Al analizar la violencia en la humanidad debe haber un enfoque multidisciplinar y multifactorial, normalmente los análisis suelen excluir involuntariamente posibles elementos relevantes.

Debemos reconocer que la violencia se manifiesta en todos nosotros, pero en grados y formas diferentes, porque es parte de nuestro arsenal de respuestas instintivas a las agresiones del medio ambiente. Una frágil ancianita podrá manifestar la violencia gritando o maldiciendo, pero un hombre robusto tal vez lo haga mediante la agresión física. Usualmente sólo reconocemos la violencia física, pese a que no siempre son las peores violencias.

En la neurociencia se ha luchado por identificar el factor bioquímico responsable de nuestra violencia, porque solemos tener una visión lineal de nuestros eventos psicológicos, desconociendo la tendencia a la manifestación simultánea, dificultando saber si una alteración de un neurotransmisor fue la causa o la consecuencia de un descontrol emocional. Aunque nos resulta cómodo simplificar nuestros procesos mentales, tenemos que ampliar nuestro nivel de consciencia para poder captar la complejidad de nuestras funciones cerebrales.

Estudios realizados plantearon la correlación de alteraciones de la enzima monoamino-oxidasa A (MAO-A) y del ácido 5 hidroxindolacético (5-HIAA) con los violentos. Normalmente vemos lógico que la adrenalina se relacione a la violencia debido a sus efectos en nuestra fisiología, pero resulta paradójico que la serotonina y la dopamina que normalmente se relacionan con la felicidad, también se vinculen a la violencia. Desde la neurología parecería ilógico, pero es comprensible desde la psicología. Porque esos neurotransmisores se liberan con el alivio de tensiones, por lo que si frente a un estímulo muy molesto, una persona cree que la violencia es el recurso que le proporcionará la satisfacción (por ejemplo, una venganza), puede haber inicialmente una sensación de placer eufórico, aunque posteriormente suele venir un estado similar al que prosigue al efecto de resaca de algunas drogas. El momento de placer que produce una descarga de adrenalina mediante la violencia es muy breve y el arrepentimiento podría ser muy largo.

También se han planteado alteraciones a nivel de la liberación y/o recaptación de estas catecolaminas. Sin embargo, eso por sí solo no asegura que se produzca la conducta violenta. Aunque el sistema límbico cerebral esté implicado, se ha identificado también la influencia de los factores ambientales.

En algunos niveles de psicopatías severas, no hay consciencia de maldad o culpa, por tratarse de personas que no han desarrollado la conciencia civilizada, teniendo cierta similitud con los animales salvajes. Quien no desarrolla la empatía tiene dificultades para relacionarse favorablemente con los demás.

Como es adentro es afuera. Tu conducta es consecuencia directa de tus pensamientos y sentimientos. Podemos disimular temporalmente, pero finalmente siempre se manifestarán nuestros estados internos. En caso de estrés crónico, ansiedad, miedo, resentimiento, baja autoestima, alta autoestima, tristeza, frustración, etc., podría desencadenarse la conducta violenta. Pero quien se siente feliz, tranquilo, realizado, positivo, normalmente si agrede a alguien lo hace involuntariamente.

Evidentemente la ira es la emoción más vinculada a la conducta violenta, pero la ira es también necesaria porque nos permite dar respuestas enérgicas en algunas situaciones. En militares, cazadores, pescadores y ganaderos, la violencia racional es un elemento indispensable.

Si cuando tu padre se enojaba contigo su forma de reaccionar era con violencia, posiblemente podrías estar necesitando apoyo psicológico.

El sadomasoquismo lleva a dar o recibir maltrato, porque por algunos trastornos de personalidad de base, se capta ese maltrato como una especie de mecanismo compensatorio capaz de dar sentido existencial ante una autoimagen deformada.

La etapa anal del desarrollo psicosexual freudiano es cuando el niño, al ser capaz de controlar sus esfínteres comienza a descubrir lo que es el control o el poder, por lo que si está agresivo emplea ese mecanismo para desahogar tensiones emocionales, manifestar su disgusto y hasta desquitarse por molestias recibidas. Esto lo podría hacer tanto consciente como inconscientemente.

Lo que provoca la violencia son tus creencias o pensamientos, más que los hechos mismos. Algunos gestos o palabras podrían considerarse un halago, y quizás esos mismos elementos en otra cultura podrían desencadenar la violencia. Es preciso, además de analizar el medio social, analizar tus ideas nucleares desde las cuales interpretas todo lo que te acontece.

La persona considerada violenta, lo es por algún trastorno físico, cognitivo, emocional o social, pero independientemente de cuál sea el motivo, normalmente no es alguien que lo disfrute y de poder alcanzar cierto grado de madurez procurará evitar esas conductas.

Es difícil interactuar con los violentos, porque siempre habrá una reserva o límite en la relación, por otro lado, la sociedad a veces tendrá que enfrentarlos con toda la fuerza posible, tanto para hacer justicia a los que agravien y dar un ejemplo como para evitar que dañen a más personas.

Tu consciencia es capaz de bloquear tus facultades para impedir la violencia, porque hay leyes superiores de las que apenas tenemos vagas nociones, que se oponen a que dañemos y tu supraconsciencia se hace eco de esa influencia espiritual. Cuando optas por no dañar, permites que todo tu potencial se desarrolle al máximo.