En una entrevista con la cadena Fox el vicepresidente de Estados Unidos JD Vance expresó su deformada manera de entender el mensaje cristiano. Afirma Vance que “…hay un concepto cristiano que (afirma que) tu amas a tu familia y luego amas a tus vecinos, y luego tu amas a tu comunidad, y luego tu amas a tus compatriotas, y después de eso, priorizas el resto del mundo. Muchos radicales de izquierda invierten esto completamente”. (traducción de DAM) ¡Típico argumento de la extrema derecha!
Semejante aberración a la hora de interpretar el mensaje del Evangelio no es de su cosecha intelectual o espiritual, sino que es parte de un movimiento de líderes religiosos de los Estados Unidos centrados en la “prosperidad” personal (acorde con el modelo de competencia feroz capitalista y la explotación inmisericorde de los más pobres) y radicalmente tribal bajo la ilusión de que los Estados Unidos es el pueblo escogido de Dios en estos tiempos.
Desde los años 80 esta religiosidad se ha extendido por América Latina y algunos países africanos con los tele-evangelista, los espectáculos masivos de “sanación” para explotar la sensibilidad de la gente frente a la enfermedad (a la vez que rechazan que Estados Unidos tengan un sistema de salud universal de calidad) y el activismo político a favor de figuras tan nefastas como Reagan o Trump. Una de las expresiones de esa ideología reaccionaria es la defensa del gobierno de Israel a ultranza y por supuesto la indiferencia ante el genocidio en Gaza.
Aunque este movimiento es de raigambre evangélico (a la usanza americana) influye en la misma Iglesia Católica de los Estados Unidos promoviendo un conservadurismo moral insensato en obispos, presbíteros y laicos. Estos católicos se han alineado con Trump y en diversos grados atacan a la postura de Francisco en temas como los migrantes y la misericordia con los homosexuales. La cabeza de ese movimiento en la Iglesia Católica americana es Carlos María Viganó, ya excomulgado de la Iglesia por el Vaticano.
Desde el siglo pasado el tema religioso ha sido una cuestión trabajada por los sectores oligárquicos de los Estados Unidos y su agenda neoliberal. En los llamados Documentos de Santa Fe generados por sectores académicos vinculados a la campaña de Reagan se puso el foco en atacar de frente a la Teología de la Liberación de América Latina por sus prédicas a favor de la justicia y la opción preferencial por los pobres. En dicha década nuestro continente latinoamericano se vio inundando de evangelistas reaccionarios que hacían espectáculos de predicación y sanación en estadios deportivos con un gran derroche de recursos económicos, llegando dichos pastores en aviones privados y recibidos por presidentes.
Del lado católico Juan Pablo II inició el descabezamiento de obispos comprometidos con las conclusiones de los documentos de Medellín y Puebla para colocar en sus puestos a figuras conservadoras y autoritarias. Una gran víctima de ese movimiento fue San Romero de América, asesinado vilmente mientras sus ruegos por la situación de El Salvador no tenían oídos en el Vaticano, en cambio sí era privilegiadamente atendido un corrupto y violador como Marcial Maciel. Ese fue un momento muy triste de nuestra iglesia por los amargos frutos que produjo.
Para J.D. Vance a Dios solo le interesan las familias de clase media y alta de los Estados Unidos y es indiferente respecto a los niños y mujeres asesinados en Gaza o los jóvenes rusos y ucranianos inmolados en una guerra de intereses petroleros y geopolíticos. Y todo el que piense diferente a eso es izquierdista (llamados también en el argot de ese grupo conservador como liberales y progresistas), por eso también señaló que “los profesores son nuestros enemigos”, en un discurso que versaba sobre cómo a su parecer en la academia predominaban las ideas liberales y progresistas que habría que combatir.
Esta teología de los sectores reaccionarios de los Estados Unidos excluye el mensaje de Jesús cuando le preguntan ¿Quién es mi prójimo? y el desarrolla su parábola del Buen Samaritano (que aplicado al presente en Estados Unidos sería el buen mexicano o en nuestro país el buen haitiano). Jesús predicó el amor al prójimo, a todos los seres humanos, no al judío (como era común en su tiempo) o al de mi país, de mi raza, ni siquiera de mi religión (por eso es tan profundamente cristiano el Sermón de Montesinos).
A los sectores de extrema derecha en el poder en Estados Unidos, Argentina, Hungría o Italia no les hace falta un teología porque su desprecio por la dignidad humana los hace profundamente ateos en términos cristianos, ya que el que no puede amar a su prójimo no puede amar a Dios. Su divinidad es la riqueza y el poder, y practican la humillación y marginación de los que no son de su raza o su nacionalidad. Por eso vuelven los campos de concentración (Albania y Guantánamo), la construcción de vallas fronterizas en lugar de puentes y políticas económicas que buscan sembrar la miseria en todo el mundo para enriquecer la oligarquía fortalecida por el neoliberalismo global.
Concluyo con una referencia a la última entrevista a Carlo María Martini SJ (2012). “La Iglesia está cansada, en la Europa del bienestar y en América. Nuestra cultura se ha envejecido, nuestras Iglesias son grandes, nuestras casas religiosas están vacías y el aparato burocrático de la Iglesia crece, nuestros ritos y nuestros vestidos son pomposos. (…) El bienestar pesa. Nosotros nos encontramos aquí como el joven rico que se volvió triste cuando Jesús le llamó para convertirlo en su discípulo. Ya lo sé, no lo podemos dejar todo con facilidad. Pero, al menos, podremos buscar hombres que sean libres y más cercanos al prójimo, como lo han sido el obispo Romero y los mártires jesuitas de El Salvador”. Lejos del prójimo, y por tanto de Dios, están Trump y Vance, muy lejos.