La vía para la toma del poder político depende de las condiciones objetiva y subjetiva de la realidad; no puede ser el resultado de pensamientos superficiales y dogmáticos. Es un asunto serio y muy delicado que conlleva serenidad, prudencia y creatividad para empeñarse a descifrar el mandato de la historia.
La ventaja de reconocer y aprender a tiempo de las experiencias del recorrido de la rueda de la historia es que permite crear una táctica y una conducta política que se ajuste a la realidad. Vivimos otros tiempos con avances, científicos y tecnológicos, indetenibles. Nuestra región, América Latina y el Caribe, contabilizan cambios considerables en los órdenes económicos, políticos, sociales y geopolíticos que han provocado una mayor atención de los países poderosos que se reparten el mundo.
Los Estados Unidos de América, cabeza visible de un imperialismo en decadencia, viene perdiendo espacio en las áreas neurálgicas de la región. La presencia de la República Popular China con sus relaciones diplomáticas y comerciales con países y pueblos latinoamericanos, resquebraja lentamente la hegemonía del poder imperial. La izquierda y el progresismo llegan desplazando, vía electoral, a los gobiernos neoliberales, corruptos y complacientes con la injerencia extranjera.
El cambio que exhibe la izquierda ha sido genial, como manda el “librito”. Interpretando los giros históricos, se ha insertado en la etapa democrática y en la maquinaria de poder que cambia gobiernos de acuerdo con la voluntad de la población votante; participando en el proceso electoral, las elecciones. Los resultados están a la vista y al oído de todos. La derecha y ultraderecha no han podido detenerla, aunque compiten cabeza con cabeza.
¿Quién ha dicho que los revolucionarios no saben lidiar en la democracia capitalista? Por el contrario, en paz, en libertad y en pleno respeto al disfrute de la vida, es que son diligentes y audaces para ganar el corazón y la voluntad de la gente y del pueblo trabajador. Es cuestión de dedicación y entender los cambios que se producen en el devenir históricos.
La lucha armada ha quedado atrás, por ahora; un acto genial, lleno de sabiduría, audaz e inteligente. De esa forma aprovechan un ciclo democrático interrumpido por la implantación de dictaduras que coartaron libertades políticas y derechos humanos. Experiencia enriquecedora de la izquierda latinoamericana que camina al compás del tiempo, dando un salto al presente con proyecciones positivas al futuro.
Ahora, la violencia sigue emanando desde el Estado, de sus instituciones a través del fraude electoral, golpes blandos, sentencias judiciales contaminadas, abuso de recursos públicos, enriquecimiento ilícito, compra de votos, etcétera. Bregar ante un fraudulento proceso eleccionario, se repite cada cuatro años, es con el interés supremo de alcanzar el poder.
Tomar en consideración que la población votante no son de nadie; fluctúan de acuerdo con sus intereses, trampas electorales y el grado de intoxicación publicitaria. Hoy puede favorecer, mañana votan contrario. Una dinámica que caracteriza al sistema democrático capitalista y hay que tenerla en cuenta para no morir en el intento. ¡Vamos por más democracia, de nuevo tipo!
Por último, para conseguir el éxito en democracia no se debe colocar la carreta delante del buey, ni intentar correr, si apenas empieza a gatear. Hay más, tampoco volverse locos al llegar, vía electoral, al poder político, violentando los principios cardinales de una democracia incipiente, en pañales de niños. Se ha comprobado que los revolucionarios pueden dirigir esta etapa histórica de transición democrática con razón, con ventaja y sin sobrepasarse.