Como se sabe, desde hace alrededor de cuarenta (40) años, los médicos atienden o ven una sola parte del cuerpo humano, debido al proceso de especialización que les ha impuesto la sociedad posmoderna. Lo mismo ha ocurrido con los profesionales de la Psicología. Ahora los psicólogos nos especializamos en psicología educativa y del aprendizaje, psicología social, psicología clínica, psicología forense, neuropsicología, entre otras.

Por su parte, la psicología social considera que los profesionales de la medicina y de la psicología no podemos ver el bosque completo, si sólo miramos algunos árboles enfermos o impactados por virus, insectos, hongos, bacterias, estrés, sequía, el sol o el exceso de lluvia. En tal sentido se sabe que, todo ser vivo y, en especial, el ser humano, está interconectado orgánicamente (DMS-V, 2018).

Según varios estudios realizados por la OMS y la OPS en doce (12) países desarrollados y en diez (10) países en vías de desarrollo en el período 2007-2016 se encontró que, los radicales libres productos de las grandes cantidades de alimentos procesados que consumimos las personas, aceleran el envejecimiento, provocan cáncer, producen la mayoría de las enfermedades cardiovasculares y la arterioesclerosis, entre otras enfermedades que, con el tiempo, resultan ser catastróficas, graves y mortales (DMS-V y OPS-2020).

Los resultados de varios estudios ordenados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en veinte y dos (22) países industrializados y catorce (14) países en vías de desarrollo en el período 1987 al 2019 constataron que, un número significativo de niños que consumían alimentos procesados presentaron baja capacidad de atención y, la mayoría de éstos, eran proclives a arranques de furia y a poca adaptación social. Además, se constató que, los alimentos que éstos niños consumían, contenían adictivos artificiales que acidificaban su organismo, lo que afectaba el funcionamiento normal de su sistema inmunológico (OMS, 2019).

En tal sentido, las imágenes observadas por gastroenterólogos y especialistas en neuropsicología que evaluaron a miles de pacientes con trastornos mentales encontraron que, sus intestinos estaban manchados y presentaban inflamaciones graves. Según sus conclusiones, las inflamaciones estomacales detectadas producen las llamadas “enfermedades latentes diversas” (Sociedad de Gastroenterología de Canadá, 2015-2020).

Por su parte, cuatro (4) estudios realizados por la OMS y la OPS en los que participaron gastroenterólogos, médicos-psiquiatras, psicólogos sociales y neuropsicólogos en el período 2001-2011 constaron que, las personas con trastornos mentales que presentaban problemas gastrointestinales tenían los intestinos inflamados, fibroides, cardiopatías diversas, arterioesclerosis múltiples, obesidad, cáncer de mama, cáncer de próstata y diabetes, entre otras (Sociedad de Gastroenterología de los USA, 2012-2018).

En tal sentido se sabe que, el cuerpo humano tiene dos órganos claves donde un ambiente fuertemente alcalino funciona como barrera de protección inmunológica contra las bacterias. El primero de estos dos órganos es el estómago y, el segundo, la cavidad vaginal. Ambos órganos tienen fuertes niveles ácidos de pH 1.5 a 3.0, cuya función principal es matar las bacterias que ingresan a estos órganos. No obstante se sabe que, ya sea bañándote o teniendo relaciones sexuales, las bacterias entran en la vagina y se producen ácidos muy fuertes por los lactobacilos vaginales que eliminan las bacterias intrusas o invasoras. Los gastroenterólogos saben que al estómago de una persona sana entran entre trescientos y cuatrocientos billones de bacterias cuando se alimenta.

Según se conoce científicamente, cuando un ácido estomacal indispensable para proteger el organismo humano es suprimido por medicamentos, las bacterias con fuertes toxinas cruzan del estómago a los intestinos y causan problemas diarreicos agudos y otras enfermedades que nos complican la vida (Sociedad de Ginecología de Canadá, 2020). Varios estudios a los que nosotros tuvimos acceso indican que, una cantidad insuficiente de ácidos gástricos hace más difícil absolver el hierro y los minerales como el calcio y el magnesio (OMS-OPS, 2017).

Por su parte, se sabe que alrededor de cien (100) trillones de bacterias de trescientas variedades diferentes residen o se alojan en el intestino humano. Entre estas bacterias están las llamadas “bacterias buenas” como el Lactobacillus biifidus (bifidobacterias) y las “bacterias malas” como la bacteria de Welsh. En tal sentido, la mayoría de las bacterias que viven en el intestino no son ni buenas ni malas, sino que son “bacterias intermedias” (OMS, 2021).

Como se sabe, las bacterias intermedias tienen “propiedades únicas” de forma que, si el número de bacterias malas en el intestino humano se multiplica, las bacterias intermedias se vuelven buenas; mientras que, si el número de bacterias malas se multiplican, las bacterias intermedias se vuelven buenas. Como se puede observar, las bacterias intermedias son capaces de mover el equilibro entre las bacterias buenas y las bacterias malas y ese equilibrio determina la salud general del microclima intestinal del organismo humano (Sociedad de Gastroenterología de los USA, 2019).

 “La personalidad es el equivalente psicológico del sistema inmune”. Theodore Millon.