La teoría del etiquetado tiene como finalidad el estudio de la definición del delincuente y los efectos del etiquetado: la estigmatización del desviado y la alteración sustancial de su identidad (García Pablos de Molina, 2003). De conformidad con dicha teoría, en lugar del estudio de las causas del comportamiento delictivo y la etiología, deben analizarse la criminalización, los mecanismos de control social formal e informal y la reacción social. En consecuencia, debe ser objeto de análisis cómo ciertas conductas desviadas son penalizadas con mayor rigor sobre clases marginales y desventajosas, rotulándolo de delincuentes.

García Pablos de Molina (2003) expresa que “en consecuencia, al problematizarse y relativizarse la propia definición de “delito”, el análisis se desplaza de la persona del autor o del hecho mismo a los procesos sociales de criminalización; esto es, a los procesos de definición (criminalización primaria) y de selección (atribución del status criminal), y al impacto que en la identidad del desviado produce su etiquetamiento como tal (desviación secundaria).”

De manera que la teoría en cuestión se preocupa por la definición del delincuente considerándolo no como un fenómeno ontológico, sino definitorial (Herrero, 2007). En dicho caso, se sostiene que la criminalidad es creada por el control social (Policía, fiscalía, judicatura, etc.). (García Pablos de Molina, 2003).

Becker, citado por Cid y Larrauri (2001), enfatiza que “desde este punto de vista, la desviación no es una cualidad del acto que la persona realiza, sino una consecuencia de la aplicación de reglas y sanciones que los otros aplican al “infractor”. El desviado es aquél a quien se le ha aplicado con éxito la etiqueta; el comportamiento desviado es aquél que la gente define como desviado”.

Lo que postula la teoría del etiquetado, básicamente, es que la criminalización es creada por el control social y por algunos grupos poderosos que les interesa criminalizar ciertos comportamientos atendiendo a ideales moralizantes y de esta forma, seleccionar y etiquetar a un sector desfavorecido.

Herrera (2007), citando a Becker, señala que “los grupos sociales crean la desviación mediante la elaboración de normas cuya infracción constituye esa desviación, mediante la aplicación de tales normas a los individuos y mediante el etiquetamiento (“labeling”) de los mismos como desubicados (“outsiders”).”

En adición, establece que el ingreso en el sistema penal, la adscripción de la etiqueta y su exposición a la subcultura, por el hecho de compartir con otros delincuentes, favorece o refuerza el autoconcepto de la persona como delincuente, lo que resultaría en desviación secundaria, es decir, el desarrollo de una carrera delictiva.

En este sentido, señalan Garrido y Redondo (2013), que “la teoría (del etiquetado) señala que cuando se produce una desviación primaria, o infracción inicial, y el individuo es etiquetado como desviado/delincuente, a lo que suele seguir consecuencias legales (prisión, etc.), se desencadenarían dos procesos interrelacionados: 1) se reforzaría el autoconcepto del sujeto como desviado/delincuente; y 2) aumentaría su exposición a contextos subculturales, por el contacto forzado con delincuentes, lo que incrementaría las oportunidades y modelos delictivos”.

Esta teoría propone estrategias de prevención encaminadas a reducir las tasas de criminalidad y posible reincidencia, sugiriendo la descriminalización, es decir, menos delitos en el Código Penal, recurrir a las penas alternativas, una justicia restauradora, favorecer la mediación entre víctima y ofensor. (Larrauri, 2018).

Las principales críticas que se formulan sobre esta teoría es que sus planteamientos, más que formular postulados atendiendo a una base empírica, se presentan con una clara base ideológica.

Referente al escaso sustento empírico, señalan Cid y Larrauri (2001) que “AKERS sostiene que esta hipótesis no ha sido confirmada puesto que si se mantienen constantes las variables de características personales, sociales y tipo de delito, el hecho de que hayan sido arrestadas y condenadas tiene poca incidencia independiente en su futuro comportamiento delictivo. AKERS no duda del impacto negativo de la etiqueta pero afirma que las investigaciones empíricas no consiguen demostrar que la persistencia se deba sólo al impacto de la etiqueta”.

Por otro lado, se señala que, a pesar de que desarrolla a profundidad la desviación secundaria, descuida el abordaje de la desviación primaria, no atiende a la etiología ni ontología de la infracción inicial. Otro de los argumentos expuestos es que no atiende al sufrimiento de las víctimas y el hecho de que no ponga énfasis en la existencia de delitos graves como el homicidio, secuestro, violación.

En definitiva, la teoría del etiquetado, si bien aborda la cuestión de cómo se afecta la identidad del individuo cuando la sociedad le asigna la etiqueta de delincuente y su consiguiente rechazo, no permitiendo que se reintegre a la sociedad convencional; no cuenta con una base empírica que permita determinar que realmente la asignación de la etiqueta es determinante para consolidar la desviación secundaria o carrera delictiva. No obstante, es preciso señalar que las estrategias de prevención podrían implicar un importante paso para la reinserción de los que han cometido delitos, verificándose en la posible disminución de las tasas de reincidencia.