Cuando valoramos el itinerario histórico de las elecciones criollas nos preguntamos: ¿Han servido para el regocijo económico y social de los dominicanos? La respuesta es muy compleja, en ciertos estadios estos procesos por lo menos dictaminaron avances políticos positivos, pero en una mayoría de los casos se ha impuesto la manipulación a cargo de gobernantes inescrupulosos con el objetivo de mantenerse en el poder aunque sea de manera atropellada, por encima de la voluntad de la mayoría de los ciudadanos.
El distinguido historiador Julio Genaro Campillo Pérez, en su magnífico libro sobre las elecciones dominicanas, acotó que decidió escribir su obra porque: […] tales hechos han tenido muy poco eco en nuestros libros de historia, que apenas le dedican unas cuantas líneas, seguramente por el desencanto que provoca el relatar las incidencias que han rodeado a la mayor parte de ellos”. (Julio G. Campillo Pérez. Elecciones dominicanas (contribución a su estudio). Academia Dominicana de la Historia. Segunda edición. Santo Domingo, 1978. pp. 15-16).
Esas incidencias electorales provocadoras del desencanto de historiadores criollos de todas las épocas, son notables y de una u otra manera han dejado una vertiente genética en nuestra clase gobernante que entiende las elecciones son puro teatro, como diría la cantante cubana La Lupe.
La historia no miente, es el almacén de la verdad, todo está allí partiendo desde Pedro Santana y Buenaventura Báez, quienes, pese a su pugilato perenne, siempre coincidieron en convocar elecciones cuidándose que el pueblo llano no tuviera acceso a los comicios, solo destinado para los propietarios de bienes raíces que les garantizaban una perniciosa continuidad. Luego Lilís interrumpió la democracia electoral que trataban de imponer los azules con Luperón a la cabeza, cometiendo un grosero fraude electoral que condujo a la revolución de Moya, que aplastó. Luego el tirano ufano de su triunfo liquidó todo atisbo electoral, implantando sus famosos “colegios electorales” que solo lo reelegían a él.
En el siglo siguiente las ardientes disputas entre bolos, coludos y colituertos, impusieron el escrutinio de las balas por encima del voto popular, en los llamados tiempos de Concho Primo. Epoca que llegó a inspirar el famoso cuento de Víctor de Castro, cuando un ciudadano sencillo tenía esperanzas con la entrada a la ciudad de los vencedores en una de las contiendas armadas, al ver a los cabecillas del grupo, frustrado le grito a su esposa “¡Ay mujer, mujer! ¡Son los mesmos!…”. (Emilio Rodríguez Demorizi. Cuentos de política criolla. Colección Pensamiento Dominicano. Santo Domingo, 1963. p. 130).
Para luego volver Horacio Vásquez enceguecido con la jicotea presidencial, pretendiendo perpetuarse en el poder con mecanismos electorales amañados como la famosa “prolongación”, creo las condiciones para que entrara el mar si él no era presidente como proclamaban sus seguidores, pero soslayaron que las oleadas traerían un maremoto llamado Trujillo.
¿De Trujillo que se puede decir? Las tristemente célebres “Revistas Cívicas”, como introducción a la soberbia electoral que se impuso por tres décadas caracterizadas por un festival de farsas electorales cada cuatro años, con el Partido Dominicano y su palmita a la cabeza. “Elecciones” aún celebradas por ciertas feministas.
En todo este espacio brillan las elecciones de 1962 entre dos grandes candidatos en la lucha contra la tiranía, triunfó el profesor Juan Bosch, pero la maledicencia política cercenó esa esperanza de libertad, hasta que el pueblo junto a militares democráticos se lanzó a las calles ante el llamado de Peña Gómez para el retorno a la Constitucionalidad el 24 de abril de 1965, movimiento tronchado por la ocupación militar extranjera.
De nuevo regresaron las tóxicas andadas electorales del trujillismo en su versión balaguerista, colocándoles banderas coloradas a los fusiles de los guardias para que todos entendieran que ellos continuarían en la “silla de alfileres”, a las buenas o las malas. En este apartado de la historia contemporánea debo detenerme para puntualizar aquellos peligrosos instantes, que fueron enfrentados con valor por lideres como Peña Gómez, Juan Bosch, Maximiliano Gómez (El Moreno), Otto Morales, Amin Abel y otros, convocando a las masivas abstenciones electorales que se realizaron de manera militante.
Para la ocasión no solo se conformaban en incurrir en fraudes electorales con las boletas separadas, sino contrarrestar el enorme ausentismo en las urnas mancilladas reprimiendo a los abstencionistas.
Aprovechando que las cédulas eran de papel y se introducían en envoltorios plásticos, a los votantes se les colaba un sellito que decía “votó”, entonces la policía hacía grandes redadas para apresar a todo aquel que no tenía el sellito de “votó”. Para neutralizar esta vulgar represión, centenares de dominicanos creamos “mesas electorales” clandestinas, para ponerle el sellito a los ciudadanos sin que acudieran a las mesas electorales fraudulentas. La jefatura política opositora se las ingeniaban para conseguir un sellito de los usados en las mesas balagueristas, replicarlo en múltiples copias y rápidamente distribuirlo en el país el mismo día de las farsas electorales.
