parecieron decantarse abruptamente por Trump en la recta final.

 

Recientemente, en las reñidas elecciones celebradas en Argentina, en la primera vuelta presidencial, lo mínimo que se esperaba de las encuestas es que proporcionaran respuestas claras a las interrogantes fundamentales. En este caso, se planteaban dos cuestiones esenciales: si un candidato lograría ganar la presidencia en la primera instancia, evitando una segunda vuelta, y derivado de ello, en caso de requerirse un segundo round, ¿qué contendientes avanzarían? Las encuestas, en su mayoría, acertaron al anticipar que serían Javier Milei, representando a la derecha, y Sergio Massa, por la izquierda, quienes competirían en una eventual segunda vuelta. No obstante, pese a este acierto, la valoración posterior general ha venido a cuestionar la precisión de las encuestas. La razón principal es que la mayoría de las predicciones señalaban a Milei como el favorito, pero finalmente fue Sergio Massa quien lideró la contienda.

 

Sin dudas las imprecisiones de los resultados de las encuestas versus los resultados electorales son cada vez más frecuentes en todos los países y, en nuestra opinión, esto obedece a varios factores, entre estos, que estos estudios son incapaces de medir con la exactitud necesaria para poder hacer un pronóstico acertado. Coincido en parte con el columnista  chileno, Andrés Scherman, en cuanto a:  ¨la imposibilidad de medir la verdadera y definitiva intención del voto a más de 15 días de las elecciones, pues el volumen de indeciso suele definir su voto en los últimos días y, la participación del segmento electoral más joven, que se caracteriza -entre otras cosas- por ser reacio a participar de los ejercicios de medición e incluso reacio a participar en política, pero que el día de las elecciones se ocupa y vota¨; pero adicionalmente yo le agrego que en los últimos tiempos, las encuestas han pasado a ser un elemento que pretende generar percepción y en este sentido, llueven las formas de manipular sus resultados, en busca de favorecer a uno u otro candidato.

 

En nuestro país, donde la mayoría de las encuestas muestran cifras y porcentajes extremadamente distintos, entre una y otra encuesta, la población descalifica estos estudios, incluso descalifican a las que en su momento gozaron de alguna credibilidad, pero que hoy en día, por razones desconocidas e incluso sospechosas no se publican en el mismo y prestigioso medio en el que se publicaban.