Nadie sabe con exactitud cuántos poetas cantaron sus versos este año en la montaña.                  Sí sabemos de bardos y declamadores que recitaron en el llano cien poemas, salpicados en recitales y tertulias, mientras convidaron del pan de su parnaso.

Creadores trashumantes, cónsones con uno u otro ermitaño, entonaron sus inspiraciones por cimas, valles y caminos, en periplos solitarios o acompañados de fans.

La Semana de la Poesía, motivada por la conmemoración del Día Nacional de los Poetas, cada 21 de octubre, en homenaje al natalicio de nuestra versista y educadora Salomé Ureña de Henríquez, dinamiza anualmente la producción de actos, encuentros y conversatorios, en auditorios y en planteles escolares, por diferentes puntos de la geografía nacional.

Desde los ministerios de Cultura y de Educación, sus respectivos ministros Milagros Germán y Ángel Enrique Hernández, apoyados en equipos de trabajo liderados indistintamente por funcionarios y gestores culturales como Ramón Pastor, Lady Liriano, Johanny García, Nerva Fondeur, Valentín Amaro y Javier Elena Morales, accionaron con agendas oportunas.

Luis R. Santos, asesor cultural palaciego, aportó conferencias y estrategias. Por su parte, Rafael Peralta Romero y Ramón Saba, sumaron un acertado calendario programático en la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña.

Isael Pérez, junto a contertulios de Santuario y El Club de Lectura Jeannette Miller, también se hizo sentir. En plataformas tecnológicas hubo exposiciones e intercambios sustanciosos. Miembros de peñas y grupos literarios continuaron apostando a mantener, redescubrir y salvaguardar la buena poesía, en beneficio de la industria cultural. Entretanto, quien suscribe participó como escritor invitado en dos actos sencillos en el liceo Víctor Garrido Puello, en Santo Domingo, donde compartí gustoso con autoridades, maestros y estudiantes, mientras diserté acerca de poetas criollos, poesía negroide, sonetos, versos libres y décimas espinelas.

Por fortuna, a pesar de la descomposición social, algunos creemos y confiamos que en diversos sectores poblacionales “Dominicana Lee”. Por fortuna, la poesía sigue teniendo seguidores, a pesar de los “teteos”, el vandalismo y la difusión de ciertas canciones de rap, dembow y otras corrientes, contaminadas a veces por letras controversiales; a veces, porque es justo reconocer que también en ocasiones autores de música esnobista popular incluyen lírica sana con matices poéticos.

Por fortuna, aún la patria huele a Emilio Prud’Homme, Salomé Ureña, Manuel del Cabral, Pedro Henríquez Ureña, Francisco Tostado, Américo Lugo, Héctor J. Díaz, Mateo Morrison, Héctor Incháustegui Cabral, José Mármol, Andrés L. Mateo, Tony Raful, Ángela Hernández, Tulio Manuel Cestero, Mariano Lebrón Saviñón, Máximo Avilés Blonda, José Joaquín Pérez, Otilio Vigil Díaz, Valentín Giró, Domingo Moreno Jiménez, Juan Sánchez Lamouth, Nan Chevalier, Aída Cartagena, Freddy Ginebra y Dulce Ureña. Aún la patria respira mieles por sus poros, sustentada en las musas de Fabio Fiallo, Osvaldo Bazil, Arturo Pellerano Castro, Antonio Fernández Spencer, Franklin Mieses Burgos, Eugenio Perdomo, Zacarías Espinal, los hermanos Deligne, Nicolás Ureña de Mendoza, Meso Mónica, Juan Antonio Alix, Huchi Lora, César Sánchez Beras, Jimmy Barranco, Juan Freddy Armando, René del Risco, José Jáquez, Olga Lara, Cheo Zorrilla y León David, entre otros no menos valiosos.

En conclusión, a pesar de la inequidad, aún la patria huele a Pedro Mir, aún hay un país en el mundo donde un buen número de personas continuaremos siendo adeptos al género literario llamado Poesía.