1. Literatura y filosofía en un pueblo del interior

 Que en 1961, en  un pueblo del interior, dos jóvenes escritores de 28 y 29 años decidieran fundar una Sociedad Literaria que resumiera la poesía y la filosofía, perecería una locura, porque entonces, y ahora, la filosofía está fuera de los parámetros literarios y Amidverza está compuesto de siete palabras: Amigos de la Verdad y la Belleza. ¿Quieren algo más surrealista?

Confieso que para los años finales del 1950 mi socio fundador de la Sociedad, Francisco Nolasco Cordero (1932-2007), abandonó los estudios de medicina  en 1955 al darse cuenta de que esa no era su vocación, pero, avergonzado por el sacrificio de sus padres agricultores, decidió entrar a las Fuerzas Armadas. Siendo bachiller y mecanógrafo práctico, intentó entrar en la Escuela de Cadetes, pero quizás por su constitución física, ya que era muy delgado y falto de estatura, lo acogieron como raso oficinista en la Marina de Guerra.

Desde hacía años, teníamos un grupo de amigos con el nombre de la PBC, Pandilla de Buenos Compañeros, que colaboraban en un periodicucho a maquinilla que con el nombre de La Deportiva por reseñar los juegos de la pelota amateur que celebraban los domingos la última de ocho paginitas, que circulaba de mano en mano porque las siete restantes podían tener un poema o algún comentario y chismes sociales con seudónimos de los colaboradores, y hasta hicimos reinados populares. Luego pudimos tener un espacio en un programa originalmente por medio de altoparlantes en la Farmacia Achécar del Lic. Alfredo Achécar (1914-1962), propulsor deportivo y cultural, víctima de los remanentes de la dictadura en San Juan de la Maguana, que después se aficionó a la locución instalando la Emisora de radio La Voz de Quisqueya, si mal no recuerdo, en 1954, que sustituyó los popularmente llamados “Jututos de Alfredo”.

Mientras fui estudiante del 1951 al 1956 estas actividades que reseñamos ocurrían en las vacaciones largas que pasaba en el pueblo.

  1. Francisco Nolasco Cordero se aficiona a la filosofía
Francisco Nolasco Cordero

 Cuando a Nolasco, que ya nos llamábamos Vates, por considerarnos poetas, lo trasladaron de Baní y San Cristóbal a la capital, nos juntábamos, ya que nos escribíamos con frecuencia. Como hijo único de sus padres, lo perdonaron; pero él, por el sentido económico que tenía, siguió  administrando el modesto sueldo de un raso de entonces, dejando de comer la ‘chapea’ militar, recibiendo el valor junto al sueldo. Hasta les hizo presentes los días de la madre y del padre, amén de que solíamos tomar cervezas a diez centavos el vaso en El Trocadero y otros bares, hasta que sus inquietudes literarias lo impulsaron a pertenecer a la Asociación de Jóvenes Amantes de la Filosofía.

Ese hecho motivó, no solo que lo impulsara a leer textos filosóficos, sino a meditar sobre el Ser y la Nada. Una tarde participamos de un encuentro en el entonces Instituto Dominicano de Cultura Hispánica dirigido por Franklin Mieses Burgos (1906-1976) y participamos de una discusión filosófica entre Antonio Fernández Spencer (1922-1995) y Carlos Federico Pérez y Pérez (1912-1984), en la cual participaron otros intelectuales, motivando que me diera cuenta de mi ignorancia en un asunto que debía importarme, y a partir de entonces comencé a ponerme al día en una materia básica para cualquiera que pretenda ser escritor.

No solo eso, sino que, una cosa lleva a otra: Al leer a Platón (470-347 a. C) y a Aristóteles (384-322 a. C), tuve necesidad de conocer más de Grecia y Roma y así pasó con los grandes poemas y sobre todo con las trágicos fundamentales. Era fácil adquirir a bajo precio los libros de Espasa Calpe y las ediciones que dirigía Pedro Henríquez Ureña (1844-1946) en la Argentina. Es decir, esa aventura de Nolasco nos llevó a los dos a elevarnos, llevándome más ventaja por su experiencia con los muchachos filosóficos según pude otear en los intercambios de ideas que hacíamos, estaba embriagado del deseo de saber cada más del Ser y de las cosas.

Portadilla de la primera edición.

