¿Cómo enfrentar y superar los vicios que corrompen la Administración pública? En las charlas mensuales del Programa Nacional para la Promoción de la Ética (PROÉTICA), el Dr. Manuel Villoria, director del Departamento de Gobierno y Administración Pública del Instituto Universitario Ortega y Gasset, retomó tres retos necesarios para lograr este objetivo. (Ver conferencia en este link: https://www.youtube.com/watch?v=M1r5cOy6oSg&t=3087s).

a) Cambio político y legislativo. Es ovio que requerimos de un marco legal que posibilite un régimen de consecuencias, pero a su vez, este referente jurídico carecerá de un impacto real si no existe una disposición política para cumplir y hacer cumplir las leyes que intentan erradicar los vicios de la Administración pública.

Al mismo tiempo, este marco legal debe construirse dentro de un proceso de educación y debate ético en el espacio público, pues son los principios éticos los que fundamentan las leyes y no la ética la que se fundamenta en el derecho; prestando atención hacia las especificidades histórico-culturales de nuestra sociedad, sin obviar los principios éticos transculturales en que debe sustentarse.

b) Cambio conductual. No basta con un marco legal robusto y el empeño del Estado por combatir los males de la Administración pública. También, se requiere que las organizaciones que conforman la sociedad civil desarrollen acciones que contribuyan a crear un clima ético más propicio para una transformación ética, así como la articulación de un movimiento red de la ciudadanía que funja como veedor social. Movimientos sociales como la “marcha verde” o “Plaza de la Bandera” son una muestra del potencial de transformación que puede ejercer una ciudadanía crítica.

c) Cambio cognitivo. Los aspectos anteriores, relacionados con un proceso educativo dirigido a problematizar estos problemas, debe propiciar espacios para un cambio de percepción en el modo en que se miran los problemas sociales y cuyo cambio de mirada se sintetiza en que los vicios de la Administración pública dejen de percibirse como males que no nos atañen de modo directo, comprendiendo que los mismos se traducen en un daño al bienestar colectivo, incluyendo el de nuestras familias y seres más próximos.

En este sentido, uno de los grandes retos de la educación dominicana, junto al de mejorar las competencias lingüísticas y científicas de nuestra niñez, consiste en formarla para la construcción de una cultura donde se asuma como sujeto de derechos y deberes, así como responsable de velar por la sostenibilidad de un proyecto de bienestar común.