Al igual que otros bancos centrales alrededor, la Reserva Federal de los Estados Unidos, anunció en su reunión del Comité Abierto del pasado 15 de diciembre, que a partir del año 2022 iba a iniciar el proceso de alza de los tipos de interés para neutralizar los niveles de inflación que imperan en la economía estadounidense. En el año 2021, la inflación en los Estados Unidos fue de un 7% su nivel más alto desde 1982.
Al parecer la Reserva Federal se ha dejado seducir por los cánticos de sirena de los medios de comunicación conservadores de los Estados Unidos, los cuales ejercen mucha presión sobre los mercados financieros. Y, más recientemente por la caída de la bolsa de valores en los últimos días. Por ejemplo, el S&P 500 ha perdido un 10% de su valor en los últimos siete días. En pocas palabras, se ha formado la tormenta perfecta: presión mediática y la caída de la bolsa. Dos variables imprescindibles para que la Reserva Federal se deje seducir e inicie un incremento de tasas en los próximos meses.
Como hemos explicado anteriormente, el fenómeno inflacionario actual no se debe estrictamente a un fenómeno intrínsicamente monetario sino a las disrupciones que ha causado la pandemia del COVID-19 a la cadena de suministro alrededor del mundo que han creado cuello de botellas en los puertos y en el procesamiento de los contenedores. Sin embargo, hay otro factor que ha incidido enormemente en los altos niveles de inflación alrededor del mundo: el poder de las corporaciones. El poder coercitivo para imponer precios que poseen las corporaciones auspiciado por la falta de competencia en la mayoría de los mercados se ha traducido en un alza indiscriminada de precios de manera especulativa solo por el mero hecho de seguir abultando sus ganancias a expensas de los consumidores.
Por ejemplo, si las grandes corporaciones estuvieran compitiendo de manera vigorosa entre sí, fueran más pasivas al aceptar este aumento de costos para mantener sus precios lo más bajos posible, especialmente en esta coyuntura de la pandemia donde la mayoría han obtenido ganancias récord. Sin embargo, en el ínterin han hecho todo lo contrario. Esto debe de manera fundamental a algo que todo aquel que ha tomado una clase de principios de microeconomía ha aprendido: falta de competencia. Debido a que la mayoría de las corporaciones se encuentran en mercados que enfrentan poca competencia, pueden coordinar fácilmente los aumentos de precios con las otras empresas que controlan el mercado de su industria. De esa manera, los grandes oligopolios salen ganando, mientras que los más perjudicados son los consumidores y los trabajadores.
Para ilustrar de manera sencilla lo que decimos los rubros que más han aumentado de precio en el último año en los Estados Unidos son los siguientes: La gasolina (49.6%), el gas (28.1%), carros usados (26.8%), carnes, huevos y pescados (11.9%). Como podemos apreciar la mayoría de esos rubros son producidos en industrias donde hay poca competencia, en especial la industria energética, así como los productores de alimentos. Dado este escenario, la Reserva Federal quiere aplicar una medicina errónea para tratar esta patología: subir los tipos de interés. Sin dudas, una subida de las tasas de interés tendrá un efecto devastador en el consumo, que representa el 69% de la economía estadounidense, lo que podría provocar una desaceleración económica más pronunciada, ya que también la inversión privada podría contraerse debido al encarecimiento del crédito de cara al futuro. Una desaceleración de la economía por aplicar una política económica errónea va a afectar a los más vulnerables de la sociedad.
Contextualizando esta situación, la solución a esta crisis no es aplicando la política monetaria tradicional de subir los tipos de interés, sino atacar el problema estructural de raíz, resolviendo los problemas de la cadena de suministro y atacando con armas efectivas el poder corporativo y la competencia desleal que acarrea. Recientemente, la administración del presidente Biden, le pidió al Departamento de Agricultura de los Estados Unidos que investigue a las grandes empresas empacadoras de carne que están aumentando los precios y que están pagando salarios de miseria a sus empleados, pero que han más que triplicado sus márgenes de ganancias durante la pandemia. De igual manera, la administración del presidente Biden ha alentado a la Comisión Federal de Comercio (FTC, por sus siglas en inglés) a que investigue las acusaciones que pesan sobre algunas empresas petroleras que están aumentando de manera artificial los precios, a pesar de la baja que venían sufriendo los precios del crudo hace algunas semanas fruto de las medidas anunciadas por el presidente Biden de liberar las reservas estratégicas de gasolina del país para contener el alza de los precios de los combustibles.
Como podemos apreciar una vez más, el aumento generalizado de precios no se debe a factores intrínsicamente monetarios, sino más bien a fallas que imperan en el mercado. Por tal razón, en vez de la Reserva Federal ponerle un freno a la recuperación económica de la economía, y aún más ante la falta de una política fiscal efectiva que pueda soslayar o contener los efectos nocivos de una política monetaria más restrictiva sobre la economía. Lo mejor es atacar el toro por los cuernos e iniciar la aplicación de las leyes y normas antimonopolio para frenar la ambición desmedida de las grandes empresas que perjudican sobremanera el bienestar colectivo.