Décadas de incumplimiento con el pueblo, y el juego de la estafa vulgar de los recursos del Estado para el beneficio particular, ya tiene fecha de expiración.
Incredulidad, según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, es escepticismo, desconfianza, suspicacia, sospecha, recelo, duda. En la República Dominicana se percibe, en efecto, una atmosfera sombría y peligrosa que ha cubierto como techo al pueblo dominicano.
Las reacciones a las últimas declaraciones del gobierno sobre la ya sabida, con nuevo nombre de “Ley de modernización fiscal”, y bonito que le quedó también, no han tardado en emerger. Con justa razón, pues no deja de ser una pura y simple búsqueda de recursos a costa de nuestros bolsillos (una tomadura de pelo más). ¿A quién le duele esta situación?… pues claro a nosotros, ¡los tontos!
Nos cambian los nombres, para llamar a las cosas de otra manera; y ver si, caemos en otro engaño. De más es sabido, hasta el cansancio, que hemos depositado confianza de manera extrema en nuestro sistema de gobernanza, creyendo que cada cuatro años el país puede tener algún cambio para un mínimo de beneficio para cada uno de nosotros, los que componemos la República Dominicana.
La discriminación del Estado es tan pronunciada que hace solo énfasis, y aplica puntualmente su presunta preocupación en la clase pobre. Desde luego, el populismo hay que cuidarlo con dádivas resueltamente ridículas y misteriosas.
La tontocracia sabe que los pobres son los más. De ahí nace la demagogia de nuestros gobernantes y políticos. La gente de ese sector depauperado, producto de necesidades perentorias y capacidades cognitivas disminuidas, son utilizados y aprovechados para propósitos abyectos de este clan político cada vez más desdeñable.
Esta reforma impositiva fiscal abrupta, incómoda, poco prudente e injusta, tiene ahora el argumento más tonto que jamás pudiera ocurrírsele a nadie. Creo, sin más, que el gobierno debe hacer un ejercicio de buscar en las publicitarias los talentos creativos adecuados para innovar e intentar justificaciones más convincentes.
Es imposible creer, a estas alturas de la historia democrática dominicana, que los recursos a recaudar mediante esta reforma serán devueltos en bienes y servicios, y que ahora es cuando vamos a tener el país que queremos… Me pregunto, ¿esto es mito o verdad? ¿Estamos soñando, tal vez? ¿Podemos creerle a algún político esta blasfemia o injuria? ¿Estamos tan embobecidos que hasta podamos llegar a creer algo así? Nunca la mentira ha estado tan a la orden del día como ahora.
Ante nuestros ojos se desplaza la realidad de nuestro país, de manera muy gráfica, palpable. Una verdad imposible de ser soslayada, en presencia. ¿Será que piensan que estamos ciegos como los seis personajes anónimos de la obra Ensayo sobre la ceguera de José Saramago? ¿Será que son insuperables la incapacidad del ser humano para sentir compasión hacia el otro, el egoísmo, y la necesidad de tener un jefe que dirija nuestros destinos?
¡Qué paradoja…!
Hacernos creer lo impensable.
Nunca, en los años de supuesto estado de derecho, hemos tenido un sistema de salud adecuado.
Nunca hemos tenido, en democracia, un sistema educativo eficiente.
Nunca hemos tenido un país seguro, en el que los ciudadanos puedan confiar en los cuerpos de seguridad ciudadana.
Nunca hemos tenido un gobierno municipal que resuelva el problema de la basura en las calles.
Nunca hemos tenido una justicia al servicio de principios morales fundantes, al servicio del derecho y de la equidad.
Nunca se ha aplicado como corresponde la ley migratoria.
Nunca hemos tenido democracia sin corrupción.
Nunca hemos tenido políticos presos por ladrones.
Nunca han devuelto lo robado.
Nunca, nunca.
¿Y quién no sabe ya, que se va al gobierno a hacer negocio?
La tontocracia tiene un límite y fecha de caducidad. La gente se jarta y el sistema se quiebra. Se desmorona la historia y el sacrificio de cientos y, tal vez, miles de hombres y mujeres que han tratado de formar Estados en los que todo pertenezca a todos con racionalidad.
Otra perla que nos lanzan las autoridades que nos gobiernan es que “todos tenemos que sacrificarnos y aportar…”, y yo me pregunto, y sé que también muchos más, pues como dejó escrito Maquiavelo: Puedes decir lo que quieras y encontrarás por lo menos tres que te crean, ¿y el sacrificio no debe comenzar desde el gobierno?
El ejemplo comienza por casa.
La escoba debe barrer bien desde las altas cumbres hacia los restantes estratos de la sociedad. Por ejemplo:
Recortar los gastos de nuestros funcionarios.
Recortar el derroche de presupuestos de miles de millones de las campañas electorales.
Recortar los gastos de representación, en restaurantes, viajes, anillos; las exoneraciones, los viáticos, y un etcétera muy largo.
Recortar salarios de super lujo de algunos funcionarios.
Recortar las botellas, botellones, vasos y barrilitos.
Recortar los eventos suntuosos.
Recortar sueldos del servicio exterior.
Asegurarnos de que los recursos destinados a salud y educación den prioridad a nuestros ciudadanos.
Recortar, recortar, recortar tantas cosas…
La lista es larga. ¿A qué se refiere el equipo de gobierno con aquello de que todos trabajemos juntos y asumamos como iguales la situación fiscal? ¿A cuál igualdad se refiere? El pueblo ha sido desde siempre el sacrificado. ¿Nos podrían dar, al menos, un mejor argumento?
Los tontos ya somos muchos, pero podemos dejar serlo en cualquier momento, y poner al país en una situación peligrosa, lo que suele ocurrir cuando un pueblo decide que no mas mentiras y opresión.
Acabamos de salir de una contienda electoral en la que mucha juventud emergente y personajes con caras nuevas mostraron interés en hacer carrera política y dirigir la cosa pública. Esta es una gran oportunidad para conocerlos mejor, y no en una valla con sonrisa congelada y trajes de doble fondo, y apariciones puntuales, solo en contiendas electorales. Compromiso, entrega, lucha. Discursos plenos de ideales, aferrados a los verdaderos intereses de la gente, y a posibilidades más creíbles que las existentes.
Definitivamente, lo que vemos en el panorama del posible relevo político es un desfile de caras duras con disfraz de supuestas inocentes mariposas, que igualmente tratan de engañarnos, y que tan pronto como puedan se integrarán a la estructura habitual de poder, para beneficiarse.
Quedamos a la espera de quienes sientan en su mundo interior el llamado al servicio de los mejores intereses de la Nación en su conjunto, sin discriminación de ningún tipo, a los que no muevan meras aspiraciones con propósitos netamente populistas.
“El que engaña encontrara siempre quien se deja engañar”. Nicolás Maquiavelo