En el suelo municipal hay cosas que son como los sueños: “cosas que nunca han sido, pero que pueden ser…”. Un modelo ideal podría ser, la gestión cultural impulsada desde el gobierno local. Otras cosas mueren sin saber que existieron.

Para muestra un botón: las retretas de la Banda Municipal de Música en los parques de Santiago de los Caballeros. Aquel que pase de los 50 años de edad podría recrear en su imaginario los conciertos en las plazas públicas santiagueras en las tardes dominicales.

Las familias vestían sus mejores atuendos, las niñas y los niños parecían duendes que pasaron, igual que la artista Gina Rodríguez, de lo Invisible a lo visible. Las parejas de novios asistían para desfilar agarrados de la mano alrededor de la glorieta. Tenían un sólo propósito: gozar de un concierto al aire libre, ejecutado por músicos experimentados. La tradición parecía perpetua.

La Banda de Música se fundó el 5 de febrero de 1905, los 119 años cumplidos no son pajita de coco. La agrupación musical todavía sigue viva. Las autoridades y los sectores de nombradía del municipio anuncian dos actividades cada año. En especial se convocan para el aniversario de la Banda y para las festividades del Patrón Santiago.

Considerando los salarios de miserias que devengan los músicos de la banda centenaria, tocar dos veces por año no está nada mal. El periódico El Nacional, por ejemplo, tituló el 12 de diciembre 2008: “Vuelven las retretas al Parque Duarte de Santiago”. El anuncio fue para celebrar los 103 años de la institución artística.

Sería impropio pedir, no obstante, que se recuperen las retretas tal y como se hacían cuarenta años atrás. Imposible. Ahora, es probable que la Banda Municipal de Música pueda ser revivida y, con ella, resucitar las retretas en los parques, llevarlas a los barrios u otras comunidades.

Poner en marcha la iniciativa requiere, primero, mejorar los salarios de los músicos. Resulta difícil divertir a otros cuando uno está agobiado por las carencias extremas. Cuando el artista no puede, por ejemplo: suplir las necesidades básicas de alimentación, de salud y de educación.

Pero la resurrección de las retretas obliga, además, a diversificar los escenarios. Diseñar repertorios novedosos y, sobre todo, replantear la estructura de la Banda. Es decir, transformarla, multiplicada en varias orquestas de cámara. Que el conjunto de las orquestas se constituya en la Banda Municipal de Música de Santiago.

Sólo con la multiplicación anterior sería posible amenizar en varias comunidades simultáneas los fines de semana.

Sería una maravilla que Santiago de los Caballeros sea la inspiración de los demás municipios de la provincia. Que inspire a las demás municipalidades de la región del Cibao para recuperar sus respectivas bandas de música.

Que la inspiración se extienda hasta conformar una asociación de bandas municipales de música al servicio de los ayuntamientos y las comunidades.

La transformación debería incluir la recuperación de la Escuela Municipal de Música “Ramón Emilio Peralta”. José Enrique Sued, tres veces alcalde del municipio, construyó en la Avenida Rafael Vidal un local tanto para la Banda de Música como para la Escuela de Música.

Ese elefante blanco luce abandonado luego de la muerte de José Enrique. Toca a las autoridades actuales remozarlo para que la Escuela y la Banda de Música regresen a su casa.

La Escuela Municipal de Música estaba —antes— en el Cuartel de Bomberos Civiles de Santiago, entre la Calle 30 de Marzo y Avenida 27 de febrero.

Recordar, en ese sentido, la cantidad de jóvenes que venían a la Ciudad Corazón, a estudiar música en la Escuela trae nostalgias. Explica, de igual manera, porque la juventud de entonces era diferente a la de hoy. Por eso, las lágrimas brotan al verla abandonada.

Pero sacar las retretas del sepulcro parece una misión imposible. Ni remotamente pensar en parir un proceso de gestión cultural acorde con la realidad de cada municipio. Razones: las retretas porque murieron, la Banda de Música porque pasó de moda y la gestión cultural porque —según los políticos— no da votos.

La gestión cultural desde los gobiernos locales nunca ha sido y parece que nunca será. Yo, en cambio, apuesto a que puede ser.

Es decir, que las autoridades preñen la ciudad para que nazcan procesos que propicien el desarrollo local. Sólo así la cultura podrá nacer cada día como un proceso dialéctico. Superándose a sí misma.

Porque la gestión cultural desde lo local no ha muerto, sino que todavía no ha nacido.