En mi barrio de Villa Francisca, Yo tenía mi mesa clandestina en mi domicilio de la antigua Félix María Ruiz (Avenida México) esquina Jacinto de la Concha, los hermanos Iván y Danilo Rodríguez tenían una en la Juana Saltitopa esquina Caracas, Cesar Lenderbor dirigía otra en la Enriquillo, este último era quien conseguía el sellito. Esto ocurría a nivel nacional para evitar la represión ante las redades policiales para verificar el sellito electoral, aunque no contabilizamos las cédulas nuestras mesas tenían más votantes que las mesas balagueristas.
Luego con relativas mejores condiciones de seguridad política se impuso la candidatura de don Antonio Guzmán, aunque hasta el último momento se hicieron maniobras dolosas para impedir su ascenso, entre ellas paralizar el conteo de los votos y luego el famoso gacetazo, para robarle cuatro senadores al nuevo régimen e impedir el control del Senado y que no se lograra imponer una justicia que encerrara a los corruptos, que eran una especie muy prolija en el régimen de los doce años, hasta el extremo que Balaguer declaró que la corrupción solo se detenía en la puerta de su despacho.
Pero la mendacidad no descansa, y en las nuevas elecciones se le hizo un tumbe electoral a Jacobo Majluta y regresó el hombre de los “doce años”, que siguiendo su librito también se impuso de modo espurio en los dos comicios siguientes a Juan Bosch y Peña Gómez, respectivamente.
Ya libre del heredero de Trujillo, llegan al poder los bandos que se han alternado durante las tres últimas décadas, la brutal represión política ha desaparecido, aunque siempre están presentes señales negativas como la ley del DNI que no acaban de derogar. Además se han realizado importantes obras de infraestructura. A rasgos generales la situación en el ámbito político ha sido diferente, no obstante en el económico social no se han logrado metas esenciales para el bienestar de la mayoría de los dominicanos.
Todos estos gobiernos han alardeado del crecimiento económico, llegando a establecer que somos la séptima economía de la región. Es posible que sea cierto, pero ese crecimiento económico no es proporcional con la distribución de la riqueza, porque en estas tres décadas no hemos tenido avances significativos en ese sentido.
En países como el nuestro lo importante es garantizarle a los sectores de menos recursos un empleo digno, y aquí siempre ha sido alarmante la tasa de desempleo, de ahí las migraciones permanentes a través del Canal de la Mona y por vías legales de muchos ciudadanos que han perdido la esperanza de poder ganarse el pan de cada día de manera decente en su propio país.
Es cierto que hay un déficit ocupacional, creado por los propios partidos del sistema, que no solo soslayan la formación de fuentes de trabajo, sino que las múltiples empresas del Estado (fruto de la confiscación de los bienes de Trujillo) como las empresas de Corde y del Consejo Estatal del Azúcar fueron clausuradas y otras privatizadas como las eléctricas, alegando que el Estado no eran buen administrador. Aquí tenemos pueblos que quedaron desamparados con esa odiosa medida, pues dependían de una que otra fábrica de las cerradas.
Mientras se cesaban las empresas que pudieron ser el punto de arrancada hacia la industrialización, se ha privilegiado la política de repartir limosnas de Estado, que es un gran aliado del clientelismo político, de ahí aquello de los famosos planes sociales, las tarjetas primero solidaridad, ahora supérate, ambas caricaturas del welfare de Estados Unidos. Entregando migajas, que no van a resolver la miseria en que estas personas viven, pero que siembra la idea de sobrevivir con esos chelitos que reciben de los gobiernos, sin necesidad de trabajar.
De esto se desprende que la alharaca electoral de los partidos tradicionales que se disputan el control estatal está centrada en promesas y más promesas que generalmente quedan incumplidas, desde hace tiempo nos vienen hablando de convertir este país en un New York chiquito, otros que se acabó la pobreza (todavía quedan pobres vivos y muchos) y que todo se resolverá con una alianza pública-privada.
En otra esfera las fuerzas progresistas no terminan de entender que deben organizar un polo de verdadera oposición con opción de poder como ha ocurrido en otras latitudes. Una parte insiste en un abstencionismo injustificado en estos instantes, otros acuden divididos, con escasas perspectiva ante la arrolladora campaña electoral de los partidos tradicionales. De manera indudable estos sectores presentan candidatos idóneos, con una hoja de vida intachables, caracterizada por sus servicios desinteresados al país, son muchos candidatos que en ese sector reúnen esas cualidades entre ellos: Dionisio Rodríguez Restituyo del Frente Amplio. De Patria Para Todos: Fulgencio Severino, Senén Caba, Freddy Ferreras y otros de ambos grupos que sería prolijo mencionar.
No obstante el pleito electoral está casao para el domingo 19, será otra página de la historia electoral dominicana. Esperamos, aunque sin muchas esperanzas que no sea más de lo mismo.