Cudillero, Armeria- Aprecié infinitamente mi reencuentro con el valor de una sencilla servilleta de papel que agregaron a nuestra mesa en un pequeño restaurante en este hermoso pueblo pesquero asturiano. El mirarla y acariciarla me llevó a recuerdos y sentimientos que levanta para mí una sencilla y aveces adornada servilleta de papel.
A lo largo de la historia contemporánea las servilletas en restaurantes o bares se han convertido en excelentes lienzos para amores tanto para nuevos negocios y empresas que del papel saltaron a la vida.
En Cudillero, que basta una mañana para mirarlo, nos arropó en nuestro más reciente refugio español de nuestra vorágine electoral borinqueña. Allí, donde se habla el folclórico pixueto, pude reencontrarme, con la ayuda de la degustación de una fría cañita, los recuerdos que maridan con la inspiración y la utilidad de un sencillo pedazo de papel de servilleta.
Mis fichas bibliográficas indican que estos pedazos de papel han creado desde la conceptualización de ideas acreedoras de un Nobel, negocios multimillonarios o diseños revolucionarios en los sectores de automoción, salud, tecnología, política, derecho y literarios particularmente la poesía.
Pienso que plasmar ideas en estos pequeños pedazos de papel ha sido objeto de estudios en las escuelas de negocios más prestigiosas. Posiblemente se den seminarios con esta temática e incluso se han escrito libros al respecto, como el famoso y corroborado “Tu mundo en una servilleta”, de Dan Roam, uno de los mejores libros sobre empresas según la revista económica ‘Fast Company’.
Este pequeño pliego de papel ofrece un ambiente distendido para ser usado para ideas con inspiración y en forma de síntesis clara, amena, concisa y hasta profunda en pensamientos. Sin el bloqueo por la temida hoja en blanco, sin sesudos estudios o reuniones de trabajo que se quedan encasilladas en detalles al parecer insignificantes, pero en las servilletas se esconde otra realidad.
Cuando se quiere, las ideas se dibujan y resumen allí más desinhibidas con un gasto mínimo al cargo del menú. Y claro, afloran el pensamiento que esconden sus rayados o dibujos.
Quien diría que la servilleta se habría convertido en una herramienta empresarial en un bar o una cafetería como el mejor escenario para para estas inspiraciones. Quien diría, además, que éstas servilletas pudieron haber labrado amores de por vida tanto como amargas despedidas.
Creo que en 1995, Jeff Bezos plasmó en una servilleta el futuro de Amazon, el moderno e-commerce más importante e influyente del mundo. Algo parecido le ocurrió a Rod Canion, un prestigioso ingeniero eléctrico, plasmó el primer boceto de un ordenador portátil, un dibujo que luego dio lugar al Compaq Portable en 1983. Algo así igual con Apple y Windows. En una de ellas se agregó el primer boceto del sencillo Mini Cooper a cargo de Alec Issigonis.
Incluso debemos a ese pequeño papel de restaurante la implementación de la resonancia magnética en el campo de la medicina. Los sesudos experimentos de laboratorio llegaron después, pero antes se plasmó la revolucionaria idea en una servilleta de papel. Paul C. Lauterbur esquematizó cómo las señales del magnetismo nuclear podrían usarse para construir una imagen. El descubrimiento, premiado con el Nobel de Medicina en 2003, ayudó al diagnóstico y curación precoz de muchas enfermedades.
Podríamos denominarlo como lo opuesto “síndrome de la hoja en blanco” y a la ansiedad que pueden sufrir los creadores antes de plasmar sus ideas. Escribir una primera palabra en un documento es un acto lleno de solemnidad, pero, si el autor está simplemente dibujando en una servilleta de papel la presión desaparece.
Así ocurrió con J.K. Rowling mientras se tomaba un café esperando un tren: ahí nació la exitosa saga de Harry Potter. También Stephen King sembró su escalofriante “Misery” en una mesa de un bar.
No sólo los novelistas cambian sus blocs por servilletas: los creadores de Pixar usaron estos pedazos de papel para crear personajes tan famosos como Nemo o Wall-e. Nada de programas avanzados de diseño o estudios de mercado: hay una leyenda urbana que asegura que los Simpson son amarillos porque ese era el color de las servilletas del bar donde los dibujó por primera vez Matt Groening.
Menester decir que toda una nación como Estados Unidos tienen cimientos en una simple servilleta de papel. Se cree que Lincoln escribió el denominado discurso de Gettysburg en una de ellas. Es increíble que se haya plasmado en este formato cimientos de la democracia como: “Que este país, bajo Dios, pueda tener un nacimiento en libertad, y que el Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, no desaparecerá de la Tierra”.
En una servilleta también Leo Messi plasmó en 2000 su contrato con el Barcelona.
Si me preguntan, jamás subestimaré el valor de una servilleta. Hace medio siglo me arrojé a escribir en una esta línea a una amiga: “Si me das una oportunidad te aseguro te amaré el resto de mi vida”. Tras leerla la apretó en sus manos, y con un sí asomó una lágrima. Hoy lo recordamos en su onomástico. Y le entregué otra con un: “TE AMO”.