Vivimos tiempos inciertos. Su presente está en veremos. Seguimos creyendo que el mismo dependerá de este o aquel sujeto. Como si la voluntad de uno, bien encumbrado, fuera la de todos.

Lamentablemente, la cosa -“die Sache”, decía un metafísico del siglo pasado-, no es tan simplista. Solemos soslayar u olvidar que, en el reino de este mundo, no ya el de Carpentier, sino el nuestro, el trigo y la cizaña son inseparables. Son discernibles, sí; pero extirpables, no.

Por ende, algunas claves de lectura. Son todas de envergadura hermenéutica. No significan verdades ni mentiras, por aquello de que ‘todo es según el color del cristal con que se mira’. En el espacio y el tiempo, esas claves están al alcance de nuestro prisma de lectura antillana. Además, ayudan a comprender qué acontece a nuestro alrededor.

Así, pues, evaluemos la actualidad de nuestra civilización, desde la clave filosófica, como principio y fundamento de todas, pasando por la social y la tecnológica, hasta llegar a la histórica.

  1. La clave filosófica. La Inteligencia Artificial -IA- domina nuestros días, pero es incapaz de agotarlos. Nosotros, al igual que ellos, somos más que inteligencia y muchísimo más que su propia artificialidad. Eso así, dado que el género humano es el único ser -viviente o no- dotado de imaginación. Gracias a esta singularidad, solo él se alza cada día sobre todo lo que es, lo recompone en mientes e imagina o ve, basado en lo que es realidad, lo que deviene ser.

De ahí la singular grandeza y capacidad de adaptación de todos los humanos, por ideal o brutal que sea la simple realidad en la que seguimos utilizando datos, informaciones, análisis, estudios y muchas lecciones extraídas de la experiencia y de la IA. En fin, sin imaginación, el ser humano carecería del futuro que -hasta prueba en contrario- le corresponde.

  1. La clave migratoria. Desde tiempos prehistóricos, los flujos migratorios son consubstanciales al bípedo sin plumas, caracterizado por Aristóteles como animal dotado de logos. Ahora bien, lo decisivo de su transitividad geográfica, biológica y cultural, es que la gran mayoría de los países relativamente hablando más desarrollados, hoy día, deben buena parte de su éxito a las contribuciones de los trabajadores migrantes. Y, por vía de consecuencia, el creciente sentimiento en contra del inmigrante, en particular si se halla en condiciones irregulares, amenaza con restringir la migración, pone en peligro a los países receptores que dependen de la mano de obra extranjera y, también, a las economías familiares y de países en desarrollo que se benefician de las remesas que impulsan su mejoría económica.
  1. La clave social. La pobreza y la desigualdad en el seno de ninguna nación se combate de manera eficiente con promesas incumplidas, ni subsidiándola con bonos, dádivas y otros remiendos. La artimaña de sacar empobrecidos del saco de la pobreza, aumentando la cuenta de subsidios inmerecidos y/o innecesarios, aumenta la decepción y la frustración en los electores contemporáneos. Tanto en los que no superan sus necesidades, como en los que no satisfacen sus expectativas.
  1. La clave ideológica. El populismo ideológico, independientemente del color con que se revista o del brazo con el que firme lo afirmado, depende siempre del engaño y la inexactitud. Brindar respuestas fáciles y pregonar confianza no es un remedio seguro para desmovilizar a la ciudadanía y entretenerla con certeza y tranquilidad.
  1. La clave tecnológica. A juzgar por el paradigma actual de la industria tecnológica, no es descartable proyectar el peor de los mundos posibles: uno en el que no materialice el potencial transformador de la IA, pero sí todo el desplazamiento de mano de obra, la desinformación, la vigilancia y la manipulación que es capaz de sustentar.

A pesar de esa previsión, no es demasiado tarde para asumir un cambio de ruta y optar por una más sostenible, desde el punto de vista medioambiental, y solidaria, en términos humanos y de civilización. Y, todo eso, de conformidad con una agenda adoptada para normar y conducir las relaciones sociales de los unos y de los otros, en un mismo espacio geográfico y tiempo histórico.

  1. La clave democrática. El publicitado retroceso democrático contrasta con el auge de regímenes autoritarios. Esos que supuestamente -con menos malabarismos legales e institucionales, pero con más prácticas efectivas- son capaces de “delivery” o de satisfacer a una ciudadanía cada día más expectante y frustrada por sus bajos salarios y ausencia de oportunidades.
  1. La clave histórica. La respectiva hegemonía de potencias mundiales -ensimismadas en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y/o en grupos de números reducidos o en agrupaciones contendientes- están en plena transición. De ahí se sigue que, en el vasto mundo percibido desde el lar antillano, no se puede confiar en el paraguas de seguridad de una u otra potencia tradicional o de alguna de las ascendentes, en lo que se refiere a la organización de su civilidad, modo de reproducción o marco de referencia axiológica.
  1. La clave geopolítica. En tiempos de ansia e indefinición transitoria, la geopolítica de los más diversos Estados nacionales y sus asociaciones están por redefinirse. En mientes queda si sus relaciones fraguarán, en las alianzas, un aval; o, por el contrario, en el vasallaje, un pasivo.
  1. La clave educativa. La vida moderna está condicionada por esta cuestión: ¿qué viene primero, el huevo o la gallina? Resulta ser que, al menos en nuestro lar y zonas aledañas, no se valora la ciencia, tampoco la tecnología y menos el estudio, la disciplina o la lectura, ocupaciones estas últimas que carecen de pedagogos y dolientes. Por eso no extraña, por ejemplo, que se cuente con potencialidad para la agricultura o la minería, empero, no con la tecnología ni con los recursos humanos aptos para el manejo de ellas.

Así, pues, ¿por dónde comenzar a desembrollar aquella cuestión? Al igual que antes del huevo o la gallina, estuvo su creador, con antelación a dicha valoración social y su consecuente generación de ciencia y tecnología, está la decisión política de toda una sociedad en aras de la educación que es la única que forma pedagogos e investigadores, como vía indispensable de superar entidades de educación condenadas por falta de aprecio y de recursos, a alfabetizar a cierta edad y, a otra, a preparar profesionales, sin más.

Por consiguiente, la clave de la cuestión termina siendo si se sale o no de ese cascarón institucional desde el cual las mejores oportunidades permanecen en la oscuridad, lejos de la vista de todos, en general.

En resumidas cuentas, entramos formal e institucionalmente en un período de aguas revueltas. Más que la hora de los amantes del fascismo, llega la hora de los sembradores de ilusiones y de caos.

Por supuesto, en razón de los cristales coloreados y del prisma ya mencionados, es menester una salvedad final. Aun cuando ninguna de las Antillas ha demostrado ser experta en pescar en ríos revueltos, -solo en prestarles cuerpo y, más recientemente, en exhibirlos en una dimensión industrial, aunque sin chimeneas-, el próximo caos brinda una oportunidad sin igual al surgimiento de mejores y más justas respuestas. Esas soluciones, en tanto que restringidas al asalto político, económico e institucional que sellan los autodenominados regentes del reino de este mundo, permanecen inimaginables, encerradas dentro del susodicho cascarón. Y, por eso, en el ínterin de su rompimiento, mientras solo se oye en su interior el crujir de dientes y la fuga de sus talentos, constataremos por fin de qué arcilla estamos hechos todos, los unos, los otros y los de más allá.