La Declaración Universal de Derechos Humanos proclamada por la Asamblea General de la Naciones Unidas (ONU) en París el 10 de diciembre de 1948 enuncia en su preámbulo: -… la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana. Es una sabia definición que se adentra en la profundidad de la génesis biológica de las personas, quienes cuentan con una estructura orgánica de increíble complejidad, una sociedad molecular provista de divina inteligencia que, en su plenitud, interactúa de manera insuperable con cada uno de nuestros órganos para mantenernos con vida. 

Quisiera imaginar que, si invirtiéremos más de nuestro tiempo en la reflexión sobre este tema ético fundamental, sin lugar a duda, hoy nuestra convivencia sería otra. Gozaríamos de más entendimiento y solidaridad en la relación entre nosotros y nuestro planeta no estaría agonizando a consecuencia del virus de la profanación, que estimula cuadros febriles con temperaturas inverosímiles en amplias zonas de su superficie en autodefensa y también para advertimos de lo mal que nos estamos comportando.

Los seres humanos, materialmente y de manera absoluta e indivisible, requieren de oxígeno, nutrición en cantidades suficientes, agua y, desde luego, un ecosistema saludable para su subsistencia. En lo espiritual, los seres humanos, para reconocerse como tales, demandan de una vida en circunstancias íntegras. ¿Cuáles son, entonces, esas condiciones imprescindibles para tener una vida plena? 

En esencia, el ser humano requiere de un sistema de salud y educación, debe tener acceso al mercado laboral con un trato justo que provea la remuneración correcta. También debe contar con un robusto marco jurídico para su protección, así como deberes frente a los otros. Finalmente, tiene que poder gozar de un sistema de pensiones que le permita vivir dignamente en la ancianidad.

No hay duda alguna de que, en lo biológico, todos los seres humanos somos iguales, hecho que quedó de manifiesto, de nuevo, durante la reciente pandemia, que puso en evidencia nuestra fragilidad, sin importar condición social, económica o procedencia.

En la realidad, sin embargo, esta igualdad no es evidente y la situación de las personas no es justa. Si examinamos con objetividad la desgastada frase cliché de que todos somos iguales ante ley-, entendemos que esta es la aseveración menos cierta en un amplio porcentaje del conjunto de naciones, no solo por una cuestión política, sino también porque la capacidad económica de los individuos es una variable de importancia en la balanza del sistema legal y para el acceso al régimen judicial. 

¿Por qué se da este fenómeno? La respuesta se debe en esencia a las desviaciones en la mente del ser humano. Por adicción al poder, por el malentendido uso de la autoridad política en beneficio propio que conlleva a la acumulación de riqueza de manera mezquina, olvidando por completo que lo suficiente y lo necesario debe ser un imperativo para todos los miembros de la familia humana. 

Visto esto, el texto constitucional tendría que ser más que una declaración de buenos propósitos sobre equidad y justicia; debería ser un instrumento ético y jurídico que permita la salvaguarda de todos los miembros de una sociedad. Por lo tanto, antes de redactar un texto constitucional se requiere, en un principio, de un acuerdo a nivel país: la llamada concertación social, económica y política donde exista la plena convicción de todos sus actores por querer construir un mejor país para todos sus ciudadanos. 

A siete días del referendo constitucional denominado plebiscito de salida, el cual se celebrará el domingo 4 de septiembre, Chile se encuentra sumido en una crisis social, económica y política jamás vista en las últimas décadas. 

El entorno económico actual se debe principalmente a los acontecimientos mundiales de orden sanitario vigente que iniciaron a finales de 2019 y se acentuaron en el 2020, a la saturación en la capacidad del sistema de transporte de carga marítimo internacional; y desde hace unos meses, al nuevo conflicto bélico en Europa, sin visos de solución en el futuro inmediato. Todos estos eventos repercuten directamente en la economía de manera negativa. Así, hablamos de una inflación acumulada desde principio de la pandemia de dos dígitos, sin tope a la vista, todavía. 

