La verdadera marcha verde, la de los cientos de miles de dominicanos de todas las edades y extractos sociales indignados al máximo que el pasado lunes, uno de mayo, siguieron al expresidente Leonel Fernández, sin canonjías ni favoritismos, caminando, sedientos y hasta hambrientos, muchos, muchos kilómetros bajo una ardiente temperatura no menor de 36 grados Celsius, arrancó a las once y quince minutos de la mañana desde el puente de la 17 y tomó cuatro horas para concluir en el parque Independencia con las oportunas palabras del veterano político y avezado intelectual.
Mientras el mar de indignados recorría los barrios más populares y poblados de la zona norte de la capital, desde los balcones y las aceras la gente bailaba jubilosa, eufórica, exhibiendo atuendos verdes y fotografías del líder de la Fuerza del Pueblo. Sentían la real fortaleza de una nueva ilusión encarnada en lo que representa Leonel Fernández, el más laborioso de todos los políticos dominicanos del presente, el más prudente y mejor formado, verdadero fénix que, como el doctor Balaguer, ha sabido renacer de sí mismo.
El significativo fenómeno de masas ha sido una verdadera encuesta y una advertencia para los incrédulos que no son tan incrédulos, sino presumidos especializados en vender falsas ilusiones al pueblo y al gobierno de turno pretendiendo hacerle creer al jefe del Estado que cuenta con los números reales para imponerse en primera vuelta. ¡No, señor, ni en primera ni en segunda! ¡Se van! Dígaselo a Dios.
Esa fue la auténtica e insobornable expresión de un pueblo que, decidido como el que más, convencido de su miserable realidad y de sus posibles expectativas, ahora en proyecto luminoso, está consciente de que ha sido excluido y pateado por aquellos en quienes ingenuamente fueron depositadas las esperanzas de cambiar vidas, acceder a los mercados productivos y mejorar sus condiciones existenciales, hacerse de un techo propio o mandar a sus hijos a escuelas con adecuados servicios sanitarios.
La inflación y la crisis de servicios públicos imperantes en el país, la inseguridad y los abusos de poder, sin respuestas responsables de parte de indolentes autoridades, han matizado el proceso social de este último período cuyos funcionarios, asqueados ahora del militante que votó por ellos y a quienes se les niega el derecho a escoger su dirigencia, ni nombran ni reciben. Razón no le falta al ingeniero Ramón Alburquerque cuando insiste en que el del señor Abinader es el gobierno de la oligarquía, los popis y los blanquitos.
Es tiempo ya de que en la República Dominicana surja un régimen capaz de devolver a nuestra sociedad verdaderas iniciativas en las que perduren los principios sobre los cuales fue fundada la nación. La defensa de los genuinos intereses de todos, no los de ciertos grupos insaciables que siempre han vivido al acecho de esas oportunidades como buitre que en la sombra espera la carroña. Régimen auténtico interesado en eficientizar los servicios públicos y no en crear crisis artificiales o prolongar las reales por aquello de los beneficios de la corrupción habitualmente envuelta en los negocios de los sujetos que actúan en nombre del Estado.
Es necesario restituir el imperio de la ley, las ilusiones perdidas, el respeto a los símbolos patrios y el orgullo de ser dominicano, hoy muchas veces convertido en vergüenza y lastre. De lo contrario seguirá el hurto público y la vulgaridad, el Estado administrado como una fiesta de bachata y perico ripiao. Es ya imperio y hasta modelo de ascenso económico la multi presente y cuantiosa época de Alofoke, Mami Jordan, la filósofa Amelia Alcántara, el pontífice Rochy RD, Tokisha, la tal Yailín, etc. Estos son ya los ídolos de una juventud desengañada y burlada, negada y pateada, que entristece. Pero seguir alimentando estas vergüenzas es posible que un día se produzca un terremoto en el que las caderas de Shakira serán movimiento petrificado y el sismómetro que, cualquiera presume tiene entre las piernas, en lugar del sexo, no podrá medir magnitud telúrica alguna.
El país está prácticamente secuestrado, grave de muerte en descuidos intensivos, y solo el líder a quien aquel lunes siguieron centenares de miles de dominicanos, Leonel Fernández, tiene la lucidez necesaria, la disciplina y el conocimiento para reinsertar a la República en los senderos del progreso que -ya es norma indiscutible- retroceden históricamente siempre que el PRD, es decir, el mismo PRM de hoy, asume por cuatro años el manejo de la cosa pública. Ahí están los documentos y las fechas, las insobornables hemerotecas y las estadísticas.
En la época de la bachata (mono vestido con frac y envuelto en oro) el país merece un Ministerio de Cultura capaz de organizar con éxito eventos como la Feria del libro. Los valiosos logros y la dinámica de las gestiones del escritor José Rafael Lantigua en esa cartera, tras ver los desaciertos de sus actuales ejecutivos, son cada día más notables. (Y que conste: estoy hablando de una gestión de ocho años de la que no recibí ni el beneficio de la duda, a cuyas actividades nunca fui invitado, nunca me publicaron ni un folleto, nunca fui jurado de sus concursos, nunca en ninguna feria se me dedicó una calle, ¡nada, nada! Fui ninguneado e ignorado, y eso me enaltece por razones que me reservo, por el momento).
Pero han sido ninguneados en todas las gestiones de esa hoy entelequia escritores y poetas como mi gran amigo ya ido, el inmenso Rafael Valera Benítez (Fefé), con quien el país y la democracia dominicana tienen deudas impagables y cuya obra merece lugar de excepción; también otro inmenso poeta, superior a la mayoría de esos que andan por ahí hablando disparates, Luis Alfredo Torres, celebrado autor de El canto a Proserpina, Los días irreverentes y Los bellos rostros, entre otras joyas de la lírica nacional. Lo mismo puede decirse de Ramón Lacay Polanco, quien nos dejó algunas páginas verdaderamente memorables. Han sido ninguneados por todos. André Malraux, el gran héroe-escritor francés, inolvidable autor de autor La condición humana, dijo que los disidentes son el orgullo de nuestra época y el concepto es válido aún y por eso lo cito.
Sin que se entienda como un acto de conformismo -eso jamás- este país ha sido administrado por la improvisación y el afán de lucro y nombradía; y el ejército de indignados que aquel mediodía marchó kilómetros y kilómetros, bajo un sol de más de 36 grados con elevadísima humedad relativa, en la auténtica marcha verde convocada por la pujante Fuerza del Pueblo, está convencido de que solo el expresidente Leonel Fernández puede en este crucial y preocupante momento sacar al país del abismo en que lo han sumido la impotencia y la ignorancia de los que solo han sabido destruir.