La violencia de género representa uno de los grandes males a nivel mundial. En el caso de la región Latinoamericana, es uno de los grandes desafíos pocos enfrentados por las autoridades locales. Cobrando miles de víctimas anualmente. Es por ello, que muchas mujeres de América Latina ven como una salida emigrar a Estados Unidos. Pero vivir en EE.UU no necesariamene les garantiza protección contra la violencia machista.
Pese a la existencia de la Ley de Violencia contra la Mujer (VAWA por sus siglas en inglés), promulgada en el 1994, y los recursos que destinan a prevenir y combatir este flagelo. No existe un compromiso genuino por parte de las autoridades competentes, que pueda contrarrestar el mal. Mal de las que pagaron el precio Franyerlys Zambrano Briceño, Juliana Navarrete, Ruby García, Verónica Sancler, Amber Rodríguez y Angélica Santos que murieron de manos de sus parejas en esta nación.
Las teorías son muchas, que llevan a tantas mujeres a seguir formando parte de las fatídicas estadísticas. Primeramente, EE. UU. incentiva a sus ciudadanos a que ejerzan su derecho de vivir con la mentalidad de respetar sus costumbres y tradiciones y es –entiendo- justamente cuando las mujeres que en su mayoría vienen de culturas donde la violencia de género se ha normalizado; porque los sistemas de consecuencia son disfuncionales.
Según los registros de la Línea Nacional de Violencia Doméstica de EE. UU. “cada minuto, 24 mujeres sufren violencia física por parte de su excónyuge o exnovio en todo el país, lo que corresponde a aproximadamente 12 millones de mujeres al año”.
Uno de los problemas que agravan la situación para las mujeres migrantes hispanas es que no se cuenta con un sistema que les proporcione ayuda en su idioma, ya que los oficiales que hacen los reportes no hablan español. Y no siempre las víctimas buscan ayuda, entre otras cosas, porque temen al estigma que este tema genera.
Empero, el hecho de que sean mujeres de escasa o ninguna educación, que decidan vivir en comunidades donde el mismo entorno de pobreza las aísla. Realizando trabajos mal remunerados. En su mayoría niñas que la misma forma de como entraron a EE. UU. ya les asegura un trauma de por vida. Así como, “formalizar” relaciones con hombre mayores que le garanticen un estatus migratorio regular y embarazos indeseados.
Por desconocimiento a los controles de natalidad. Pero los asesinatos por violencia de género van en aumento en estados unidos. Cifras revelan “que un 25% de las mujeres afirman haber experimentado algún tipo de violencia. Más de “una de cada cuatro mujeres menores de 50 años ha reportado haber sufrido violencia doméstica por parte de una pareja íntima masculina al menos una vez en su vida” (Estudio que publicó la revista de Lancet en el 2022).
¿Pero qué nos pasa? Si como nación no hemos creado un ecosistema donde las mujeres no se vean como un instrumento subutilizado por el sistema, sino más bien como parte integral del desarrollo de las naciones; seguiremos siendo una nación con grandes advances; pero muchos problemas estructurales.
La revictimización de estas, tratando de encontrar los motivos del victimario, no es la alternativa a un problema que va en aumento. Y que, desafortunadamente, en una sociedad con tantos recursos e instituciones al servicio de las mujeres; estas continúen siendo víctimas de violencia de género.