El Gran Caribe como región incluye a 25 países y más de 300 millones de personas, todas contenidas en un espacio geográfico envidiable desde el punto de vista estratégico. Al centro de este conglomerado de oportunidades se encuentra la República Dominicana.  Siendo la segunda isla en extensión del caribe con poco más de 48 mil kilómetros cuadrados, la República Dominicana cuenta con 1,470 kilómetros de costas bañadas por las aguas tanto del Océano Atlántico en el norte como del Mar Caribe en el sur. Con 16 puertos comerciales, 5 terminales turísticas, 12 terminales especiales y 8 aeropuertos internacionales, el país se encuentra posicionándose para convertirse en el centro logístico y financiero de la región.

Siendo la tercera economía del Gran Caribe, solo detrás de México y Colombia, la República Dominicana cuenta con una serie de oportunidades y desafíos en el corto y mediano plazo, para lograr alcanzar la primacía en la región. Luego de los eventos colaterales a la reconfiguración geoestratégica que fueron desatados tanto por el COVID-19 como por la invasión rusa a Ucrania, el flujo de capitales e inversiones se encuentra enfocado a un reposicionamiento a costas más cercanas a sus puntos de destino y procedencia, aumentando el valor estratégico de las regiones inmediatas de potencias económicas como lo son los Estados Unidos.

Es en este marco, de reconfiguración de prioridades y de enfoques de inversión, que la República Dominicana cuenta con la oportunidad de capitalizar sobre una visión estratégica del fortalecimiento y la promoción de las vías comerciales de la región del Gran Caribe, para poder satisfacer las demandas de los países aliados. Pero para esto, debe de enfrentar los retos y desafíos a los que se enfrenta, al igual que potencializar las oportunidades que le asisten.

Entre los retos a los que se enfrenta la República Dominicana para posicionarse como centro logístico y financiero de la región, el país debe de capitalizar sobre el know how adquirido en los últimos años, apostando de manera decidida por el crecimiento de los sectores que han iniciado el camino de la transformación estructural para dar el salto cualitativo que les permita trasladar la actividad económica de sectores de baja productividad a sectores de alta productividad, como lo son la manufactura de artículos electrónicos,  maquinarias, piezas de vehículos entre otros.

Así mismo el país se tiene que avocar a una revolución educativa técnica. Como centro logístico de la región, se deben de fomentar y promover las capacidades técnicas de los dominicanos, desarrolladas no solo alrededor de la adquisición de habilitades duras, sino también de las habilidades blandas que les permitirán transferir conocimientos de manera transversal y resolver problemas en diferentes medidas. Esto permitirá que la población laboral pueda desarrollarse y adaptarse a los cambios que traerá el nivel de especialización que demandan los sectores de alta productividad. Los liceos técnicos serán integrales para este próximo salto cualitativo que permitirá que República Dominicana pase a convertirse en un país productor de bienes de mayor complejidad. Pero para que esta revolución educativa técnica pueda tener éxito, debe de asumirse el reto de transformación estructural desde todos los sectores del país, no solo como competencia de un solo ministerio.

Otro de los retos con los que se enfrenta el país es el tradicional tribalismo de las naciones latinoamericanas y caribeñas, las cuales se ven complicadas por las desordenadas posiciones ideológicas que plagan a una región que durante décadas ha desperdiciado épocas de crecimiento histórico persiguiendo a líderes caudillistas que prometen soluciones simples a problemas complejos como cortina de humo para satisfacer sus egos autoritarios y beneficiar a los sicofantes que le hacen la corte. Por esto, la República Dominicana debe de promover el estrechamiento y el fortalecimiento no solo de los lazos intergubernamentales, sino también entre los ciudadanos de los países de la región. Fomentando la integración a nivel técnico, la fácil transferencia de capital y abriendo las oportunidades para que la inversión pueda fluir de manera multilateral.  El país debe de trabajar para el fortalecimiento de una estructura regional que garantice el desarrollo continuo y sostenido de la región, al mismo tiempo en que mueve el centro, no solo logístico si no también financiero, hacia la República Dominicana.

Entre las oportunidades con las que cuenta el país, más allá de las puramente geográficas, cuentan la participación, en diferentes niveles, en los organismos de asociación e integración de la región. Aun cuando la funcionalidad de alguno de estos puede ser ponderada, lo importante es que su existencia sirve como punto de partida para una reestructuración que permita trabajar para el fortalecimiento y la propagación de las líneas de comercialización que unen a la región.

República Dominicana como país cuenta, con una estabilidad política y social que se erige como ejemplo para toda la región. Es gracias a esta estabilidad, y a la relación especial que históricamente ha tenido con los Estados Unidos, que el país se ha convertido en residencia de más de 300 mil estadounidenses y es hoy uno de los destinos preferidos para el nearshoring, o el reposicionamiento de empresas manufactureras desde otras latitudes hacia territorio dominicano. Se suma a esta ventaja el que en los Estados Unidos de América residen más de un millón de dominicanos, los cuales contribuyen de manera directa, e indirecta, al crecimiento de la República Dominicana por medio de remesas e inversión. Esto demuestra la importancia que tienen las comunidades dominicanas en el exterior, y la fuerza que pueden tener a la hora de mantenerlas vinculadas a su país de origen, sirviendo como enlaces entre posibles oportunidades de inversión y comercio.

De continuar la República Dominicana en el camino de la transformación para convertirse en centro logístico de la región, debe de asumir el liderazgo a la hora de promover la inversión de capital dominicano en los países de la región, estableciendo los vínculos comerciales necesarios y las relaciones consulares y diplomáticas de lugar, para garantizar el libre flujo de capitales en la región y la protección de los intereses que esto genera. De igual manera se deben de fomentar el aumento de las exportaciones hacia los países de la región del Gran Caribe, las cuales en la actualidad se encuentran por debajo de los 500 millones de dólares al año, aprovechando las vías ya establecidas de comercialización y creando aquellas nuevas que así sean necesarias.

El futuro económico e industrial de la República Dominicana se encuentra en el Gran Caribe y es hacia él se debe mirar, promoviendo el acercamiento, la integración, el libre flujo de capital y potenciando la importación y exportación. Solo por medio de la promoción del libre comercio, la democracia, la integración y la inversión entre los países de la región se podrá garantizar que, al asentarse la reconfiguración geoestratégica que está sufriendo el Sistema Internacional, la República Dominicana se encuentre en la mejor posición para ser no solo el centro logístico de la región, sino también el centro político y financiero del Gran Caribe.