Las aguas del río Dajabón / Masacre son la más próxima fuente de discrepancia y conflictos innecesarios entre dos pueblos fronterizos que, al margen de sus respectivos centros de poder coloniales y republicanos, han sabido adaptarse durante largos siglos a reproducirse gracias al comercio y al contrabando. Ni las devastaciones de Osorio ni la historia posterior pudieron más que la voluntad de sobrevivencia de pueblerinos y locales.

En el presente, esa voluntad de sobrevivencia y reproducción social venía transcurriendo, desde hace algunas décadas hacia acá, en relativa calma, bajo el influjo de los intercambios comerciales[1] y la égida del ritmo de una inmigración descontrolada que, por múltiples complicidades, engrosa con su mano de obra el mercado laboral dominicano[2].

Así, pues, ¿qué razonamiento lógico, por antonomasia político y cultural, explica los crecidos niveles de desavenencias y disputas que el agua compartida en la cuenca del río Dajabón, ha ocasionado durante tantos días?

1º          “De aquellos polvos, vienen estos lodos

La memoria histórica que acondiciona cualquier evento o proceso en el que intervienen dominicanos y haitianos, a lo largo de los años, es interpretada automáticamente en el marco de referencia de los acontecimientos que a ellos -o a sus antecesores- les tocó vivir. Lo decisivo y significativo en todo lugar y ocasión es que, ambos, son herederos del estigma colonial europeo: ni tienen ni son favorecidos, ni disfrutan ni se han aprovechado, de una unidad originaria. Cada uno es heredero de la división, de los conflictos e interminables rupturas, divergencias y separaciones, que se encuentran en sus orígenes socioculturales e institucionales.

Es como si la herencia colonial instituyera la reproducción de un sinfín de `abeles´, por un lado, y de `caínes´, por el otro, en un paraíso perdido por las narrativas esquizofrénicas y maniqueas de cada uno. Entre ellos, ni siquiera media el valor de un lazo paternal común o la maternidad de una misma fe, institución eclesial u horizonte axiológico y familiar, con significados simbólicos que los aúnen.

Pueblos esos desterrados y ensimismados en una misma isla, con un solo elemento de vida compartida: la denominada población rayana que, en tanto que fronteriza, convive, coexiste y cohabita con sangre de los dos grupos étnicos que allí se reproducen de forma impertérrita desde finales del siglo XV, de espaldas al mar y a sí mismos.

Así, pues, por vía de consecuencia, sigue un ejemplo de tal pasado de disformidad. En la actualidad de la isla de Santo Domingo, por ejemplo, ¿los mercados municipales fronterizos finalmente abrirán o seguirán cerrados?

2º        “Ni cara, ni cruz”

En un razonamiento simple de cara o cruz, de todo o de nada, de lo uno o lo otro, la conclusión siempre es la misma: ni lo uno, ni lo otro, y ni siquiera todo lo contrario. Para ilustran tan enigmática conclusión, sobran los ejemplos estos días.

Las negociaciones de 2021 y sus decisiones quedan en una nebulosa, dando pie a que para conveniencia haitiana las decisiones dominicanas de septiembre 2023 fueran prepotentes e inconsecuentes; y, para la dominicana, la postura haitiana de ese mismo año violen lo que que quedó discutido y consignado por escrito en papel membretado y firmado por el Ministerio de Relaciones Exterior de la República Dominicana.

Aún más reciente, ambas partes invocan el único Tratado de Paz, Amistad y Arbitraje de 1929 y, como si fueran lectores del mismo libro sagrado, pero alabado por diversas congregaciones eclesiales, llegan a conclusiones contrapuestas y excluyentes entre sí. Los unos proceden de forma “arbitraria” e “inconsulta” a hacer valer su derecho sobre la utilización de las aguas trasnacionales de un río fronterizo; mientras que los otros apelan a una versión propia de retaliación, por medio del simbolismo del acordonamiento militar de la zona y de la fuerza disuasoria del cierre de todas las fronteras con el país limítrofe, de norte a sur de la isla.

Por eso mismo, durante el lapso de tiempo de este ensayo, lo único incuestionable es que la realidad, cualquiera esta sea, deviene para las partes un tira y jala, tanto cuando se procede inconsultamente, para tomar o desviar agua del río en cuestión, como cuando se denuncia la falta ajena y calla lo propio en esa misma materia.

En resumidas cuentas, haitianos y dominicanos parecen incapaces de superar, a nivel institucional, sus diferendos y ni siquiera se benefician de nuevas oportunidades. Pero, ¿por qué?, y ¿para qué la reiterada contraposición de las partes?

Una sola respuesta termina siendo razonable: independiente quién asume los intereses de una de las partes o los de la otra,  se trata de no dar la impresión ante el competidor y adversario, de parecer sumiso y sometido, como el siervo que dejó de serlo; o, al contrario, no tener que dejar de simular ser altivo y enseñoreado, como el próspero patrón y bovarista superior que no fue antaño, pero que ahora finge ser, en medio de un mundo de efímeras representaciones.

