La conformación de un proyecto electoral común de las izquierdas y del progresismo dominicanos, de organizados y no organizados, es un tema esencialmente secundario que, sin embargo, se ha tornado urgente.

Secundario, porque el verdadero problema de estos sectores es una debilidad que no se resuelve con la alianza.

Urgente, porque si no hay unidad las cosas irían a peor.

Hay que evitar que la debilidad empeore, y, sobre todo, crear condiciones para fortalecernos.

Las elecciones del próximo año son una ocasión para apuntalar y practicar ese anhelo.

La unidad sana entre sectores progresistas y de izquierda, la que nos hace mucho más que simple suma de partes, es la que resulta de la voluntad de entendimiento y no de meras negociaciones. Negociar es un toma y daca en la que cada cual busca primero lo suyo, cuanto más, mejor; entendimiento, entre políticos de izquierda y progresistas, es sobre todo procurar lo mejor para el conjunto. Conlleva, desde luego, respeto mutuo, trato justo y considerado.

Se dice fácil; llevarlo a los hechos exige disposición de sacrificio, generosidad, actitud revolucionaria.

Unirse principalmente para hacernos menos vulnerables tal vez no sea, visto a la ligera, un objetivo lo suficientemente atractivo para dedicarle mucho empeño. Pero de la única manera que podemos hacernos menos vulnerables es si nos fortalecemos. Y si hablamos de elecciones esto significa, primero que todo, avanzar en busca de los mejores resultados electorales posibles.

Y la unidad debe servir para esto. La unidad es urgente por esto. La unidad ya debió ser; debe ser al menos cuanto antes.

Hay de por medio unas candidaturas a definir. Esto suele complicar las cosas, pero son también una oportunidad para poner a prueba nuestro verdadero talante político, en especial nuestro espíritu unitario.

Entre las miles de candidaturas hay unas presidenciales, incluyendo la vice. ¡Pero estas son solo dos! Las demás son tan importantes que, en nuestro caso, solo de entre ellas tenemos algo que obtener como cargos electos. ¡Vaya sin son importantes!

Los procedimientos para llenar tantos cargos electivos, incluyendo el presidencial y vicepresidencial, pueden ser variadísimos: consensos, votaciones primarias, encuestas. ¿Podemos darnos el lujo de enredarnos en las patas de los caballos en este tema? Si hay verdadera voluntad unitaria, no debería ocurrir. Implica siempre dificultades; requiere dedicación especial, inteligencia, sentido práctico. Supongo que de ello no carecemos del todo…

Lo demás, ganar favor popular, defender el voto, etc. es el más grande reto. Si para vertebrar la unidad electoral no queda mucho tiempo, para buscar el éxito en los resultados –lo cual es considerablemente más difícil— supongo que la tenemos bien cuesta arriba.

Así de insolente quiere ser mi realismo. Hay otra opción: disponernos a contemplar el paso de las elecciones desde fuera. Pero, puesto que parece no se trata de esto en nuestro mundo de izquierda y progresista, no hay de otra que disponernos a entrar en ellas resueltamente y con todas las consecuencias.