En la tradición religiosa católica cristiana nos han trasmitido la creencia de que la Virgen de la Altagracia es genuinamente dominicana y que sólo existe en este país, realidad que no corresponde con la verdad ya que su presencia existe en el santoral oficial de la iglesia. En mi recorrido por diversos países del mundo, una de la imagen de la Virgen de la Altagracia más hermosas la encontré en Perú, en un contexto indigenista.
La coronación canóniga de la Virgen de la Altagracia en el Altar de la Patria como “Madre Espiritual”, fue celebrada en la ciudad de Santo Domingo durante el reinado del Papa Pio XI en agosto de 1922, actividad que fortaleció esta creencia dominicanista.
Con la Virgen de la Altagracia como la Madre Espiritual del Pueblo Dominicano y de hecho la “Patrona del País”, tal como dice el maestro Pacheco en la voz de Celia Cruz, la virgen que alarga la navidad con la simbolización del nascimiento del Niño Jesús, se han tejido diversas explicaciones buscando su origen en nuestro pueblo, en propuestas donde se mezcla el mito, la leyenda y la historia.
Cuatro investigadores las han asumido de la manera siguiente:
a). – El canónigo Luís Alcocer en el 1630 afirmó que la imagen de la Virgen de la Altagracia fue traída a Higüey por los hermanos Alonso y Antonio Trejo de la Villa de Placencia en Extremadura, España, de donde ellos eran oriundos. Primero se veneró en una rustica capilla de yagua y de caña, luego en la iglesia vieja y posteriormente en la moderna e imponente basílica.
b). – Juan Elías Moscoso, recogió de la historia oral la leyenda que dos niñas le encomendaron a su padre, el cual viajaría a la ciudad de Santo Domingo, que les trajera una imagen de la Virgen de la Altagracia. El padre la buscó, pero no la encontró en ningún lugar. Triste, decidió regresar a Higüey. Debido a la distancia y los medios de transporte se vio precisado a pasar la noche en una posada en el camino. Un señor que estaba hospedado allí lo vio pensativo durante la cena y le preguntó que le ocurría. El padre relató el pedido de sus hijas y este señor fue a su habitación y le trajo una imagen de la Virgen de la Altagracia, que al llegar a su casa le entregó lleno de júbilo a sus dos hijas.
c). – Fray Cipriano de Utrera, en 1933, plantea que la Virgen de la Altagracia fue traída desde Manzanares, España, por un religioso que de Santo Domingo la llevó a la iglesia vieja de Higüey.
d). – Bernardo Vega, en 1986, afirmó, basado en un documento jesuita, que el sacerdote español Francisco Cortes, el cual retomó la leyenda del padre y el pedido de sus dos hijas, pero a diferencia con la versión de Moscoso Puello, de que el viaje del padre no fue a la ciudad de Santo Domingo, sino que su destino fue España y que de allí fue que trajo la imagen de la Virgen de la Altagracia.
Como en diversas ocasiones religiosas, las explicaciones, las hipótesis, están envueltas entre el mito, la leyenda y la historia. Yo me identifico con la versión histórica de los hermanos Trejo.
El capital Juan de Esquivel, fundó la Villa de Salvaleón de Higüey en el 1505. La llegada de los primeros colonos, entre ellos los Hermanos Trejos, trajeron la imagen de la Virgen de la Altagracia. En 1691, en la lucha entre españoles y franceses, al librarse la Batalla de la Limonade, un contingente de macheteros procedentes del Seibo y de Higüey, invocaron exitosamente la ayuda a la Virgen de la Altagracia. Al ganar la batalla, un 21 de enero, quedó consagrado como el “Dia de la Virgen de la Altagracia”.
Desde entonces, ese día de cada año fue sagrado para los seguidos de esta milagrosa virgen. Las festividades comenzaban el 20 con la llegada de peregrinos de todas partes del país, los cuales habían recibido milagros, otros iban a cumplir promesas o a buscar sanación y protección. Muchos de estos peregrinos salían a pie de sus pueblos y comunidades rurales a nivel nacional; otros llegaban en guaguas y camiones del interior del país, los cuales, llenos de júbilo, venían tocando sus Atables y cantando Salves. Llegaban también un número importante de seguidores de la Virgen a nivel internacional: haitianos, puertorriqueños, cubanos y residentes en diversos países del Caribe.
Por sus milagros llegó a ser la patrona de más de 20 pueblos y comunidades rurales, integrándose a las festividades de la religiosidad popular. Santiago Peñolguin, en su libro sobre el “Vudú”, en 1950, en un altar vuduista encontró entre las imágenes, a la de la Virgen de la Altagracia. El maestro Enrique Patín Veloz, escritor y filósofo afirma que la equivalencia de la virgen de la Altagracia es una metresa que recibe el nombre de Alailá. Por su parte, la antropóloga Martha Ellen Davis está de acuerdo con el maestro Patín Veloz y el investigador Carlos Esteban Deive comparte también esta afirmación, agregando que su correspondencia en el Vudú haitiano es maitresse Elzilí.
Ricardo Alegría, joven antropólogo puertorriqueño que vivió entre nosotros la incluye entre las Metresas dominicanas y la llama cariñosamente “Tatica” como le dice la gente del pueblo.
He podido ver a la metresa de Alailá, parecida maternalmente llena de ternura y delicadeza a Metre Silí (La Virgen de los Dolores), identificada con un pañuelo color rojo, azul y blanco como los colores de su imagen y de la bandera dominicana, con un recipiente lleno de flores. Solo la he encontrado en varios lugares del país el día 20 y el 21 de enero. Ha estado ausente los demás días del año o por lo menos yo no la he detectado.
De esta manera, la Virgen más querida del pueblo dominicano, su madre espiritual, es parte de las intimidades de la identidad, de su religiosidad popular, sin que esto afecte su dimensión en el panteón oficial de la iglesia católica. ¡Bendita sea Tatica, la Virgen de la Altagracia!