Cuando ya había perdido las esperanzas de ver gente joven, honesta y decente participar en la política dominicana apareció José Horacio Rodríguez y, contra todos los pronósticos, ganó la diputación por la circunscripción 1 del Distrito Nacional en el 2020, siendo el candidato más votado en esa demarcación. Y lo hizo sin recibir ni un chele del narcotráfico, de los grandes empresarios, las bancas de apuestas y otras fuentes dudosas. Se ganó su diputación sin caravanas ni disco lights, sin ron dao ni pica pollos, sin repartir papeletas en los mítines de campaña y en los centros de votación el día de las elecciones. Se la ganó sin humillar a los votantes con regalitos clientelares ni engañarlos con promesas demagógicas, sin hipotecarle su conciencia a gente que “invierte” en candidatos políticos con la expectativa de recuperar con creces su “inversión”.

 

¿Cómo lo hizo, entonces? Como se debe hacer en una democracia que merezca el nombre: presentando una oferta programática de calidad, reuniéndose durante meses con pequeños grupos de votantes, intercambiando ideas con organizaciones sociales y comunitarias, recorriendo las calles y barrios de su demarcación, solicitando pequeñas donaciones y haciendo rifas para recaudar fondos. Y lo más importante de todo, motivando a mucha gente joven, deseosa de trabajar por el bien del país pero asqueada con la política partidaria, a asumir una forma diferente de hacer lo que su campaña llamó la Buena Política, basada en la defensa de los derechos humanos, cuidado del medio ambiente, justicia independiente, rendición de cuentas y equidad de género. Desde el punto de vista de los políticos tradicionales y sus patrocinadores, esto es un pésimo ejemplo.

 

Recordemos que lo primero que hizo el nuevo diputado cuando llegó a la Cámara fue renunciar formalmente a las exoneraciones de vehículos y al Cofrecito, con lo que quedó como un príncipe al lado de la abrumadora mayoría de congresistas que se aferran a estos privilegios autolegislados e ilegítimos. Esto nos da una buena pista de por qué tanta gente le tiene tirria a José Horacio: su desempeño político durante los primeros dos años de su gestión ha puesto en evidencia las carencias de mucha gente que lleva décadas viviendo de la política con muy pocos logros que mostrar a favor del país.

 

José Horacio ha sido el mejor aliado de los sectores progresistas en el Congreso, realizando una labor legislativa cuya calidad reconocen hasta sus adversarios políticos. Peor aún, en torno a su figura y su partido se están gestando nuevos liderazgos de gente joven y comprometida, gente que no está haciendo carrera política con fines mercenarios y que ya sabe que muchos votantes respaldan la decencia y la Buena Política cuando tienen la oportunidad de hacerlo. Con razón la ultraderecha conspiranoica lanzó su campaña sucia contra José Horacio. Están asustados (o deberían estarlo).

 

Da la impresión de que la decisión de lanzar la campaña sucia estaba tomada de antemano y solo estaban esperando alguna excusa, por insignificante que fuera, para lanzar sus huestes a difamar por las redes sociales. Y la excusa utilizada fue realmente ridícula, no solo porque todo lo que dijo José Horacio en la entrevista con Radio Canada es cierto, sino porque apenas unos días antes había sido dicho tal cual por el alcalde de Dajabón y por el Ministro de Agricultura.

 

Parecería, sin embargo, que los conspiranoicos de la fusión no calibraron bien sus insultos contra José Horacio y se les fue la mano: el primer día de la campaña inundaron Twitter con acusaciones de traición a la patria, demandas de expulsión del Congreso, ataques personales y hasta amenazas de muerte. El segundo día los tweets a favor empezaron a predominar y el tema estaba ya en todos los periódicos, en programas de televisión, podcasts, etc. Al tercer día había gente apoyándolo en diversos medios y rechazando la bajeza de la campaña en su contra. Sin proponérselo, convirtieron a José Horacio en una celebridad al tiempo de poner en evidencia su propia pequeñez moral.

 

Gracias a la campaña sucia los votantes dominicanos pudieron comparar la altura con que José Horacio defendió su posición con el triste espectáculo montado por sus opositores de ultraderecha, que tuvieron que inventarse acusaciones falsas y recurrir a insultos viles para intentar desprestigiarlo. Esperemos que este affair vergonzoso no solo lo beneficie a él en su próxima campaña electoral, sino que motive a otros jóvenes progresistas a asumir el reto urgente de sanear la política dominicana presentando candidaturas a diferentes cargos y desde diferentes partidos. Podremos entonces decir que al final les salió el tiro por la culata a los que no tienen más discurso que el odio disfrazado de patriotismo. Crucemos los dedos.