La violencia y la criminalidad son dos temas que cada vez preocupan más a la ciudadanía; los mismos han alcanzado cotas pocas veces vistas en el país, los feminicidios no cesan de aumentar y por "cualquier quítame esta paja" se mata sin pensarlo dos veces, parece que la vida no tuviera valor alguno.

 

Determinar las causas del incremento de la violencia no es tarea fácil, pues múltiples factores influyen en ello. Estudiosos de la conducta humana, afirman que el encierro y las restricciones impuestas con motivo de la pandemia han influido en la menor tolerancia y las reacciones violentas que hoy se observan de manera frecuente en el comportamiento de los individuos, situación que se da no sólo en nuestra nación, pues esto se repite en buena parte del mundo.

 

Sin ir muy lejos, podemos observar que los niveles de violencia que sufren los Estados Unidos son de una dimensión tal que verdaderamente alarman, en ese lugar los tiroteos y asesinatos masivos se repiten por docenas, el  comportamiento de sus habitantes hace pensar en un país en proceso de desintegración.

 

Pero ocupándonos de la República Dominicana y la situación que aquí se vive actualmente, es importante señalar que la influencia del consumo de drogas y el narcotráfico tienen mucho que ver con el aumento de los hechos de violencia, esto unido a una sociedad en donde la pobreza, la desigualdad, la falta de oportunidades y una deficiente educación están muy presentes, da como resultado un caldo de cultivo perfecto para que se desaten los demonios y las muertes abunden sin aparente control.

 

Por este problema no podemos responsabilizar solamente a la Policía y al gobierno, pues la sociedad como un todo tiene una cuota de responsabilidad en su ocurrencia.

 

Un pueblo educado es menos propenso a los actos de violencia, cuando me refiero a la educación no sólo estoy pensando en la que se imparte en las escuelas, una buena educación doméstica es esencial y en este aspecto la paternidad irresponsable que existe entre nosotros, no ayuda a que los hogares sean un lugar de aprendizaje de buenas costumbres y centros de convivencia pacífica. Esta debilidad unida a la marginalidad y al hacinamiento, obligan a una gran campaña nacional en procura de una sociedad amante de la paz y el orden, en donde se involucren el gobierno central, las alcaldías, las iglesias y todas las organizaciones sociales y políticas interesadas en que el país transite por mejores caminos.

 

 

El deporte, el arte , la cultura, y una bien diseñada campaña de concientización ciudadana, pueden ser los vehículos a utilizar para iniciar la solución del problema. Canchas deportivas, centros de arte y cultura, escuelas de música, bibliotecas digitales con servicios de Internet deben ser instaladas en todo el país, encargando su funcionamiento a personas con conocimiento de la materia,  aptitud y actitud para tratar con jóvenes.

 

La campaña de concientización, además de difundir inteligentes mensajes de paz y tolerancia, también puede servir para difundir la existencia de los mencionados centros deportivos y culturales. Es importante que las escuelas se conviertan en centros promotores de esa cultura de no violencia, involucrando a los padres de sus alumnos en estas actividades, pues está comprobado que la violencia que practican los niños en los colegios son repeticiones de lo que ven en sus casas.

 

La violencia, la criminalidad y la inseguridad son factores enormemente perjudiciales que entorpecen y limitan la vida de las personas y afectan el normal desarrollo del país, por esas razones es tan urgente iniciar acciones que puedan controlar este negativo fenómeno.

 

Actuemos antes que sea tarde.