En 1955 Iván García Guerra se inició como actor de teatro, luego de que su familia abandonara su natal San Pedro de Macorís, para mudarse en Santo Domingo. El entonces joven quería dedicarse al teatro. Se decidió entonces por la actuación y luego por la dramaturgia y la dirección de teatro. Pero además, aprendió varios oficios de las artes escénicas (diseñador de vestuarios, de escenarios, maquillaje y regidor). Investigó la aplicación del maquillaje a los actores que interpretaban roles realistas y vanguardistas. Con el tiempo se convirtió en el dramaturgo, director, el actor famoso y recordado de la escena moderna y contemporánea dominicana.

Iván García Guerra, propició espectáculos y escribió obras que él montaba y al mismo tiempo interpretaba como actor. Pero también actuaba en otras propuestas escénicas con otros directores. Siguió los pasos de los dramaturgos, Héctor Incháustegui Cabral, Manuel Rueda, Federico García Lorca, Samuel Beckett, Eugène Ionesco, Franklin Domínguez, Máximo Avilés Blonda, Max Frisch, Friedrich Dürrenmatt, sin olvidar los clásicos que asumía como modernos Esquilo, Sófocles y Eurípides, el Bachiller Fernando de Rojas,  Moliére y muchos otros universales.

También abrazó como oficio la adaptación y las versiones de obras que utilizaba como pretexto para ofrecer un campo dramatúrgico basado en el sentido y el argumento de obras llamadas del absurdo o existencialistas.

Podemos decir que utilizaba en sus interpretaciones como actor y director algunos recursos tales como el cuerpo, la voz o la vocalización, los desplazamientos y  ritmos con respecto a personajes opuestos, a partir de un conflicto o niveles de conflictividad, de suerte que, las líneas de acción las utilizaba de forma combinada, pero siguiendo las claves psicotécnicas del personaje y el campo imaginario de las acciones físicas; utilizaba para algunas obras el distanciamiento como técnica y el desdoblamiento para desarrollar mediante inflexiones vocales el juego actoral.

Texto y acotación fueron y son las bases de la puesta en escena que asumió nuestro dramaturgo y dramaturgista, como meta y horizonte de la práctica escénica.  Su poética teatral no era ni quiso ser dogmática o unidireccional.

También es bueno destacar el concepto de juego actoral (principal o el llamado juego actoral secundario o complementario). A partir de esas dos justificaciones su puesta en escena y su construcción dramatúrgica se va convirtiendo en una posibilidad que asumía junto a los pilares del teatro del absurdo, la vanguardia política, el absurdo a partir de B. Brecht, E. Piscator,  E. G. Craig, A. Appia, y otros dramaturgos, técnicos y directores a cuyas ideas acudió para construir soluciones razonadas o inferidas en la práctica teatral dominicana.

Textos como La fábula de los cinco caminantes, Más allá de la búsqueda, y otras de sus obras alcanzaron altos valores estéticos dentro del marco teatral dominicano y latinoamericano e indicaron un trazado que tuvo una fuerza de dirección, actuación, y fuerza ficción argumentativa basada fundamentalmente en una teatrología que fue experimentada por el teatro joven dominicano de los años 60, 70 y 80 del Siglo XX.

La secuencia de obras que tituló Retratos de una guerra (Vivir, buena razón y Azul imposible) tuvo su éxito en la descripción, el retrato y la etopeya de guerra basados en el eco de la Guerra de abril de 1965, donde propuso escenografías propias del conflicto en su propia razón cercana a la realidad dominicana tomando en cuenta modelos aristotélicos como aquellos que eran vertientes acusadoras dentro de una tragedia social. Estos personajes tales como “Marcelo Hernández, Yvonne Echavarría, Comandante, Aurelio Taveras, Ulises, Pablo Doñé, Rogelio y los demás, El prisionero, constituyen una buena razón dramatúrgica del texto, Vivir, buena razón, y la obra satírica titulada Azul imposible, cuyos personajes son Juana, María, doña Fe, El metre, Chicho y Domingo”. Ambas obras publicadas en 2001 eran de corte popular y vincular. La primera es un drama en un acto donde se utilizó la muerte y el conflicto como pretexto, aparte de otros valores y contra-valores que daban cuenta de la violencia epocal.

Es bueno destacar que en su dramaturgia Iván García tiene el cuidado en cuanto a los lugares de representación la inclusión de una narrativa implícita y explícita, lo que se puede entender al leer aspectos de aquel libro de prosa narrativa titulado La guerra no es para nosotros y un cuento, antológico, titulado “Remuriendo”.