Para no abundar más, cuando Nolasco regresó al pueblo, a los pimenteleños les asombraba oír nuestras discusiones metafísicas, diciendo que a nosotros, por tanto leer, estábamos perdiendo el juicio como la muchacha de La Estancia que enloqueció bajo la mata grande de anachuita… Purísimo surrealismo.

En 1961 Nolasco ya tenía listo su primer libro de versos con el título de Caricias de lumbre que prefiguraba el movimiento poético que iniciamos ese año, el Suprabismo, que tenía como lema “La destrucción de la realidad en cada verso”.

Ese pequeño volumen cuyo costo en la Imprenta Benemérita de un tal Comery fue de 20 pesos, que poco después por ese nombre tan sancristabalense fue atacada por las turbas a la caída del trujillato y por eso solo pagó el avance de diez pesos y pudimos recuperar la edición completa abandonada en la galería de una casa.

Curiosamente, sea porque los demás escritores no estaban interesados en la filosofía, o por vivir en provincias, el caso es que nadie se interesó en comentar ese libro, que leído ahora, no deja de conmover su profundidad:

Para no dejar a los lectores en el vacío, aunque tenemos varios poemas, vamos a escoger uno que él me dedicara, por lo mucho que me gustó entonces, y asombra todavía. No por lo de la dedicatoria, pero creo sinceramente que es uno de los poemas más profundos de la literatura dominicana de todos los tiempos.

Incertidumbre

A Manolito Mora

¿Qué soy ahora? / No cuando termine de nacer, / ni cuando sepa pensar, / ni cuando contemple la obra acabada, / ni cuando sea viva mi sombre. // No. Es ahora / cuando se está deshojando / la rosa de un segundo. / Ahora que no se ha formado / el minuto redondo, / Ahora que está todo igual: / La tierra verde de sus brotes vivos. / El cielo blanco de nubes dormidas. / Y la brisa (brisa). //  ¿Qué soy ahora / que vengo brotando / como la vida de una semilla / asomada por el vientre de la tierra. // Ahora me estoy abriendo / como rosa que camina / sin lindero ni color.  / Brotando y abriéndome, / sin saber dónde estoy. / Sin recordar quién era / o si llegaré a doblarme. //  ¿Qué soy ahora  /  tierno instante? / Ahora solo puede tentarme la vida / o dejarme que siga / con el dolor que asoma / ahora. // Debo ser una espuma / que se rompe sin rabia / inocente. / Debo ser silencio. / No… El silencio sabe. // Pensamiento- / No… El pensamiento desanda. / Color. / No… El color aclara su vejez / el hombre la obscurece. // ¿Qué soy ahora / cuando se está deshojando la rosa de un segundo? / Ahora que vengo brotando / como la vida de una semilla / asomada por el vientre de la tierra. / Ahora / no conozco nada / no sé lo que soy. / Ya empiezo a mirarme / y no me creo, / porque no comprendo: / Es un segundo / hecho de pétalos / que caen sin sentido.

  1. Nacimiento de La Revista Amidverza

 Todo eso fue la base de la creación de la Sociedad Literaria Amidverza, Amigos de la verdad y la belleza, tan filosófico como poético nombre, fundada en Pimentel en el mes de enero de 1961.

Llegamos a publicar dos números de la revista Amidverza, a maquinilla, haciendo Nolasco y yo cada uno su mitad, dándole oportunidades de los jóvenes que se destacaban entonces en el pueblo entusiasmados por la lectura de un libro que nos metió de lleno en la vanguardia: La estructura de la lírica moderna, de Baudelaire hasta nuestros días, Seix y Barral, 1958, de Hugo Friedrich (1904-1978) que adquirí en 1959, Que fue, no solo para nosotros, sino para los pocos que pudimos leerlo, una puesta al día que nos conmovió de tal modo, que comenzamos a radicalizarnos como vanguardistas, sin olvidar la necesidad de la idea filosófica.

El tercer número no pudo salir, los anteriores eran de marzo y abril, pero en mayo mataron al Jefe y la revista se fue a la porra como muchas cosas en el país, al extremo de que ni él ni yo quedamos con un ejemplar, los últimos se los dimos a Alberto Baeza Flores (1914-1998), que de seguro los conservó.

Hasta aquí dejamos para un artículo final, la evolución y la actualidad de Amidverza.