La vida en un maletín nuclear
Cuando el mundo apenas celebraba la posguerra fría (caída del muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética), en el 1990, Irak invade Kuwait, dando inicio a la guerra del Golfo de 1991. En esta guerra, la Organización de las Naciones Unidas, comandada por los Estados Unidos se enfrascaron en una modalidad bélica en el Golfo Pérsico que el mundo no había conocido. En muchos aspectos figuraba lo que el Pentágono ha acuñado como ciberguerra, que es una nueva forma de combate en que se presenta de manera virtual fuego de misiles y proyectiles. En ese entonces, los combates reales solo se veían como si fuesen películas.
Además de este suceso en el Medio Oriente, comenzaron varios conflictos en la antigua Yugoslavia que estaba bajo la órbita de lo que fue la Unión Soviética y que dieron como resultado las guerras yugoslavas y el bombardeo de la OTAN sobre Yugoslavia en 1999.
Sobre la Guerra de Kosovo (Yugoslavia), llegué a escribir algunas reflexiones en esa época, en las que explicaba cómo a finales de siglo XX, las fuerzas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), dirigidas en ese momento por los Estados Unidos, estaban librando una forma de guerra contra Yugoslavia, en la cual el mundo contemplaba solo imágenes de aviones lanzando misiles y múltiples destellos de luces en la oscuridad. La República Federativa de Yugoslavia, controlada por el líder Slobordan Milosevic estaba bajo el fuego de una modalidad distinta a las guerras convencionales y que tenía característica cibernética, lo que apuntaba al término ciberguerra. Una forma muy parecida a la del Golfo Pérsico, por el uso de armamentos computarizados y los soldados reprogramados para imponer el fuego de misiles. Sin haber desplazado un soldado por tierra, los puntos estratégicos de Yugoslavia fueron destruidos: Aeropuerto, bases militares, algunas de las cuales estaban localizadas en Prístina, capital de Kosovo, Belgrado, Montenegro (Merejo, 1999).
Estos acaecimientos fueron de los primeros grados de la configuración de una ciberguerra, la cual se va dando en gama, que es un conjunto de grados de intensidad alta o baja. Cuando el cibermundo apenas empezaba su construcción como sistema, en esa misma medida se iniciaban las guerras de Iraq y Kosovo. Estos acontecimientos de guerra cibernética formaban parte de lo que se venía entretejiendo como mundo cibernético.
La ciberguerra es una forma de guerra en la que se enfrentan dos o más naciones con todo tipo de armas cibernéticas sofisticadas: virus (informático o sintético), misiles hipersónicos, aviones, superelectrónicos, cazabombarderos computarizados, drones, hackers, soldados cibernéticos, que por su uniforme y equipo de combate parecen más robots que humanos.
En estos primeros años de la tercera década del siglo XXI, este tipo de guerra entra en posibilidades reales y de incalculable consecuencia. El cibermundo virtual ha ido moviendo de manera acelerada e instantánea el mundo real o físico, lo va haciendo a una velocidad inimaginable, en la que el maletín nuclear cibernético que contiene los códigos de oro no son los códigos para lanzar misiles convencionales a la velocidad del mundo de la Guerra Fría de los tiempos de la Unión Soviética y Estados Unidos, sino que son códigos para lanzar misiles supersónicos a una velocidad cinco veces superior a la del sonido.
Las principales potencias del mundo (Estados Unidos, Rusia, China y Corea) poseen ese maletín nuclear cibernético con sus códigos de oro. La activación de los algoritmos que contiene este maletín, por parte de algunos de estos mandatarios, desataría la tercera guerra mundial, ya que pueden lanzar secuencias de ojivas nucleares desde barcos, submarinos y aviones.
De que hoy, la vida en la tierra siga existiendo depende en parte de esos maletines, que poseen los principales lideres mundiales, los cuales cabalgan en todo momento con su respectiva valija atómicas. Ojalá que, en estos momentos de invasión rusa a Ucrania, el presidente de la Federación Rusa, Vladímir Putin, no se crea que es un iluminado divino.
