Se espera que dentro de los próximos diez años la República Dominicana pase a convertirse en un país de altos ingresos, creciendo más de un 60% en ese mismo período. Esto como directa consecuencia del dinamismo de su economía, el crecimiento y fortalecimiento de su tejido productivo y la consecuente tecnificación de su población. Pero esto solo será posible si el país continúa construyendo sobre las bases de la estabilidad política de la que disfruta hoy en día, si sigue siendo recipiente del alto nivel de confianza de que goza entre los inversionistas, locales y extranjeros, y si es capaz de continuar con la actual visión de trabajar para el aumento de la calidad de vida de todos los dominicanos.

Tan solo en el 2022 la República Dominicana recibió la mayor cantidad de inversión extranjera directa en su historia, superando los 4 mil millones de dólares. De igual manera experimentó un aumento de las exportaciones, los empleos en las Zonas Francas, el acceso al crédito por parte de las Mipymes, las reservas internacionales en dólares y la eficiencia del manejo aduanal. Así mismo tuvo una reducción de la informalidad, el desempleo y la pobreza. Estos y otros hitos solo han sido posibles bajo la visión modernizadora del presidente Abinader, quien ha establecido como meta clara y tangible la transformación de la República Dominicana en el hub logístico de la región.

Pero es importante recordar, que todos estos avances han sido logrados dentro de uno de los períodos más turbulentos que ha conocido el sistema económico internacional. Turbulencias que iniciaron como consecuencia de las tergiversaciones en las líneas de producción y suministro, surgidas a raíz de la pandemia causada por el Covid-19. Pero lo que la resiliencia humana pudo superar, la ambición determinó que debía de desbaratar. Así fue como, justo cuando el mundo se preparaba para clamar victoria sobre los efectos económicos de la pandemia, todo el sistema se vio una vez más trastocad debido a las aspiraciones irredentistas de Vladimir Putin y los efectos que su invasión a Ucrania han causado en los diferentes niveles de los mercados internacionales.

Es en este contexto, el de crecimiento y estabilidad en un mar turbulento, que el país necesita comenzar a verse a sí mismo como un actor de importancia y relevancia en el Sistema Internacional. La República Dominicana, como potencia regional, debe de definir un ethos que vaya acorde a la posición en la cual quiere verse en el futuro cercano.

Para esto, se deben de abandonar los ideales pasivos que, junto con arcaicos complejos coloniales, no son más que residuos de épocas ya superadas. Épocas oscuras durante las cuales la mentalidad imperante fue la de entender al Estado como un premio, cuyo propósito era la satisfacción del ego del “líder” y de sus sátrapas de turno. Se hace imperativo, por tanto, el continuar construyendo la visión inaugurada en agosto de 2020, de un Estado que se constituye como herramienta para empoderar al ciudadano, ayudarle a desarrollar sus aspiraciones y concretizar los ideales que componen a la nación.

Considerando esto, en las próximas semanas estaremos analizando los componentes más apremiantes de este esquema de redefinición de prioridades en el contexto de la geopolítica. En primer lugar, hablaremos de la prioridad número uno de la República Dominicana, Haití. Hablaremos de cómo la existencia de un Estado fallido en la isla se constituye en la principal amenaza para la estabilidad y el desarrollo de nuestra república. En segundo lugar, continuaremos con el papel de la República Dominicana en la región del Gran Caribe, las oportunidades con que cuenta y los desafíos a los cuales se ve expuesta. Por último, trataremos el tema de las relaciones internacionales, el papel de la República Dominicana como pivote de la democracia y la libertad en Latinoamérica; el futuro de las relaciones con los Estados Unidos y los peligros que representan para la libertad y la democracia la injerencia de potencias ajenas a nuestros ideales fundacionales.

La idea detrás de este ejercicio, académico en espíritu y naturaleza, es abrir el debate sobre la inescapable realidad de que República Dominicana está destinada a convertirse en un actor de marcada importancia en la región. Por esto, debe de capitalizar el momento histórico en el cual se encuentra y convertirse en el aliado de la región de mayor importancia en materia de comercio, inversión, seguridad y promoción de los principios y valores de la libertad y la democracia.