El 16 de enero de 1844 un grupo de hombres de la parte este de la isla La Hispaniola (“Parte Este”) emitió el manifiesto por medio del cual pronunciaron los motivos que le llevarían a separarse (posterior y formalmente el 27 de febrero de 1844) de la República de Haití (“Manifiesto”). Hasta la separación de Haití (“Separación”), Haití -convertido en país independiente en 1804- había dominado y gobernado en la Parte Este durante 22 años.
Para entender el 27 de febrero de 1844 hay que remontarse a 1821. El 1º de diciembre de 1821 se proclamó la Independencia efímera, la cual fue concebida por el patricio José Núñez de Cáceres. Dos meses después (el 9 de febrero) se produjo la entrada de Gral. Jean Pierre Boyer y sus hombres a Santo Domingo. El Gral. Boyer, entonces presidente de la República de Haití, se hizo acompañar de un contingente de 12,000 hombres armados. La ocupación del ejército haitiano no encontró resistencia del recién constituido Haití Español y, de hecho, las llaves de la ciudad les fueron entregadas al Gral. Boyer por el propio Núñez de Cáceres.
No obstante, no puede hablarse de ‘contrato social’ entre la República de Haití y la Parte Este. Lo anterior en razón de que la puesta a disposición del Haití Español en favor de la República de Haití se debió a circunstancias forzosas. Entre estas podemos citar (i) la falta de respuesta del Libertador Bolívar a la solicitud de incorporación del Haití Español al proyecto de la Gran Colombia, formulada por Núñez de Cáceres y (ii) la concreta e indiscutida superioridad del ejército haitiano (ya plenamente consolidado bajo el mando del Gral. Boyer) respecto de las fuerzas del recién nacido Haití Español.
Si bien no se proclamó monarca, el Gral. Boyer gobernó como tal y, en ojos de los separatistas, resultaba un tirano que les rigió despóticamente durante casi 22 años. La forma de gobierno del Gral. Boyer hace sentido histórico si tomamos en cuenta el escenario en el que alcanzó el poder. Después de la revolución haitiana de 1804, el alto liderazgo haitiano conformado por Alexander Pétion, de una parte, y Henri Cristophe, de la otra, pugnaba -además de por el poder político- por la forma de gobierno a ser instaurada. Petión se auto-proclamó presidente vitalicio de la parte sur de [la República de] Haití, mientras que Cristophe terminó proclamándose rey de [la parte norte de] Haití. En 1818 el Gral. Boyer sucedió a Pétion y, con el suicidio de Cristophe y el asesinato de parte de su descendencia, tomó la parte de norte de Haití, unificando las partes norte y sur en la República de Haití. Así, el Gral. Boyer no era monarca absoluto en sí mismo, pero era el heredero político (vitalicio) de un presidente vitalicio y un rey (evidentemente también vitalicio) que conjugó y consolidó los poderes de ambos.
Los separatistas tomaron la resolución de independizarse impulsados por “veintidós años de opresión y oyendo de todas partes las lamentaciones de la patria”. Recalcan el carácter tiránico del Gral. Boyer cuando afirman que “muy pronto, mirando a través del velo que escondía sus perniciosas intenciones, se descubrió que se había entregado el país a su opresor, ¡a un tirano feroz!” A partir de allí señalan parte de los hechos que configuran las ‘innumerables privaciones’, promovidas por la ‘administración corruptora de Boyer’ (y más adelante, a partir de 1843, por Charles Riviére-Herard), que los movieron a constituirse en Estado libre y soberano.
Entre estas innumerables privaciones citan (i) trato más riguroso que ‘a un pueblo conquistado por la fuerza’, persiguiéndoles, saqueándoles y reduciéndoles ‘al estado de servidumbre’, (ii) imposición de la deuda, ascendente a 150 millones de francos, asumida por Haití para su independencia de Francia, la cual -según el Manifiesto- los habitantes de la Parte Este no habían contraído; (iii) sometimiento a ‘los calabozos de Puerto Príncipe de los más ardientes ciudadanos de Santo Domingo’; (iv) mantenimiento de la base impositiva preexistente y aumento de los impuestos; (v) establecimiento (y mantenimiento por Riviére-Herard) de un sistema monetario carente de garantía alguna, el cual ‘prepara la ruina de los pueblos’; y (vi) permanencia de una Constitución ‘mezquina que nunca hará honor al país’. Además, los separatistas plantearon dos situaciones relativas a la falta de representatividad de los habitantes de la Parte Este en los procesos legislativos (el hecho de que el comandante Hérard-Riviere hubiera instaurado un gobierno ‘sin forma legal y donde no estaba incluido habitante alguno de esta parte’ y el hecho de que la constitución haitiana de 1816 hubiese sido dada a un país que ‘no la necesitaba y no había nombrado a sus diputados para discutirla’).
Un aspecto importante versa sobre las costumbres (a las cuales el Manifiesto alude) y los dos elementos sustanciales de herencia española en la Parte Este: el idioma y la religión. El Gral. Boyer (i) prohibió el uso del castellano en documentos oficiales, (ii) confiscó bienes de la Iglesia Católica (a la cual -en ojos de los separatistas- vilipendió), (iii) impuso educación laica obligatoria (con autorización estatal previa) y (iv) retiró los sueldos estatales percibidos por sacerdotes y ministros católicos. La religión católica era vista por los criollos como una herramienta de bondad, equilibrio y paz social. Los ultrajes del Gral. Boyer, sobre todo los vinculados a las vulneraciones a la libertad personal y derecho a la propiedad, así como a importantes símbolos de la cultura española, azuzaron los sentimientos independentistas y propiciaron el nacimiento de nuestra hoy República Dominicana.