La pasada Feria Internacional del Libro 2023, en la República Dominicana, coincidió con la exposición “Nuevas Anatomías” de la Trigésima Bienal Nacional de Artes Visuales dedicada al artista plástico Jorge Pineda en el Museo de Arte Moderno, ha causado escándalos, controversias, pudor en contra de la instalación de “el Maniquí de una adolescente embarazada con un uniforme escolar”.
Esta obra del fenecido Jorge Pineda data del 2014, con la intención de reflejar una realidad social presente en las estadísticas dominicana, sin embargo, hoy la quieren convertir en una antípoda de la realidad del país, provocando diversas opiniones en las redes, en las guaguas, en el metro, en las calles, en los hogares, en los medios de comunicación, en fin, en múltiples sectores de la sociedad dominicana, opacando un poco las demás obras expuestas y la brillante trayectoria del autor producto del morbo causado.
Jorge Pineda fue un artista que traspasó fronteras, “participó en las Bienales de Venecia, de La Habana, de Lima y de Cuenca. Sus obras han sido expuestas en galerías y museos de todo el mundo y forman parte de importantes pinacotecas, como las del Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (MUSAC). Su arte fue internacional, pero siempre vivió y trabajó en Santo Domingo”.
Es curioso como una gran parte de la población se deja influenciar o pone a flote una hipocresía que causa ceguera ficticia y voluntaria para mirar al otro lado, sin remordimiento cuando le pasa por el frente una niña adolescente embarazada o con otro bebe en sus brazos.
¡Esa verdad no le escandaliza, el embarazo en un maniquí, sí!
Debemos poner los pies en la tierra y recordar que República Dominicana es “líder” encabezando las listas de embarazos en adolescentes en América Latina y el Caribe, ocupa el puesto 26 del mundo, según el Banco Mundial. Solo en 2019 se registraron 27,734 partos de adolescentes en el país, según los datos del Servicio Nacional de Salud y más del 55 por ciento de las madres adolescentes pertenece al grupo socioeconómico familiar más empobrecido, rompe con su ciclo escolar y se eleva la deserción de las aulas. Luego del parto, aunque pertenezcan a una clase media o alta también abandonan los estudios, o se retrasan sus planes de vida académica.
Estos elementos si deberían ser verdaderos motivos de preocupación para buscar y encontrar solución a la calamidad por las que están pasando tantas niñas, muchas son embarazadas por adultos, otras víctimas de violaciones y de incesto.
Es admirable la visión que tuvo Jorge Pineda al realizar esta instalación y presentarla, con el fin de poner en evidencia las agresiones sexuales hacia las niñas adolescentes y jóvenes, con secuela en su integridad física, moral y los problemas de salud mental que conlleva en sus vidas.
Esta realidad son simples números, estadísticas en las oficinas estatales que se suponen obligaría a la inversión de recursos económicos y políticas sanitarias y educativas que nunca llegan a los sectores populares.
Según estadísticas de los hospitales del país, en lo que va del año 2023 se han registrado unos 36 mil partos de adolescentes y el Ministerio de Educación publicó que habían 1,154 “mujeres” embarazadas, de las cuales habían 112 eran víctima de violación y 26 de incesto (que también son violaciones). ¿Qué está haciendo el gobierno con estos datos? ¿Qué está pasando con esos violadores que están en las casas de muchas de esas víctimas?
Esta información que ofrecen las autoridades sí que deberían provocar un verdadero alzamiento del pueblo, mucho mayor que el alboroto provocado por un maniquí embarazada con un uniforme escolar.
Por muchos años hemos visto como el estigma solo afecta a las niñas. Son discriminadas en la escuela: obligadas a dejar las aulas o cambiar de horarios. Según algunos directores y profesores, “por miedo a que sirvan de mal ejemplo a otras niñas” y se multiplique los casos. Algunos maridos se oponen a que continúen estudiando y en ocasiones hasta la mudan del lugar.
Una hipocresía que demanda visibilizar la actividad sexual precoz, las convierte en la “vergüenza de la familia y la escuela”.
Siempre, las “soluciones” que encuentra “la sociedad revictimiza, perjudican a las adolescentes embarazadas y paridas”. No aceptar la realidad social y la actitud negativa forma parte del castigo y reprobación individualizando un fenómeno social que vive el pueblo.
La negación y la hipocresía no dejan dar pasos para discurrir y reflexionar sobre las determinantes históricas y culturales que influyen en este fenómeno y se evaden las responsabilidades sociales del Estado y el liderazgo que gobierna.
Es urgente, dentro de esas responsabilidades sociales colectivas:
1). Iniciar ya con un sistema de educación sexual y reproductiva (conocimiento de sus cuerpos), como parte de unas políticas públicas de prevención a embarazos en adolescentes.
2). Promover políticas de permanencia de madres adolescentes en los centros educativos.
3). Establecimiento de estancias infantiles y salas de lactancia materna para que puedan seguir estudiando.
4). Trabajar para que sea realidad la prohibición de las uniones temprana (matrimonio infantil).
5). Promover junto a los varones nuevas formas de masculinidad responsable, desmontando estereotipos y prejuicios.
6). Hacer justicia ante los miles de casos de incesto que viven los niños y las niñas del país de forma impune.