Porque: “Todas las desgracias de los hombres provienen de no hablar claro”
Los hombres superficiales creen en la suerte y las circunstancias. Los fuertes creen en las causas y sus efectos. Ford.
Expresó Arthur Wellesley, más conocido como el Duque de Wellington, refiriéndose a la batalla de Waterloo como parte de las llamadas guerras Napoleónicas, que: “No hay nada tan terrible como una batalla…, excepto, una batalla perdida”. Esto a colación de si alguna vez, los esfuerzos por tratar de cambiar el mal funcionamiento del hasta ahora mejor sistema de gobierno, conocido como Democracia, de alguna manera valdrá la pena o será de algún modo útil, en tanto hombres sin principios y eternos generadores de engaños, hacen leyes, y escriben todo con el fin de justificar los errores que son pagados por los más débiles en todo el sentido de la palabra. Reitero… Esto, ¿servirá de algo?
La cuestión es que ya no sé cómo explicar a los que han y poseen mando, lo profundo que cala dentro de cualquier organización militar o policial, el entrenamiento y la profesionalidad de sus miembros y, de manera radical, en sus comportamientos y eficiencia en el desempeño de sus labores, cualesquiera que esta sea. Pero, nada ha valido, lo vacuo y todo aquello que hoy se designa como “pantalleo” es lo primordial y que, junto al ego personal, no permite ver la luz al final del túnel.
Cada día vemos como una prometedora vida, pasa al bando del tigueraje, del vandalismo o la degradación de la moral en las féminas, debido a la influencia que estas modalidades en el comportamiento, principalmente en los barrios marginales, ejercen sobre los buenos principios de vida e inclusive, hasta las autoridades que se estacionan en esos “Puestos y Destacamentos” pasan a formar parte de aquellos a quienes deberían de combatir.
Y, muy a pesar de ver lo obsoleto y absurdo de estas estructuras, debido al paso del tiempo y el cambio en las amenazas, donde ya no estamos en medio de una dictadura que necesitaba, para sostenerse en el poder, mantener un control de la población, sus recursos y desplazamientos y que todavía hoy, por tozudez o falsos protagonismos, en vez de concentrar los recursos para expandir esa fuerza, prefieren diseminarla cual si fuese una granada fragmentaria.
Porque en este escenario se unen las irresponsabilidades de comandantes y políticos, ya que todo tiende a desempeñarse en base a soluciones de compromisos políticos tratando de ponerle un puesto o destacamento a cada barrio o urbanización y de continuar así, de nada valdrá esta cantaleta si no quieren comprender que siempre y solo siempre que sean capaces de imponer el ritmo que deben bailar las bandas y el tigueraje, solo así habrá seguridad ciudadana por encima de ya saber que la verdad procesal va por un camino diferente a la verdad real, ¿se entiende?
Ya el bandolerismo haitiano no puede ocultarse, el peligro es inminente y no pasarán décadas antes del descalabro total. Sutil, pero continuo ha sido el proceso de penetración; negocios hasta de primera clase; construcción y agricultura, mientras, son contadas las voces que clamen por medidas que regulen esta situación, teniendo que recordarles a muchos, que la ilegalidad no genera legalidad, pero, al parecer, no contamos con ningún “honorable” que proponga algo decente y es que hasta ahora, solo hemos cometido algo peor que un crimen en masa, un espectáculo para acallar a interesados espectadores y organizaciones internacionales. No más, no menos. ¡Sí señor!