Solo con el propósito de describir lo inseguro y peligroso de la coyuntura geopolítica presente, hace un par de días atrás desde el Kremlin (Vladimir Rasputín Romanov) se amenazaba a Europa sobre lo difícil que le sería afrontar el invierno venidero. Sin lugar a duda la amenaza es real, esa es la estación del año donde el consumo de electricidad aumenta y más se requiere del abastecimiento del gas natural proveniente de Rusia. En adición, vocerías del sector educación de Suecia alternaban su preocupación por el alto costo de los alimentos producto del proceso inflacionario en desmedro de la calidad nutricional del almuerzo escolar básico para millones de familias de economías necesitadas, no solo en Europa si no en todo el planeta.

¿Cómo llegamos a dónde estamos? 

La polarización de la sociedad chilena es convulsiva y profunda. Lo cierto es que, en la presente coyuntura, existen dentro del país realidades sociales abismales. Su origen se deriva de factores tales, como la creciente incierta de violencia armada y destrucción por parte, de un segmento de la población de los pueblos originarios de la región sur ante reivindicaciones históricas, según ellos y, ahora sorpresivamente, también los pueblos ancestrales de la zona norte se suman a estos ruegos. Asimismo, tampoco se puede soslayar el efecto que ha tenido la política migratoria de los últimos tres lustros, creando otro núcleo social que representa alrededor del 9 % de la población total del país (1,5 M.), según datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE). Además, un alto porcentaje de este grupo sobrevive en sórdidas condiciones, profundizado la crisis social.

No hay que ser astrofísico para entender que, en este universo de infortunios, antípoda al jardín de Epicuro, donde se encuentra sumido un vasto porcentaje de la población nacional ante la falta la de oportunidades, se desencadene una fértil incubadora de delincuencia. 

Tampoco sería objetivo atribuir toda la responsabilidad sobre las desigualdades de clase a la Constitución militar de 1980, cuya autoría e ideología corresponde al señor Jaime Guzmán Errázuriz. De todos modos, se puede indicar que dicho texto constitucional contradice la filosofía de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU y, se asemeja más al vetusto texto de la Carta Magna inglesa, proclamada por el rey Juan I en la ciudad de Runnymede el 15 de junio de 1215, que fue llamada –Carta magna de las libertades. Tan arbitrario fue el ensayo constitucional que se transforma en letra muerta antes de nacer, provocando, además, el conflicto armado denominado: –La guerra de los barones.

Es aquí donde hay que poner mucha atención, puesto que la historia política nos enseña que las tareas mal hechas en administración pública convergen, casi siempre, en manifestaciones de repudio, huelgas, sublevaciones y hasta conflictos armados innecesarios, poniendo en peligro la democracia. 

Sobre el texto constitucional vigente se puede afirmar que, por su contenido explícito en beneficio de mínimos y provisto de un cerrojo de mil combinaciones (es decir, de un quórum calificado extremadamente amplio) impide cualquier reforma a su contenido de fondo, y ha sido el último agravante en un contexto social que tiene vigencia política desde los años 30 del siglo pasado. 

En 1938 durante la campaña por la presidencia de la República de Pedro Aguirre Cerda con la coalición de partidos políticos, de izquierda y centroizquierda, acompañado de asociaciones gremiales y federaciones estudiantiles, llamado: –Movimiento Popular, hace de las dificultades sobre las desigualdades sociales el eje principal de su campaña. A principios de los años 60, el tema nuevamente vuelve a recobrar validez ante las inequidades sociales inaceptables de la época y es la Iglesia Católica con la ayuda del programa Alianza para el Progreso de los Estados Unidos de América, quien asume el liderazgo y dispensa parte de su patrimonio agrario en favor del campesinado.  

