La relación de Raúl Pérez Peña (Bacho) con Cuba, hasta el final, fue de una profunda solidaridad y amor hacia su gente, su historia y su cultura. Desde su primera visita en 1964, la música y los artistas cubanos tuvieron un lugar muy especial en su cotidiano. Desde el inicio de los años ochenta, Raúl Pérez Peña (Bacho) estableció una relación de amistad muy estrecha con varios artistas, en especial con Pablo, Silvio, Frank Fernández y Chucho Valdés. Aquí, reproducimos uno de los tantos escritos que les dedicó a esos cultores que con sus artes alentaron la esperanza en la que Bacho siempre militó.
La vitalidad de Pablo y Silvio no tiene secretos*
(Publicado originalmente el 19 de octubre de 1987, en la columna “Circular” del Listín Diario)
El movimiento de la nueva trova cubana se acerca ya a los 20 años. Casi dos décadas de aquella idea que cobró fuerza con el calor que le imprimió Haydee Santamaría y que le abrió cauce a los nuevos valores de la creación cubana, acorde con las huellas del proceso revolucionario.
Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, conjuntamente con otras figuras de singular relieve, como Vicente Feliú, simbolizan el movimiento. Un movimiento que ha sabido bajar a lo más hondo de la tradición musical cubana, manteniendo sus positivos valores, siempre con la más rica creatividad. Esa creatividad despeja la idea de que Pablo y Silvio tengan algún secreto para el éxito de sus respectivas producciones musicales.
Desde no hace mucho, Silvio se ha hecho acompañar del grupo musical Afrocuba que dirige el versátil Oriente López. Pese a que Afrocuba trilla una línea muy propia en su producción instrumental, Silvio ha logrado una insospechada armonía con el grupo para mantener inalterable su característico estilo.
Una de las últimas locuras de Silvio es precisamente su canción Locuras: “Hay locuras para la esperanza. Y hay locuras también de dolor. Y hay locuras de allá donde le cuerdo no alcanza: locuras de otro color. Hay locuras que son poesía. Hay locuras sin nombre, sin fecha, sin cura, que no vale la pena curar”. Dice Silvio que canciones como esta, son propias de su condición de trovador. Porque así es como él mismo se define: Un trovador.
Pablo Milanés, con afro sin afro, es una verdadera muestra del afro-caribe. Sin vueltas de ninguna especie. Pablo es el grito sereno de la guitarra rebelde. Es la dulzura de la poesía musicalizada.
Ellos dos, Pablo y Silvio como expresión de la nueva trova cubana, tienen casi 20 años penetrando con su música en el corazón de los latinoamericanos. Ambos tienen la particularidad de que no cansan, por más que se les escuche. Yo conozco gente que mientras más oyen más les gusta oírlos. “Es que son sencillamente fuera de serie” comentó una amiga.
A todo ese estilo y esa fecundidad en las composiciones, se agrega algo esencial, Pablo y Silvio: su intransigencia con sus principios y en la defensa del proceso revolucionario del pueblo de Martí y Maceo, que es también el pueblo de Máximo Gómez. Defensa que desborda los límites isleños cubanos y empuña bandera por la causa latinoamericana y de la humanidad entera.
Esa actitud de defender con el arte las conquistas de su pueblo, es la que lleva a Pablo y a Silvio entonar a dúo, acompañados magistralmente por el virtuoso Frank Fernández, una canción que en un fragmento dice así:
“Esto que encontré (la revolución) ya no era desconocido.
Se hizo la canción que se había perdido.
No la dejaré.
Ni la mayor riqueza arrancará una concesión a este clamor repartido.
Y se encontrarán los del machete aguerrido.
Con el último héroe que hasta hoy se ha perdido.
Todos gritarán, será mejor hundirnos en el mar.
Que antes traicionar
la gloria que se ha vivido”.