Las aves son de los animales vertebrados que más abundan en la tierra. Alrededor de 10,000 especies y millones de individuos pueblan la Tierra; la conservación y equilibrio de sus poblaciones son garantes de la vida en el planeta.

Pero las aves no se protegerán sólo con reclamos e imperativos, sino con políticas y acciones pertinentes, que contribuyan con la conservación de  los bosques y los ecosistemas de humedales costeros y marinos, así como continentales, donde están las condiciones adecuadas que garantizan la existencia de las mismas.

No significa que no se puedan tocar los bosques, los humedales ni las aves, al contrario, se pueden aprovechar para beneficio de la vida humana, para el bien común, pero sin sacrificar su rol natural con la sociedad.

El llamado valor total de los humedales está dado por la propia ecología de ellos en materia de diversidad biológica, lo endémico y la capacidad de renovación, los valores socioculturales del paisaje, la recreación y la identidad cultura, así como la generación de empleo e ingresos para los pueblos locales, mediante la pesca, el turismo y el suministro de agua para la producción agropecuaria.

Es importante señalar que el manejo inadecuado de los recursos naturales  en busca de un “bienestar” para la sociedad, contribuye con su fragmentación y nos conduce a un “callejón sin salida”, porque rompemos el orden natural de “las cosas” a las que nos debemos como seres societales. El mundo natural ha surgido y evolucionado con y sin los seres humanos, al contrario, nos debemos a su historial natural; conocerlo y  quererlo es lo ético para cuidarlo.

La patria ha ido perdiendo sus humedales desde su nacimiento y, aunque hay que reconocer un despertar entre la gente por estos ecosistemas, y el propio Estado, que a pesar de los yerros, no es el mismo, por lo que debemos remover la casa, y evitar alterar el entorno a nuestro antojo haciendo lo que se nos da la gana por un beneficio particular, porque como colectividad podemos perder la libertad de satisfacer necesidades básicas del agua y la alimentación.

Por eso al manejo de nuestros humedales hay que darle el tratamiento requerido; y a los economistas, sociólogos, antropólogos, forestales, agrónomos, funcionarios tomadores de decisiones y otros expertos, que tracen directrices de acuerdo a las necesidades conservacionistas de los trabajos que llevan a cabo para el desarrollo.

Europa y Estados Unidos, 200 años atrás no oyeron las voces ¡qué la tuvieron! en defensa de sus recursos naturales, afortunadamente han tenido en el último siglo la voluntad política y todos los recursos del mundo para recuperar parte de lo perdido.

Otro planteamiento que resulta interesante es la posibilidad de incluir  en la educación formal el tratamiento de las aves como materia extracurricular en todos los niveles de nuestro sistema educativo, para que no se vean a las aves como los “pájaros del monte, sin dueño” y a los humedales como “agua estancada, sucia y llena de mosquitos” y otras “plagas”, porque su rol en la estabilidad medioambiental, social y económica de las naciones es fundamental.

La ornitología (Tratamiento científico de las aves silvestres) debe ser parte del desarrollo del país, no puede existir proyecto de desarrollo (los que requieran) sin el trabajo de los ornitólogos, no solo en sus inicios para una simple verificación del cumplimiento ambiental, sino que deben ser parte garante de los  indicadores de la calidad ambiental, como ya han hecho muchas empresas que le dan tratamiento más que mínimo, en sus indicadores en la materia.

Las aves son parte de la vida y debemos verlas metodológicamente como parte de un todo que está relacionado. Este tratamiento científico nos permitirá tener claridad sobre los fenómenos naturales que observamos en este pequeño e infinito planeta tierra, y en especial en nuestra pequeña isla.

Es evidente que un número muy alto de las actividades lúdicas del ser humano están asociadas a la naturaleza con el agua y, en especial, a los humedales. “Aunque no te bebas el agua ni puedas bañarte, tan solo estar aquí, es motivo para pagar eso…”. Así me hablaba un campesino haciendo referencia al precio que encontramos excesivo por un pescado de agua dulce, que consumismo en uno de los tantos negocios que se encuentran en las cercanías de los lagos de nuestras presas.

La gastronomía asociada a las aguas interiores, sean estas artificiales o naturales, están dando a demostrar la importancia de los humedales para el turismo. No sólo por los restaurantes, que se encuentran con vistas a las presas (humedales artificiales) y lagunas en República Dominicana, como en cualquier parte del mundo, sino el aumento inverosímil, junto a otros factores, de la plusvalía de los terrenos; por eso la expresión “es caro porque desde aquí usted ve el lago…” se ha hecho común escucharla cuando estamos ante terreno con  el preciado recurso de los humedales.

Humedales de Montecristi y Líneas Noroeste

Los humedales de Montecristi y La línea Noroeste, registrado con el número 2,497 en el mundo, es el más grande de los sitios Ramsar de  la República Dominicana, declarado como tales en el año 2022, con una extensión de 843 km cuadrados; abarcan, además de terrenos no protegidos que lo pasan a ser por la convención Ramsar, un conjunto de áreas nacionales protegidas con las categorías de Parque Nacionales (PN) y Refugios de Vida Silvestre (RVS), distribuidas en tres provincias: Montecristi, Dajabón y Puerto Plata, según dice la ficha técnica para la declaración como Sitio Ramsar. (https://rsis.ramsar.org/ris/2497)

Las áreas del sistema nacional natural protegido que forman parte de este gran humedal, suman unos 519 km² aproximados y son los refugios de vida Silvestre Cayos Siete Hermanos, con 115 km² y Laguna Saladilla, con 31 km² aproximados, ambas con base jurídicas en la Ley 202-04 y los parques nacionales Estero Balsa, con 56 km², El Morro con 18 km², y el subacuático Montecristi con 245 km², también con base jurídica en la ley 202-04; así como la Hispaniola con 54 km² (Decreto. 571-09)

Estos humedales presentan ecosistemas propicios para el albergue de miles de aves endémicas y migratorias que nos visitan cada año, asuntos que trataremos en las próximas entregas.

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