El Ministerio Publico continúa navegando en aguas turbulentas, ahora trata de pescar moluscos cefalópodos de la variedad gigante y lanzó la "operación Calamar" para atraparlos.
A un grupo de personas afines a los primeros apresados en la mencionada operación no les ha gustado el proceder de los fiscales y dicen que esa fijación con los ex funcionarios del gobierno de Danilo Medina no tiene otro propósito que desacreditar su labor y facilitar la reelección de Luis Abinader, ya que no se persigue a quienes fueron colaboradores de Leonel Fernández, Hipólito Mejía, ni a los miembros de este gobierno donde, según ellos, existe mucha tela por donde cortar. Creo que el orden de los factores no altera el producto y que en cualquier momento podrían iniciarse otros procesos que involucren a quienes esos comentarios señalan.
La realidad del caso es que en nuestro país la corrupción se ha convertido en sistémica, una hidra de siete cabezas que por donde quiera asoma. Controlar este flagelo no es tarea fácil, por eso admiro y respeto a quienes se dedican a ello de manera seria y responsable, poniendo en riesgo su tranquilidad y la de sus familias.
Antes resultaba muy difícil detectar asociaciones entre contratantes y contratados, así como saber el monto recibido por la concesión de un permiso, la aprobación de una compra, un contrato, la gestión de un pago, etc., hoy la informática y el terror de terminar en la cárcel que algunos tienen facilitan la obtención de esas informaciones.
Las señaladas prácticas de corrupción antes no implicaban ningún riesgo para quienes las cometían; pruebas al canto, los sometimientos a la justicia de funcionarios públicos y políticos fueron muy pocas y selectivas y las condenas no se produjeron, a pesar de los súbitos cambios de estilos de vida y el ofensivo y público derroche de que hacían gala algunos de ellos. Hoy en día, los hechos indican que el que la hace corre un gran riesgo de pagar por sus hechos, única manera de controlar esa plaga que afecta a la República Dominicana y que en los últimos tiempos había sobrepasado la etapa de los sobornos y comisiones, para convertirse en un entramado de intereses en donde se mezclaban iniciativas empresariales, tráfico de influencias y las más variadas prácticas para desfalcar al Estado.
Ahora bien, es evidente que tenemos un profundo problema que afecta a nuestra sociedad, una deficiente educación y un consumismo desenfrenado; mezcla que lleva a muchos a creer que llegar a una posición pública es la oportunidad de su vida y que si no la aprovechan es un pendejo. A otros, a pesar de tener buena posición económica, el poder los enloquece y pierden el rumbo cometiendo hechos que desde su particular punto de vista no son incorrectos, y la gran masa carente de casi todo, con innumerables necesidades insatisfechas, que se agarra hasta de un clavo ardiendo.
Por esas razones, es que cada cierto tiempo aparecen algunos individuos, a veces de izquierda, otras de derecha, unos con estilos liberales y otros autoritarios, que se presentan como los salvadores del mundo, con planes muy fáciles de vender, pero muy difíciles de ejecutar, que una vez llegan al poder en la mayoría de los casos sumen a sus países en el caos económico, acompañando ese desastre con una pérdida de libertades y un debilitamiento de la institucionalidad. Por eso es que escuchar esos cantos de sirena es muy peligroso.
Aquí en nuestro país, aunque las aguas se enturbien con la tinta que expelen los calamares cuando están en peligro, tenemos que admitir que en materia judicial hemos avanzado. La Procuraduría está haciendo lo que la Ley le ordena. Queda en mano de los acusados y sus abogados demostrar su inocencia. Independientemente de lo que digan las redes, este es el procedimiento que se tiene que cumplir y el que los ciudadanos conscientes tenemos que apoyar.