La discusión en torno a la reforma fiscal en la República Dominicana ha generado un amplio debate, y con razón. Estamos ante un momento crucial que determinará la estabilidad económica y el desarrollo del país en los próximos años. Sin embargo, es evidente que la propuesta inicial del gobierno, aunque bien intencionada, no se adapta por completo a la realidad y capacidades de la mayoría de los sectores productivos.

Cada sector económico tiene características únicas, ritmos de crecimiento y desafíos específicos. Desde la agroindustria hasta las micro, pequeñas y medianas empresas (Mipymes), pasando por los grandes conglomerados, todos enfrentan diferentes contextos que condicionan su capacidad de asumir nuevas cargas fiscales. A pesar de los esfuerzos del gobierno por estructurar una propuesta amplia, algunos puntos pueden resultar inviables para ciertos sectores, lo que podría afectar su sostenibilidad y, en consecuencia, la estabilidad del empleo y la inversión.

Es imprescindible que cada sector formule sus propias propuestas. Estas deben basarse en sus realidades, sus posibilidades y el impacto que podrían asumir de manera responsable. No se trata de evadir obligaciones, sino de construir un modelo fiscal equilibrado, donde cada actor económico pueda contribuir sin comprometer su funcionamiento.

El camino hacia una reforma exitosa pasa necesariamente por el diálogo y la colaboración. La transparencia en las negociaciones y la disposición a ajustar las propuestas son fundamentales. El Estado debe facilitar espacios de participación real, escuchando con atención las inquietudes de cada sector y entendiendo que una solución homogénea no es adecuada para todos.

Una reforma diseñada de manera inclusiva, donde el peso fiscal se distribuya de forma justa y progresiva, es la clave para un desarrollo sostenido. Si logramos que cada sector aporte en función de lo que realmente puede, evitaremos que esta reforma se convierta en un freno para la economía y, en su lugar, será el impulso necesario para una mayor eficiencia y crecimiento.

En definitiva, esta es una oportunidad para que el país avance hacia un pacto fiscal justo y sostenible, pero solo será posible si construimos la reforma entre todos. Tal como se ha visto este no es el momento de imponer medidas unilaterales; es el momento de dialogar, ajustar y encontrar puntos de encuentro. Solo así lograremos una reforma que garantice el bienestar de todos sin poner en riesgo la salud de nuestros sectores productivos.