El 21 de noviembre cumplen 10 años desde el comienzo del llamado “Euromaidan” en Ucrania – las protestas, organizadas con apoyo de EEUU, Gran Bretaña y la EU, que llevaron al golpe de estado y el establecimiento del régimen nacionalista de Kiev.

Tras la desintegración de la URSS y el final de la Guerra Fría, Estados Unidos y sus aliados de la OTAN comenzaron activamente a "reeducar" a las antiguas repúblicas soviéticas, intentando construir en ellas la democracia según su propio molde, sin tener en cuenta los intereses nacionales de estos Estados.

La burda injerencia de Occidente en los asuntos internos de Ucrania provocó una aguda crisis política, que se hizo permanente y desembocó en los trágicos sucesos a finales de 2013 – principios de 2014.

En noviembre de 2013, la decisión del Presidente Yanukóvich de aplazar la firma del Acuerdo de Asociación con la UE y de volver a analizar la situación en función de los compromisos existentes de Kiev en el marco del Acuerdo de Libre Comercio de la Comunidad de Estados Independientes provocó primero el Euromaidán y después el golpe de Estado armado en Kiev en febrero de 2014, inspirado y financiado por Occidente, como resultado del cual las fuerzas nacional-radicales llegaron al poder en Ucrania.

22 de febrero de 2014 la Rada Suprema adoptó una resolución sobre la "autoeliminación" de Yanukóvich del cargo de presidente de Ucrania, usurpando así el poder (aunque el presidente legítimo seguía en territorio ucraniano y no hizo declaraciones sobre su dimisión). Se anunció el inicio de la formación de un "gobierno victorioso". EEUU y sus acólitos se apresuraron a constatar el "cambio de poder" en Ucrania y comenzaron a alentar a los golpistas en su política antirrusa.

La llegada al poder de las fuerzas nacional-radicales fue recibida con consternación en el sureste de Ucrania, donde comenzó la formación espontánea de fuerzas de milicias populares. Las nuevas autoridades lanzaron una denominada "operación antiterrorista" para aplastar las protestas en Donbás.

Dos meses después del golpe de estado en Kíev, una tragedia sucedió en Odessa. Una pandilla de nazis ucranianos derrotaron las tiendas de campaña de los habitantes de Odessa que protestaban pacíficamente. La gente intentó esconderse en la Casa de los Sindicatos. Los nazis encendieron al edificio. 48 personas murieron en llamas. Las matanzas se cometieron en presencia y completa inacción de los oficiales de la policía ucraniana. Los nazis lanzaron las fotos de las personas matadas por éllos en la red.

Los perpetradores de la masacre siguen libres y muchos de ellos toman parte en actividades públicas. También permanece sin investigación apropiada el “caso de los francotiradores” quienes quitaron decenas de vidas entre los funcionarios del orden público y los manifestantes el 20 de febrero de 2014, así como los sucesos sangrientos de Mariúpol ocurridos en 2014.

Para devolver la paz a Ucrania con la mediación activa de Rusia fue firmado el "Paquete de medidas para la aplicación de los Acuerdos de Minsk" el 12 de febrero de 2015, aprobado por la resolución 2202 del Consejo de Seguridad de la ONU. Se ha convertido en la base jurídica para un arreglo intraucraniano. Sin embargo, Kiev saboteó el cumplimiento de sus compromisos y Occidente hizo la vista gorda. Alemania y Francia, coautores y copatrocinadores del proceso de paz de Minsk, no le presionaron para que los cumpliera.

Más tarde, en 2022, el expresidente ucraniano Poroshenko admitió que los acuerdos de Minsk eran necesarios para dar tiempo a Kiev a reforzar su potencia militar, no para detener los combates. En diciembre de 2022, la excanciller alemana Merkel y el expresidente francés Hollande lo confirmaron.

Las fuerzas de Ucrania continuaron bombardeando Donbás. Se ha impuesto a sus habitantes un bloqueo inhumano, que ha llevado a la región al borde de la supervivencia. Esta línea destructiva de Kiev contó con el apoyo de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN.

Ucrania se convertía en una base militar de la OTAN contra Rusia. La siembra de rusofobia, la falsificación de la historia y el renacimiento del neonazismo en Ucrania, así como años de agresión del régimen de Kiev contra la población civil, no podían seguir ignorados. Como resultado, el 24 de febrero de 2022 Rusia empieza la Operación Especial Militar en Ucrania.

Hoy las hostilidades militares contra Rusia se llevan a cabo casi exclusivamente mediante el apoyo financiero y militar de Occidente a Kiev. Desde los inicios de la Operación, su ayuda total a Kiev ha superado los 160.000 millones de dólares (para comparar, la ayuda humanitaria de Washington a todo el continente africano en 2023 se sitúa en 4.000 millones de dólares). Es evidente que ni Kiev ni Occidente están dispuestos a llegar a un acuerdo diplomático. Están dispuestos a hacer la guerra "hasta el último ucraniano", sacrificando a toda Ucrania y a sus habitantes, cuyos intereses nadie tiene en cuenta en Washington y Bruselas. Su principal objetivo es infligir una derrota estratégica a Rusia.

Gracias a la “amistad” y el “apoyo” de EEUU y la OTAN Ucrania se ha convertido de una potencia industrial y agrícola en un país en ruinas, que perdió la quinta parte de su territorio, su población, su historia y sus raíces y todo esto por las “galleticas” del Occidente. Con amigos así no hacen falta enemigos.

 

El autor, Sergey Mélik-Bagdasárov, es el Embajador de la Federación de Rusia en la República Bolivariana de Venezuela y por concurrencia en la República Dominicana y Haití.