Loable hito histórico que presiona al presidente del gobierno conservador Jorge Alessandri Rodríguez, quien se ve obligado a promulgar en el mes de agosto de 1962,  la primera Ley de Reforma Agraria No 15.020; legislación que incluye hasta el registro de tierras indígenas. En el año 1964, esta empresa social la asume en pleno el gobierno de la Democracia Cristiana del presidente Eduardo Frei Montalva, con el proceso de Reforma Agraria. 

Han pasado cerca de los cien años desde el inicio del Movimiento Popular sin lograr mejora alguna a esta insostenible situación. En este mismo orden, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en su estudio “La estratificación social chilena hacia fines del siglo XX”, de los autores Arturo León y Javier Martínez, con data de agosto de 2001, concluye:

La superposición de distribuciones concentradas del ingreso y de las oportunidades educativas, aún en el contexto de crecimiento acelerado de las respectivas masas disponibles, apuntan hacia una persistencia de las desigualdades interclasistas y hacia el probable resurgimiento de pautas tradicionales de acción conflictiva de enfrentamiento de intereses, más que al surgimiento de formas de ciudadanía igualitaria capaces de cimentar nuevas relaciones de solidaridad social. 

Es decir, que desde el año 2001, la CEPAL advierte sobre disturbios sociales producto de inequidades que datan de antaño. 

Relacionado con este tema, el profesor James A. Robinson de la Escuela de Gobierno de la Universidad de Harvard, en una entrevista al periódico La Tercera con fecha 9 de septiembre de 2013 afirma: “En mi visión el impacto de la economía en la época militar ha sido sobredimensionado. – – ¿Por qué Chile es pobre comparado con Norteamérica? – – Es porque fueron las instituciones económicas las que bloquearon las oportunidades de muchas personas en la sociedad chilena. – – Una cosa obvia de hacer sería que finalmente enviaran la constitución militar al basurero de la historia”. –

La inercia política forzada por el quórum calificado culmina provocando el espontáneo estadillo social del 18 de octubre de 2019, que pone en la agenda política, como prioridad y urgencia, el tema de las desigualdades en el país. La erupción social es de tal magnitud que acorrala al Gobierno del expresidente Sebastián Piñera Echeñique, el cual ya se encontraba no solo sitiado sino también dividido en su interior y con bajos índices de popularidad en la opinión pública por su lentitud en la toma de medidas sobre la pandemia con relación a las ayudas económicas de emergencia que requería la mayoría de la población. Así, el Gobierno se ve forzado a introducir con apremio y de manera improvisada un nuevo programa denominado: Agenda Nueva, con el fin de afrontar el descontento generalizado de la población en un clima de hostilidad, violencia, destrucción y anarquía sin precedentes en la historia moderna del país. 

A consecuencia del evidente clamor popular por un necesario y perentorio giro en el componente social a través de una nueva Constitución, el 15 de noviembre de 2019, en un acuerdo entre el Gobierno y el Congreso Nacional, refrendado por la mayoría de los partidos políticos con representación parlamentaria, se pacta la convocatoria a un plebiscito nacional para el mes de abril de 2020, luego reprogramado para octubre de ese mismo año a raíz de los estragos de la pandemia. Este plebiscito tuvo como objetivo definir si finalmente se redactase o no una nueva constitución y qué mecanismos serían utilizados para ello. 

Los resultados del plebiscito del 25 de octubre de 2020 fueron contundentes para la opción Apruebo, que obtuvo casi el 80 % de los sufragios en unas de las votaciones con mayor participación ciudadana en la historia de Chile. Los resultados evidentes y mayoritarios de los chilenos recalcan la urgente necesidad de redactar un nuevo texto constitucional. 

