La pandemia de la COVID-19 sorprendió al mundo y todavía no se tiene información fidedigna sobre el origen de este terrible virus que puso de rodillas a toda la humanidad.

Muchas especulaciones y acusaciones se produjeron entre algunas de las potencias que dominan el planeta "estableciendo" responsabilidades de lo sucedido, pero hasta el momento no sabemos nada al respecto. Nadie está convencido aún de su propagandística campaña comunicacional. Lo real es el virus y sus efectos letales.

En el más terrible confinamiento conocido por la humanidad, en un abrir y cerrar de ojos la tierra se convirtió en una gran cárcel, insólitamente, para ricos y pobres y para adultos y niños.

Las estadísticas de los organismos internacionales en materia de salud indican que la República Dominicana y Cuba fueron de los dos países, en el área de América Latina y el Caribe, que obtuvieron la más baja tasa de mortalidad por efecto de la pandemia.

La República Dominicana tuvo una tasa de fallecimiento de 0.70 y Cuba de 0.77 en la región.

En el caso de República Dominicana, la efectiva y rápida decisión del presidente Luis Abinader para adquirir las vacunas, y el trabajo eficiente del Ministerio de Salud Pública, constituyeron la base del éxito en el enfrentamiento a la pandemia.

Cuba, por otro lado, además de su singular sistema de salud pública, y a pesar del recrudecimiento del bloqueo en plena pandemia y los pocos recursos económicos disponibles, fue capaz de fabricar seis vacunas.

A pesar de la efectividad de las vacunas cubanas utilizadas exitosamente tanto en su propia población, como también en diferentes continentes, los organismos internacionales correspondientes, responsables de la aprobación de dicho medicamento se han mostrado negligentes para su validación.