Tomo el título de ese cuento de Julio Cortázar publicado dentro de su estupendo libro “Todos los fuegos el fuego” para enmarcar mi visión sobre el trabajo de quienes están cerca de personas que puedan estar disminuidas.

En estos días, en República Dominicana hemos tenido dos grandes ejemplos de atención a la salud de los enfermos. Empezamos haciéndonos eco del revuelo internacional causado por el gesto y las palabras del Dalai Lama delante de una gran audiencia y con cámaras grabándolo. Hubo gente que se concentró en el efecto que eso podía tener en el jovencito y otros que hablaron de la significación de la lengua en la cultura tibetana. Más que en el joven o en el mismo Dalai Lama, mi primera reacción fue pensar en las personas que están cerca de él. Esos allegados están en situación de tener que medir hasta cuánto y hasta cuándo un hombre que ciertamente se tomó sus responsabilidades en serio, puede seguir asumiendo el cargo que ocupa.  Evidentemente esos colaboradores deben haber aportado y sugerido para el mensaje de excusas que salió a las pocas horas.

 

Pocos días después, experimentamos el ruido alrededor de la condición de salud de Yadira Morel, que su amiga Nuria Piera aclaró de la manera más ecuánime, generosa, respetuosa y veraz posible. Al igual que en su trabajo habitual, presentó informaciones después de haber consultado primeras fuentes y las transmitió de una manera que todos la pueden comprender. Y mejor que algunos de sus trabajos que a veces acentúan la denuncia y la crítica, invitó a todos a ser compasivos con la persona afectada por un problema. En otra época, es posible que ella hubiese puesto más acento en criticar a las acciones desaprensivas de compartir informaciones no verificadas y encima perniciosas. Ahora, llevada por la fuerza del genuino aprecio y el cariño, el centro de su discurso fue el respeto a una mujer que le es cercana, no el pleito con la equivocación.  Su invitación es a que todos seamos mejores.  Al igual que los allegados del Dalai Lama, Nuria aceptó la realidad como es e hizo un llamado a la comprensión.

 

En el lapso de veinte años la Iglesia católica ha mostrado ejemplos distintos de acción y reflexión con respecto a la salud de los enfermos. El papa Juan Pablo II publicó la encíclica Evangelium Vitae que dedica numerosos párrafos a la reflexión sobre la atención al final de la vida y algunos observadores mencionan que su arduo trabajo cuando ya no tenía fuerzas para asumirlo era congruente con la visión presentada allí, que mostrarse débil y cansado era una manera en recordarnos a todos que los viejos merecen dignidad.

Su sucesor inmediato, que participó en la redacción de esa encíclica, dio un ejemplo contrario. Fue el primer papa en los dos mil años de catolicismo en abandonar voluntariamente su mandato.

El sucesor de ambos, Francisco, publicó un mensaje sobre la atención a los enfermos y pocos meses después también predicó con el ejemplo al prever ¡antes de caer enfermo! que no podría tener un rol excesivamente protagónico en la celebración de la Semana Santa y la Pascua del año 2023. Ese sería el ideal, poder contar con la participación voluntaria de los enfermos en adaptarse a su realidad. Cuando no es posible, los relacionados deben desarrollar su capacidad de convencimiento y seducción para que el recuerdo colectivo sea el mejor posible.