Al leer la palabra “tecnosexualidad”, es probable que muchos sientan una mezcla de curiosidad y escepticismo. Es un término que puede generar resistencia o incluso rechazo, y es completamente comprensible; enfrentarse a lo nuevo siempre provoca un abanico de emociones. Pero les animo a que se sumerjan en este concepto con la mente abierta, entendiendo que la fusión de tecnología y sexualidad es una realidad palpable en nuestro mundo moderno.
A partir de enero de este año 2023, 5,569,200,301 personas, es decir, más del 69% de la población global, tenía acceso a internet. Esta cifra se basa en una población mundial de 8,053,988,878, según datos de la ONU. Esta estadística resalta cómo la tecnología se ha integrado profundamente en nuestra vida cotidiana. En este contexto, la "tecnosexualidad" surge como una evolución natural. La interacción entre la tecnología y la sexualidad humana no solo está transformando nuestra manera de vivir experiencias íntimas, sino que también está abriendo puertas a investigaciones científicas sin precedentes.
Desde siempre, la sexualidad ha sido un pilar en la identidad humana, abordada desde múltiples disciplinas como la biología, la psicología y la sociología. Pero en tiempos recientes, la irrupción de la tecnología digital ha modificado radicalmente nuestra relación con la sexualidad. Las apps de citas, las experiencias eróticas en realidad virtual y el acceso a información sobre salud sexual en la web son claros ejemplos de esta transformación.
Una de las áreas que más intriga genera es la posibilidad de establecer relaciones íntimas con robots. La robótica y la inteligencia artificial avanzan a pasos agigantados, creando robots capaces de interactuar y conectar emocionalmente con humanos. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿Estamos cerca de una era donde las fronteras entre humanos y máquinas en el ámbito íntimo se desdibujan?
La tecnología, en particular la digital, está reconfigurando la forma en que experimentamos y entendemos la intimidad. Mientras que herramientas como las videoconferencias han revolucionado la forma en que mantenemos relaciones a larga distancia, la realidad virtual y la inteligencia artificial están llevando la exploración de la sexualidad a dimensiones previamente inimaginables. Estas innovaciones, que forman parte del espectro de la "tecnosexualidad", nos desafían a reconsiderar las fronteras tradicionales de la intimidad y a adaptarnos a un mundo donde la tecnología y la sexualidad están intrínsecamente entrelazadas.
Pero estos avances no están exentos de dilemas éticos. ¿Cómo definimos el consentimiento en un mundo donde un robot puede ser programado para complacernos? ¿Dónde establecemos el límite entre una relación sana y una dependencia tecnológica? Hoy existen juguetes sexuales que funcionan no solo con wifi (internet), sino que además a larga distancia, y cuando hablamos de larga distancia, estamos hablando de un país o continente a otro. Redes sociales, mensajería instantánea, videollamadas, son algunas de las formas más populares que tenemos a la mano a la hora de saber del otro. Por eso mismo, podemos usar todo esto en beneficio de la sexualidad.
Es vital que la comunidad científica abrace la tecnosexualidad como un campo legítimo de estudio. Esto demandará una visión interdisciplinaria, integrando conocimientos de neurociencia, psicología, sociología e informática. Solo mediante un esfuerzo conjunto podremos descifrar las complejidades de cómo la tecnología moldea nuestra sexualidad.
La tecnosexualidad nos invita a repensar nuestras concepciones sobre la intimidad y las relaciones. En esta era de constante cambio, es esencial reflexionar sobre cómo queremos que la tecnología influya en nuestras vivencias íntimas, garantizando siempre un enfoque ético y humano.