Rafael Martínez Gallardo, propietario de la reconocida emisora musical capitalina Radio-Radio, la del eslogan “Conozca la única región del país donde siempre es primavera, visite Jarabacoa”, me planteó que especializáramos algunas horas de la programación con “la radio hablada” (diálogo sobre temas de actualidad socioeconómica y política).
Yo era locutor de los programas Recuerdos del Club del Clan, Sábado Viejo, El Mundo de la Infancia (ganador de El Dorado, Micrófono de Oro, medalla de El Gordo de la Semana), Tangos Inolvidables, La Historia de los Éxitos y otros de gran impacto en la audiencia. El experimento comenzó a las diez de la noche, de lunes a viernes, y luego en la tarde. Ocurría a mediados de los 80 del siglo pasado.
El argumento del empresario y locutor era que el medio se hacía incosteable, por la factura eléctrica, el encarecimiento de los equipos y la nómina fija.
Explicaba que la mayoría de las publicitarias no distribuía el pastel de anuncios conforme la calidad de los contenidos y la credibilidad entre los públicos, sino en función de relaciones primarias y arreglos económicos con ejecutivos de emisoras con programaciones orientadas a “Hit Parade” (repetición de los mismos temas 24 horas, previamente pagados) y animación extravagante de disc-jockeys.
Decía más en tono de lamento:
“Y cuando te asignan un anuncio, es por unos cheles, y hay que dar muchas vueltas para cobrarlo, aunque las empresas anunciantes hayan pagado por adelantado”.
Martínez Gallardo era un tipo psicorígido con sus estaciones Radio-Radio, en AM, y Audio 94, esta última, una FM especializada en música “culta”.
La entrada a la discoteca de los temas en 45 RPM y 33RPM debía estar precedida de una audición estricta en el estudio de grabación. Debían pasar la prueba de óptima calidad en el sonido y, en cuanto al contenido, nada atentatorio contra la moral y buenas costumbre de la sociedad.
La limpieza de pisos, paredes, cristales y escritorios era innegociable. Y los locutores debían ser locutores de verdad (buena voz, buena dicción, buena entonación, nada de estridencia y respeto por las normas de la empresa y por los oyentes).
La plantilla de ese momento estaba integrada por: Samuel Rollins, Rafael Tavárez, Pedro Báez, Alberto Tamárez, Pablo Aybar Tamárez, Tomy Melo, Altagracia Molina, Tomás Taveras, José Francisco Arias, Tony Pérez y Jesús Rivera, director.
Tenía claro el rol constructivo que debía desempeñar en su medio Promotor gratuito del desarrollo turístico de Jarabacoa, en aquel tiempo ya preveía los avances de hoy en ese municipio cibaeño de la provincia La Vega, aunque en el otoño de su vida no haya recibido un merecido homenaje.
El experimento con “la radio hablada” sería el último intento de don Rafael para mantener en el aire su prenda más querida. Concomitantemente, el versátil locutor José Francisco Núñez avanzaba con igual propuesta por Radio Comercial.
Por aquellos días, me habían llamado para ofertarme leer noticias en Radio Mil Informando, donde los locutores eran exclusivos. Yo debía marchar, por mi futuro y en contra de su voluntad.
La última vez que hablamos en su oficina, don Martínez me comunicó que podía llamar a Manuel María Pimentel, el dueño de Radio Mil, para solicitarle que fuese flexible y me permitiese trabajar en las dos estaciones. “Quiero que te quedes aquí, también”, musitó. Pero le convencí sobre la imposibilidad de su deseo, en vista de lo absorbente del compromiso contraído con la otra empresa.
Luego me enteré que Radio-Radio, 1,300 Kilociclos, en el Conde esquina 19 de Marzo, había sido arrendada a una congregación cristiana, que de inmediato cambió la programación por una religiosa. A Martínez Gallardo le sigo en Facebook. Está vivo para contar la historia.
LA EXPLOSIÓN
Radio Mil Informando, Noticiario Popular y Noti Tiempo, iconos de la radio noticiosa, siguieron con su reinado hasta casi finales del año 2000, pese a los altibajos económicos, pero colapsaron con la grave crisis financiera de 2003-2004, durante el gobierno de Hipólito Mejía, y no han sido relanzadas por los nuevos dueños. https://acento.com.do/2016/opinion/8372550-la-crisis-del-2003-2004-modelo-acumulacion/.
La emisora Z-101 aprovechaba el nicho descuidado y se posicionaba entre los oyentes con un programa de comentarios basado en el conflicto entre sus conductores: El Gobierno de la Mañana.
El impacto fue tal que su estilo fue reproducido al dedillo, de manera acrítica, en otras emisoras y canales de televisión de la capital y provincias del país, mientras la radio informativa era sepultada sin medir las consecuencias letales para la preservación de la identidad de las comunidades y el derecho de la sociedad a ser informada con veracidad. La información es vital para la toma de decisiones. Una persona no informada es pasible de que otros tomen decisiones por ella, porque está enajenada.
A la vuelta de los años, esas propuestas radiofónicas de opinión y simulaciones de discusiones muestran signos de cansancio. Se nota un vacío. Estamos ante la emergencia de un nuevo paradigma en el quehacer radiofónico dominicano. Los radiodifusores deberían pensar en la crisis en cierne y refundar la radio informativa como contrapeso de la opinativa. Ganarían ellos, también la sociedad.