Era previsible que el Gobierno reculara luego de la alharaca expresada en una innecesaria demostración de fuerza que respondió a una torpe estrategia reeleccionista que no tuvo interés en la vía diplomática. De ahí el espectáculo, la exageración del conflicto y la pretensión de instalar en el imaginario social un peligro inminente para nuestro país, que sería frenado por las acciones heroicas del que procura detener su caída en las preferencias del electorado, para colar una reelección que se hunde en la medida que los índices económicos se desploman, la inseguridad ciudadana se acentúa, los servicios públicos se deterioran y la oposición comienza un proceso de concertación que amenaza sus planes.
Se hunde porque el control de la inflación no se traduce en disminución de los precios, pues estos no bajan como quieren hacerle creer a la población. Lo que ocurre es que la velocidad en el incremento de los precios de los productos y los servicios disminuye a causa de las medidas de corte monetario que encarece el dinero, pero el alza continúa en ascenso como se comprueba en los colmados, supermercados y en las instituciones que prestan servicios. Se hunde porque las proyecciones de crecimiento de la economía se deshacen, ya que de unas expectativas de crecimiento del PIB de alrededor de un 5 por ciento, sólo llegará a un 2 %. Este drama singular que combina contracción económica con alta inflación es un cuadro propio de los gobiernos gestionados por los que hoy están a cargo de la administración pública, que arrastran la impronta de romper con el ritmo histórico de crecimiento económico del país, colocado entre un 5 y 7 %.
Se hunde porque el endeudamiento es tan escandaloso que el ciudadano de a pie, ya acostumbrado a un simple clic para acceder a informaciones que antes podían ser privilegiadas, sabe que el escándalo tiene un número escalofriante que compromete el bolsillo de las presentes y futuras generaciones: ¡23 millones de pesos diarios! Una inmensa fortuna que se esfuma en gasto corriente, quedando en el olvido las obras de impacto económico. Lo peor es que el endeudamiento continuará, pues como ha informado el propio gobierno, las expectativas de las recaudaciones se desploman, mientras el gasto se coloca por encima de ellas.
Tratando de no hundirse quedó entrampado en las torpezas del plan reeleccionista que frenó un intercambio comercial que supera los mil millones de dólares al año, unificó al pueblo haitiano y puso a la Comunidad Internacional a mirar hacia sus erráticas medidas, y ahora busca salir del enredo en que se ha metido, convocando a una oposición que no tomó en cuenta a la hora de poner freno a la afrenta haitiana de desviar las aguas del río Dajabón.
La recurrencia en instrumentalizar la cuestión haitiana no le ha resultado ni le va a resultar, porque los opositores no son un grupo de niños exploradores ni el asunto de la defensa a la soberanía y la integridad de nuestro territorio es un juego electorero. Con farsas o pantomimas no se pueden relajar los asuntos de soberanía. Así pues, echado por tierra el plan reeleccionista, es hora de asumir el conflicto con seriedad, y tomar las vías diplomáticas para no volver a hacer el ridículo ante los ojos del mundo y del incómodo vecino que se ríe de las novatadas de un equipo que, como vemos, en 3 años de gestión no ha aprendido a gobernar.