Este maletín contiene todas las instrucciones hibridas de la guerra convencional y la cibernética, porque tiene códigos con la capacidad de lanzar misiles que transportan bombas tradicionales y nucleares. De ahí, que, en estos tiempos cibernéticos, transidos y de incertidumbre, las formas de batalla que impondrán las grandes potencias mundiales, en la mayoría de los casos serán una combinación de ciberguerra y guerra, no una sustitución de una por otra.
En la guerra se acumulan cuerpos de soldados y civiles, junto a los escombros de todo tipo de edificaciones destruidas por artillerías pesadas, bombas y misiles de corto y largo alcance, en cambio en la ciberguerra solo quedan escombros, dependiendo del grado o intensidad (gama) de las batallas; estas últimas, van desde un virus informático que destruya todo el sistema de control de un aeropuerto o un ciberataque a infraestructuras gubernamentales, militares y financieras de un país.
Una de las características de la guerra cibernética, es que no hay convención ni protocolo a seguir por las partes involucradas en el conflicto, se rompen todos los parámetros establecidos; ni existen acuerdos internacionales, ni garantía de derecho ni de deberes, mucho menos de protección de datos o de pérdidas humanas, tal como se establece en la convención de Ginebra, en términos de guerra convencional.
En los ciberataques, cuando se inician desde las profundidades del ciberespacio no hay protocolo ni convención, ya que en esa profundidad el hábitat es de los hackers, por lo que no se sabe quién empezó el ataque cibernético. Tampoco hay responsabilidad porque no hay sujeto que la asume, a lo mejor fue un avatar, que es una representación gráfica de un sujeto cibernético, que no tiene rostro real en lo virtual.
Lo horripilante de una conflagración cibernética y convencional es que existen misiles inteligentes y los drones encargados del control del puesto de mando y de la selección de objetivos, cosas estas que hacía el alto mando militar de una nación poderosa. La no responsabilidad de un mando militar entra en el concepto de Zygmunt Bauman sobre “adiaforización”, en cuanto el escamoteo del sujeto, del individuo de carne y hueso, ya que el acto en sí no tiene relevancia, se pretende excluir de todo valor moral, de ahí, que cobra más importancia en el ámbito de la ciberguerra y de todo avance tecnológico.
La “adiaforización del asesinato militar”, que es una fuga (…) “de los actos sujetos a evaluación moral (…) Una tecla es una tecla. No existe una gran diferencia en el acto de apretar un botón, aunque eso signifique que salga helado de chocolate, que empiece a funcionar la red eléctrica o que se suelten los cuatros jinetes de Apocalipsis” (Bauman & Lyon ,2013, p.96)
Es bueno enfatizar que la combinación de ambas guerras (cibernética y convencional) va dándose en escala, desde baja intensidad (guerras económicas e incursiones virtuales virulentas) hasta la más alta de esta, donde se utilizarían armas de destrucción masiva (nucleares, biológicas y químicas).
Con relación a la guerra económica, de acuerdo con Pedro Baños (2018), esta va desde sanciones económicas, congelación de activos hasta impedir negociar con los mercados internacionales o embargar cuentas bancarias en el extranjero. Este tipo de guerra, según este investigador, es una (…) confrontación con fines económicos, empleando medios financieros, tanto en escenarios reales como virtuales (ciberespacio o mercado bursátil)”.
Esta confrontación en principio puede producir consecuencias sociales y económicas, sin embargo, “puede desembocar, llegando el caso a un choque violento”. (Baños, Pedro. El dominio Mundial, p.57).
Con relación a Rusia y Ucrania, se está librando una guerra convencional desigual, dado el poderío militar del primero, y con relación a las potencias de Estados Unidos, la Comunidad Europea frente a Rusia, la guerra económica es desigual, dado el poderío económico-financiero de los primeros frente al segundo; sin embargo, una guerra y ciberguerra planetaria entre estas potencias dejaría al planeta Tierra inhóspito, lleno de escombros, viajando por un universo en expansión y frío.