3º “Tú pa´llá y yo pa´cá”

Por supuesto, y que quede bien claro, las relaciones y la historia de ambos pueblos -dominicano y haitiano, propiamente dichos- no son títeres de un titiritero tan rígido e inflexible como la lógica discordante que les adviene desde los respectivos y arcaicos tiempos coloniales. Ella solo interviene e incide en los acontecimientos cuando uno de los dos actores principales en la isla de Santo Domingo pretende no ser lo que teme ser. Es decir, esclavo y cautivo en una plantación o destinatario y pariente ya lejano del complejo de Guacanagarix.

De modo que la lógica de la discordia -ajena totalmente a la de la `promoción recíproca´ de haitianos y dominicanos, interdependientes entre sí e implicados en una relación social y política fructífera, de raigambre histórica- gana valor de uso cuantas veces uno de ellos -o por su parte los dos- quieren reconocerse y reafirmarse a sí mismos en llamativa contraposición. Su valor indispensable queda manifiesto cuantas veces ratifica, como desenlace final de cualquier incidente, la autonomía y no dependencia del terruño patrio, de uno de ellos, frente al ajeno del otro.

El mundo podrá ser y seguir siendo, a pesar de continuas intentonas de globalización, ancho y ajeno[3]. Lo de uno es de uno y lo de otro de otros es. Y, mientras eso sea así, dominicanos y/o haitianos se atienen a la lógica exclusiva de la discordia, no para colaborar y progresar, sino como única instancia comprensible para congregar y aunar, una población como las suyas, alrededor de una causa común: artificiosa causa común porque, de no contar con un adversario a la vista, se desconocería y permanecería inexistente, oculta e inoperante.

Ahora bien, en aquel mundo, no se trata de que un ciego conduzca a otro ciego. Quizás por eso se habla de que “no hay solución dominicana a la cuestión haitiana”, ni siquiera acompañando y consolándose mutuamente en su relativa poquedad. Pero sí se trata de apelar a la mejor alternativa conocida. Esta es, lanzar monedas al aire, grabadas de caras y cruces, para reanimar así, con espíritu nacionalista decimonónico, el asunto territorial respecto al cual se le guarda respeto; a saber, `yo aquí, tú allá´. Ese simple imperativo categórico previsto como indispensable para alcanzar la paz perpetua, cifra la lógica de la discordia, siempre oculta más allá de la epidermis de los implicados.

En ambos extremos de la misma isla: la dominicana y la haitiana, al entender de muchos en ellos, la mejor justificación para recurrir de manera reiterada a la lógica de la discordia es su innegable utilidad. Hasta prueba en contrario, se trata:

  • Desde el punto de vista haitiano, de una utilidad que sirve de antídoto al predominante poder comercial y económico de la parte dominicana; y,
  • Desde la perspectiva dominicana, de un valioso anticuerpo utilizado para inocularse y contener así la silenciosa, pero progresiva y avasallante invasión demográfica que padece.

Hasta prueba en contrario, esclavos como somos de la lógica que nos hace seres razonables, está por verse si la disyuntiva de la discordia, además de ser útil para arropar inconfundibles realidades patrias, diversas y divergentes, es capaz de transformarse a tal punto que llegue a redundar, en algún tiempo humanamente concebible, tanto en la sostenibilidad medioambiental del ecosistema isleño, como en el bienestar recíproco de tan disímiles aglomerados poblacionales.

El país colindante al de cada uno no tiene por qué seguir siendo la excusa o la razón para reafirmar y reforzar, por medio de un sinfín de contrariedades y continuas contradicciones y contraposiciones, alguna endeble y ajena cultura nacional.

De no superarse tanta discordia, evidentemente, seguiremos creyéndonos la narrativa según la cual el haitiano negro es “comegente[4] y, viceversa, el dominicano desteñido maltrata y mata haitiano, -al tiempo que las aguas del río Dajabón, también conocido como Masacre desde la época colonial, seguirán siendo el mejor testimonio simbólico de la escisión. ¡Ah!, y de parte y parte, continuaremos -por añadidura- encerrados en el mismo e ingrato escenario insular, de espaldas al mar y al mundo, haciendo lo que el otro y, posiblemente, otros prepotentes, quieren que hagamos recreando la confusión.

[1] Ver, Luis Vargas: Comercio bilateral de bienes de República Dominicana con la República de Haití, desde 2019 hasta enero-febrero 2023; Unidad de Estudios de Haití: Monitor Estadístico de Haití, 8 de septiembre 2022.

[2] Ver,  Centro de Formación y Acción Social y Agraria, CEFASA. (2012). Condición y aportes de la mano de obra de origen haitiana a la economía dominicana. Editora de Premium, 2012. del Rosario, Pedro Juan. 2023. El desempeño del sector agropecuario dominicano, 2000-2022. Una prospectiva con grandes interrogantes. Instituto Dominicano de Investigaciones Agropecuarias y Forestales (IDIAF). Santo Domingo, DO. 72 p.  Y,  Caraballo, J.: “Sectores construcción y agrícola dependen de mano de obra haitiana”; en, Diario Libre, 5 de marzo 2023. https://www.diariolibre.com/economia/agro/2023/03/05/construccion-y-agricultura-dependen-de-mano-de-obra-haitiana/2244311

[3] Ciro Alegría: El mundo es ancho y ajeno; Madrid, Alianza Editorial, original 1941, edición de 2003.

[4] Ver, Antonino Vidal: “El negro comegente”; en, El Caribe, sábado 23 de septiembre 2023. https://www.pressreader.com/dominican-republic/el-caribe/20230923/282200835538036