En consecuencia, el plebiscito constitucional denominado de salida, que se celebrará el próximo 4 de septiembre, tiene como objetivo aprobar o rechazar como eslabón final el nuevo texto constitucional propuesto por la asamblea constituyente. Esta convocatoria democrática se desarrollará en un ambiente de irracional confrontación, nada acorde con el ánimo democrático que tiene este hecho histórico, 

Para ser un buen capitalista hay que ser un buen socialista o viceversa…

Puede sonar una locura a los oídos de cualquiera, pero no lo es. Las concertaciones económicas, políticas y sociales de principios del siglo pasado en Europa del norte se basaron en el sentido común, anteponiendo los intereses particulares para alcanzar una mejor nación, quizás no por noble gratitud humana de compartir, sino por la imperativa necesidad de mantener un orden social en paz, que propiciara el desarrollo económico de manera expedita. Es decir, un ganar-ganar.

¿Dónde se encuentran esas sociedades el día de hoy? A años luz de las nuestras en todos los sentidos, ricas en todas las acepciones de la palabra, con el orgullo de ser un modelo social que ha contribuido al bienestar de todos. 

Los apremios y las improvisaciones son el peor enemigo de lo bueno y en materia política la peor torpeza, lo cual queda en evidencia en Chile. 

El estallido social del 18 de octubre de 2019 descolocó no solo al Gobierno del expresidente Sebastián Piñera Echeñique, sino también a toda la elite política nacional. Se desencadenó tal urgencia en ellos que se lanzan sin paracaídas a un ejercicio constituyente sin tomar en cuenta su complejidad. Es decir, que la redacción de un texto constitucional toma tiempo y lo más grave, olvidando por completo la tarea más importante que se requiere como antesala a su ejecución: establecer mínimos comunes a través de un acuerdo o concertación política, social y económica donde el interés supremo sea el bienestar para todos los chilenos, sin excepción. 

Debido a las exigencias por dar respuestas a las complejas circunstancias del momento, este ejercicio no se realizó y ahora, a días de que se celebre la consulta ciudadana, los políticos chilenos, corriendo a trastabillas, tratan de realizar los quehaceres que no se llevaron a cabo en el momento único y propicio que prestaba todas las condiciones para haber consumado una concertación genuina para Chile. Se perdió la gran oportunidad.

Sucede ahora que los políticos, comunicadores y otros actores sociales, se encuentran no solo más polarizados que antes de este llamado democrático, sino también aturdidos. (A lo mejor todavía, puede ser, no se entienda que este no es un proceso de origen demagógico o de ¿quién sabe más?, absolutamente NO, estamos frente a un profundo problema social y que con palabras no se va a solucionar este impase histórico). He usado de manera premeditada la palabra aturdido debido a la bulla que se creó alrededor de su uso en semanas pasadas, pero no era una palabra equivocada. Lucen desconcertados, confundidos, sobre el verdadero trasfondo de la crisis, que busca respuestas inmediatas a las necesidades de la población. 

Lo cierto es que es necesario dar respuestas de emergencia a las penurias de la gran mayoría de los chilenos, antes que se pinche la caldera y un nuevo estallido social sea aún más destructivo para la sociedad chilena.

Ahora, viene la gran pregunta: 

¿Quién gana con el plebiscito de salida del próximo 4 de septiembre?

Para poder contestar a esta pregunta, dada la trascendencia que revierte esta justa cívica para el futuro del sistema democrático chileno, se deben tener presentes las acepciones 3, 7, 9 y 10 Tr. sobre la etimología del verbo ganar según la Real Academia Española (RAE).

La RAE nos enseña que las acepciones 3 y 7 Tr. del verbo ganar son definiciones sobre su uso aritmético y las 9 y 10 Tr. hacen referencia al espíritu filosófico positivista del verbo.

Es obvio que la definición del verbo, desde el orden aritmético, se va a cumplir y por supuesto, alguna de las dos opciones obtendrá un puñado de votos más que la otra como derivación de la cita del día 4 de septiembre. 

Sin embargo, esto no es un concurso aritmético ni una posta de cien metros donde se gana por la mínima diferencia y ahí acabó la competencia, sino que se trata de una cuestión sociopolítica de envergadura insospechada para los días posteriores, una vez conocidos los resultados de la convocatoria. Es aquí donde los asertos filosóficos que nos enseña la RAE sobre el verbo ganar no se consumarán con el propósito del plebiscito de salida. 

