Movilización diplomática

Desde la muy frágil tregua para permitir la salida del cuerpo diplomático y sus familiares, más de cien personas fueron trasladadas a países vecinos el pasado sábado y domingo. El personal no esencial de las embajadas y organizaciones internacionales también salió de Sudán. Sin embargo, muchos siguen varados en medio de este combate armado interno. Vale mencionar que sudaneses con posibilidades económicas para comprarse boletos de viajes o aquellos que además cuentan con otra nacionalidad no han recibido ninguna facilidad como está ocurriendo con los diplomáticos.

Se nota que el esfuerzo diplomático tanto desde las Naciones Unidas como por parte del Gobierno norteamericano ―que han hecho un llamado a las partes beligerantes para obtener un cese de las hostilidades por 24 horas por razones humanitarias― no recibió mucha atención de ninguna de las partes del conflicto, sino hasta diez días después, aunque de manera estrictamente controlada.

De haberse logrado la suspensión temporal del combate por más tiempo, las facilidades para atender la emergencia humanitaria habrían sido mayores, pues se requiere que los civiles no se vean compelidos a salir a las calles en medio de las balaceras en busca de agua, alimentos y medicinas.

Facilitar la ayuda humanitaria

Los organismos internacionales, tales como la Cruz Roja Internacional, la Red Crescent Societies junto con las agencias bajo la sombrilla de la ONU, también hicieron un llamado para que se preserve el corredor humanitario para movilizar y ayudar a los heridos del conflicto y para que miles de desplazados internos y potenciales refugiados puedan desplazarse sin que sus vidas o seguridad se vean en peligro.

En esos términos, desde Chad, uno de los países que comparte frontera con Sudán, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha comunicado que entre 10 y 20 mil refugiados sudaneses han ingresado a ese país a través de sus fronteras terrestres, aunque otros cientos han llegado de la misma manera a Etiopía y Eritrea. Esta calamidad armada ha obligado a que el ACNUR, en su mandato de proveer protección y asistencia para quienes huyen de la violencia, conflictos armados, guerras o graves violaciones en materia de derechos humanos, haya solicitado de inmediato a todos los países vecinos mantener abiertas sus fronteras para permitir el ingreso de los refugiados y, asimismo, mantengan actualizado su plan de contingencia a nivel regional a fin de prestarles la asistencia de emergencia necesaria en coordinación con los Gobiernos de los países de acogida.

Estas agencias humanitarias mencionadas anteriormente, cuyo mandato directo de atención a los civiles en tiempos de guerra es proporcionado mediante acuerdos internacionales, han calificado de catastrófica la situación que viven miles de personas en Sudán, debido a que se encuentran en urgente necesidad de atención, pero atrapados en áreas remotas, sin posibilidades de acceso a ningún tipo de ayuda.

Derechos humanos y asistencia humanitaria en tiempos de guerra

El derecho internacional de los derechos humanos y el derecho internacional humanitario son en la actualidad los pivotes con los que deben actuar las agencias de ayuda humanitaria en los países durante los conflictos armados.

La Convención de Ginebra de 1949, relativa a la protección a las personas en tiempos de guerra ―como es el caso― obliga a las partes beligerantes a tratar a los civiles con humanidad, sin distinción de raza, color, religión, creencia, sexo, nacimiento o fortuna, y a suprimir los atentados contra la vida y la integridad corporal de las personas. Además, se establece que quedan prohibidas la mutilación, los tratos crueles, la tortura, los suplicios, los atentados contra la dignidad personal, la toma de rehenes, las condenas y ejecuciones sin que medien decisiones de tribunales legítimamente constituidos con garantías judiciales. Se consagra también la obligación de recoger a los heridos y enfermos para ser asistidos (art. 3 de la Convención de Ginebra de 1949).

Si bien es de esperarse que mediante este tratado ninguna de las partes del conflicto ―sea el Ejército sudanés o los rebeldes armados en combate― viole los artículos descritos de esta Convención, no hay garantías ni vigilancia internacional que en estos momentos esté en condiciones de asegurar la protección de las víctimas.

