La última reforma fiscal aprobada a finales del 2012 suponía un aumento en los ingresos de unos 37 mil millones, especialmente a través del incremento del ITBIs del 16% al 18% y de la eliminación de exenciones a varios productos.
Sin embargo, algunos impuestos no fueron aplicados, como el de las placas de acuerdo con el valor del vehículo con lo que se redujeron las estimaciones de ingresos en unos 4 mil millones.
La reforma no contempló un ajuste en el gasto (reforma integral) por lo que el dispendio gubernamental y la corrupción siguieron a la orden del día. Tampoco las recaudaciones alcanzaron lo que se esperaba. Fue una reforma fiscal mutilada, mediatizada e insuficiente.
10 años después seguimos sufriendo los efectos de una política fiscal totalmente divorciada de la realidad económica dominicana. Ocupamos el tercer lugar en toda la ALC con la presión fiscal más baja, rondando el 16%.
El mejor momento para realizar una reforma fiscal integral fue entre los años 2016 y 2018, después de la reelección de Danilo Medina cuando la economía crece sobre su potencial y la inflación se ubicaba en el rango meta (1%-4%).
Pero no se hizo. Llegó el 2019 y siendo un año preelectoral a nadie se le ocurriría hablar de reforma fiscal. En el 2020 llegaron las traumatizadas elecciones donde ganó el PRM y Luis Abinader fue electo como presidente de la República.
De no ser por la pandemia de la COVID, que apareció en marzo del 2020, y con un nuevo gobierno en agosto, el momento era ideal para hacer la reforma, pero el país entró en una parálisis general donde todos los indicadores económicos se fueron a pique.
El 2021 termino con una gran recuperación de la economía cerrando el año con un crecimiento de 12.3% aunque la inflación se situaba en 8.50%. La pandemia fue controlada exitosamente, pero seguía en el ambiente.
Controlada la inflación en los primeros meses del 2022 era posible finalmente introducir al Congreso la reforma fiscal a partir de junio ya que el gobierno estaba dando pasos gigantescos para mejorar la calidad del gasto público, una de las exigencias de los que propugnaban una reforma integral (ingresos y gastos con un tope al endeudamiento).
Pero la invasión de Rusia a Ucrania a finales de febrero del 2022 lo jodió todo a perder y la inflación se disparo en todo el mundo. Los gobiernos que intentaron hacer reformas fiscales, o se derrumbaron o generaron grandes movimientos sociales de protestas.
Ahora entramos en el 2023, un año preelectoral y donde hay serias amenazas de una recesión mundial por lo que no es posible hablar de reforma fiscal. Después el 2024, cuando habrá elecciones congresionales, municipales y presidenciales, donde el tema fiscal no tiene cabida en la agenda económica hasta después de agosto.
Y debemos advertir dos cosas importantes: las reformas fiscales se presentan en dos escenarios, que son:
- Cuando vienen impuesta desde afuera y se convierten en una pesadilla.
- Cuando son decisiones internas donde se puede buscar consenso y evitar un mínimo efecto en los sectores pobres. Mas bien son esos sectores pobres los que se beneficiarían con la reforma fiscal a través de una mejor distribución del ingreso.
Hay miles de empresas y de dominicanos que ganan demasiado dinero y no pagan los impuestos que les corresponde. Y la evasión y las exenciones fiscales es otro cáncer de la sociedad dominicana.
Una vez la inflación se acerque al rango meta y pasen las elecciones del 2024, el punto de agenda más importante para garantizar la estabilidad macroeconómica del país es el tema fiscal.
Si eso no lo comprenden los sectores de poder, los empresarios, las organizaciones gremiales y profesionales y el pueblo en general, entraremos en la fase en que es muy posible que esa reforma sea impuesta desde el exterior y me refiero al FMI específicamente.
Las ayudas sociales seguirán aumentando, la inversión pública debe incrementarse sustancialmente y la salud requiere urgentemente un presupuesto equivalente al 3% del PIB. Pero con ingresos fiscales pírricos nada de esto es posible. Los ricos se hará mas ricos y los pobres mas pobres.