Dicho de otro modo, no habrá un ganador contrario sensu, solo perdedores y la crisis actual se agudizará aún más. ¿Hasta qué niveles? Con el ánimo de ser positivo (juguemos al iluso) respondamos a esta pregunta con la siguiente frase:  no es posible visualizarlo hoy.

En el supuesto de que gane la opción Rechazo los escenarios previsibles tienen que ser revisados:

  1. El Gobierno convocará ipso facto un nuevo proceso constituyente, alargando aún más la crisis actual. Parecería que, para bien o para mal, es el único camino para poder seguir con este proceso, por lo que no le quedaría otra alternativa. 
  2. Igualmente, suena en la esfera gubernamental como otra posibilidad, el desarrollo de un nuevo proceso de redacción sin convocar a un nuevo proceso constituyente.
  3. Asimismo, ahora también se han sumado voces desde la oposición que indican que cuentan con la mayoría legislativa necesaria para llamar a un nuevo proceso constituyente.

De ganar la opción Apruebo parece claro que no se trataría de que el presidente Gabriel Boric Font envíe el texto al Congreso Nacional para la promulgación de una nueva Constitución con el texto tal y como está redactado hoy día, por ningún motivo, caeríamos de nuevo en otro texto fallido. E l Gobierno tendrá la difícil tarea de negociar con su coalición los artículos que se encuentran en discordia con la hoy oposición tarea que está en proceso y que ha generado cierta división en el seno del bloque de gobierno.

Construir la democracia juntos

En conclusión, -Los seres humanos, materialmente y de manera absoluta e indivisible, requieren de oxígeno, nutrición en cantidades suficientes, agua y, desde luego, un ecosistema saludable para su subsistencia. En lo espiritual, los seres humanos, para reconocerse como tales, demandan de una vida en circunstancias íntegras. La necesidad de una nueva Constitución en Chile es impostergable. Esto no significa que, a cualquier precio, ora que debe ser un texto que recoja de manera ética y ecuánime las necesidades actuales y futuras de la sociedad chilena en su conjunto. 

El joven presidente Gabriel Boric Font nació el día 11 de febrero de 1986, y ha gobernado el país por 157 días. La edad promedio de los integrantes de las dos cámaras legislativas del país es de en torno a los 45 años, es decir, ellos no tienen responsabilidad política alguna sobre el texto constitucional de 1980, menos en la diatriba social de desigualdades sociales que tiene antecedentes centenarios. No obstante, si tienen el encargo político por lo que fueron elegidos y el deber ético y moral inexcusable de contribuir a concebir una nueva Constitución y en el paralelo inmediato trabajar para mejorar la condición de subsistencia en que viven millones de chilenos.  

Sumar, adherir, incorporar, en fin, fusionar, todas las buenas voluntades las cuales hay a caudales (y si las hay, en plena destrucción y quema del país durante el estadillo social de octubre de 2018, el presidente de unos de los grupos empresariales más importante del país salió en un intento de contribuir al atajo de la anarquía reinante, manifestando, que en su grupo de empresas ningún trabajador tendría una remuneración mensual menor a equis…)  el país en todas las esferas de la vida nacional con el firme propósito de alcanzar un genuino acuerdo nacional que permita un accionar político expedito en beneficio de todos, si no queremos una segunda: guerra de los barones.

Estoy convencido que nadie y de ningún sector pretende profundizar la división de la sociedad chilena, por el contrario, la gran esperanza es volver a la senda de una democracia pacífica y justa. Si sabemos leer los signos de los tiempos y responder a ellos lograremos avanzar en esta difícil y permanente tarea de construir la democracia juntos y de hacer posible, para las mayorías, la esperanza.

Germán Toro Ghio

Karlstad, Suecia

27 de agosto de 2022