La total neutralidad o imparcialidad es fundamental para que las agencias humanitarias, como la Cruz Roja Internacional u otras agencias del sistema de las Naciones Unidas, puedan operar en las zonas de conflicto. Sin embargo, es de temer, que, aun así, el personal destinado a estas operaciones corra el riesgo de que sus vidas y seguridad también se encuentren en peligro. Es el caso reciente de la muerte de dos funcionarios del Programa Mundial de Alimentos (PMA) en Jartum.  En términos de asistencia de salud, es igualmente grave que nueve hospitales tuvieron que cerrar en la capital y otros dos en Bhari por ausencia de garantías para la seguridad del personal y su limitado número, pero también por falta de artículos e instrumentos médicos. Similar situación puede estar ocurriendo en otras comunidades del país, de continuar el asedio armado y su extensión por todo ese territorio.

Cuando se redactó la Convención de Ginebra de 1949, lo cual comprende un conjunto de tratados internacionales destinados a limitar el agravamiento de las guerras, se tomaron en cuenta las necesidades de protección para las embarazadas y parturientas. Obviamente, este es un indicativo de que para entonces los criterios acerca de la perspectiva de género, como un derecho integral para todas las mujeres, no existían. Hoy día, con la evolución jurídica de los tratados y acuerdos regionales e internacionales, se han integrado aspectos importantes relacionados con la protección debida a las mujeres, particularmente tras la observación de que son ellas quienes suelen llevar la mayor responsabilidad familiar durante los conflictos armados, mientras los hombres están en la guerra y que, asimismo, las mujeres constituyen la mayoría de las personas que se ven obligadas a desplazarse por esta causa.

Condiciones de vida en un entorno agreste

Para situarnos sobre el drama humano que se vive en Sudán, es necesario recordar que independientemente de las guerras civiles y demás conflictos armados en ese país, entre ellas la que ocasionó la separación entre Sudán y Sudán del Sur, esta parte oriental de África se ha visto abatida por seis años de sequía, lo cual ha afectado enormemente las condiciones de vida de todos sus habitantes. Sudán, al igual que otros países de la región, ha sufrido una hambruna desesperante, que consecuentemente ha afectado su economía. A principios de este año, se estimaba que una tercera parte de la población, unos 16 millones de personas, estaban en necesidad de ayuda para su sobrevivencia, según reportó el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU.

Sin embargo, Sudán ha sido un país rico en recursos naturales, tales como el petróleo, oro y cobre, con productos agrícolas como el sorgo, el trigo y el sésamo y cuenta con industrias azucareras, petroleras, de cemento y textiles. En los últimos años había experimentado un crecimiento económico y comercial importante ―dentro de lo que cabe― lo que lastimosamente se vendrá abajo, nueva vez, dado el actual conflicto.

Conclusiones

Sin que sean exhaustivas, surgen algunas conclusiones a partir de las experiencias en esta y otras partes del mundo.  Por ejemplo, una respuesta rápida y la coordinación Inter agencial de los organismos humanitarios son claves para lograr la efectividad en el suministro de la ayuda internacional de emergencia. De lo contrario, el número de muertos y enfermos aumentaría a los ojos de la comunidad internacional y de los socorristas. No en vano muchas experiencias han mostrado lo que puede ocurrir cuando no se producen respuestas tempranas y eficaces ante las tragedias humanas.

La solidaridad internacional requiere de fondos económicos inmediatos, dejando de lado las múltiples burocracias administrativas tanto para identificar y facilitar los recursos financieros como para la movilización de los recursos humanos.

Compartir las experiencias y lecciones aprendidas positivas y negativas de casos similares a los que vive Sudán, contribuye a no repetir los mismos errores del pasado y, de la misma forma, ejemplos de buenas prácticas podrían funcionar ejecutándolas a corto plazo.

Finalmente, si bien las agencias internacionales y nacionales de carácter humanitario no necesariamente deben participar en la mesa de negociaciones para el establecimiento de acuerdos de paz, y, por ende, distender el conflicto -que es la prioridad-, es oportuno que participen durante las reuniones, a fin de no perder los puntos de vistas de todas las partes involucradas. Asimismo, sería positivo permitirles observaciones, cuando sea prudente, a fin de facilitar en este marco, operativos que salven el mayor número de vidas posible.