Nunca como hasta ahora una reforma fiscal ha despertado y causado tantas inquietudes, preocupaciones, rubor y opiniones a favor y en contra, como la que por diferentes razones y circunstancias económicas, políticas y sociales, tendrá que someter al congreso nacional urgentemente el señor Presidente de la República Luis Abinader Corona, la cual ya no puede posponer ni postergar, consciente de las tensiones sociales y del alto costo político que esta pueda ocasionar a su gestión..

De ahí que los presidentes de América Latina, por tradición toman estas difíciles y complicadas decisiones fiscales al inicio de un periodo gubernamental para que los distintos sectores sociales, sobre todo los que saldrán más afectados, la vayan asimilando durante todo el periodo de gobierno, siempre acompañadas de algunas medidas que alivien o flexibilicen las presiones fiscales a las que son sometidos. Es como propinarle a alguien una paliza a alguien para luego curarlo poco a poco hasta lograr que se le olvide dicha paliza.

Esto es así porque ya han pasado más de treinta años que se produjo la última, aunque se han aplicado varios parches temporales para tratar de sanear una economía que viene padeciendo desde hace muchos años graves quebrantos de salud, pero que ya requiere ser sometida urgentemente a una unidad de cuidados intensivos (UCI), fruto del despilfarro económico, del derroche, del dispendio de los recursos públicos y de la corrupción administrativa.

La presente gestión ha endeudado y continúa endeudando al país sin ningún criterio económico pues la misma ha sido mayoritariamente para pagar los intereses de la deuda contraída, para gastos corrientes (sueldos, publicidad, subsidios, pensiones, etc), es decir, nunca para gastos de capital, generar inversiones ni riquezas. Estas son las cosas que hay que corregir con una próxima reforma fiscal integral, es decir, mejorar el gasto público.

Pero esta reforma fiscal no debe hacerse a la carrera aprovechando la absoluta mayoría que se tendrá en ambas cámaras legislativas; hay que tomarse el tiempo necesario, ser prudente al momento de ser aprobada, no debe ser excluyente, hay que tomar en cuenta a todos los sectores políticos, económicos y sociales del país, pues esta implica la revisión de la estructura tributaria completa del país, así como la modificación de otras leyes importantes, como la Ley de la Seguridad Social, no debe ser solamente para crear más fuentes de ingresos (más impuestos), esta debe ser justa e integral.

Esta reforma no debe enfocarse únicamente como siempre ha sucedido a buscar y crear nuevas fuentes de ingresos, también deberá corregir todas aquellas distorsiones e irregularidades existentes en nuestro sistema tributario que afectan a los sectores sociales más desposeídos, a los que más necesitan que dicha reforma los proteja, que no los siga golpeando con más impuestos.

A la clase media y a los sectores sociales de bajos ingresos les causa mucha indignación y desaliento cuando observan la gran evasión existente en el país (45 %) admitido por la Dirección General de Impuestos Internos (DGII), la cantidad de exenciones, exoneraciones y subsidio a sectores poderosos como Zona Franca, Turismo, generadores Eléctricos, transporte, que ya no tienen razón de ser mientras a los primero se les pone a pagar impuestos; estos aunque quisieran, no puedan evadir los impuestos.

Según varios economistas expertos en materia de reformas fiscales, la República Dominicana ocupa el tercer lugar en evasión de impuestos de América Latina, somos el tercero más deficiente en el cobro del ITBIS. Tenemos que aprender de los países que han sido eficientes en el cobro de impuestos pues estos no han tenido que hacer una reforma para crear más impuestos, como ha sido el caso nuestro. Hay que tener presente que nuestros gobiernos solo saben crear impuestos, que no les son devueltos en obras y servicios.

Dicha reforma debe desmontar y disminuir aquellos privilegios, incentivos, subsidios y exenciones a sectores económicos poderosos que son irritantes e improcedentes, así como aquellos impuestos que resultan lesivos para los sectores más vulnerables. Esto no tendría sentido si no es para mejorar la calidad del gasto público.

Las reformas fiscales, en gran medida, sólo han contribuido para hacer más ricos a los poderosos y más pobres a los sectores marginados; la misma debe ser muy bien analizada, ponderada, discutida y consensuada por todos los sectores económicos, políticos, sociales.

Nuestro país cuenta con uno de los sistemas fiscales más deficientes, desigual, desproporcionado e injusto de toda el área. Se debe tratar que los sectores de mayores ingresos sean los que más contribuyan al fisco, no los menos pudientes y vulnerables, como siempre ha ocurrido, que son los que más contribuyen con el pago de los impuestos indirectos. Dicha reforma debe crear los mecanismos que eviten la gran evasión en el pago de los impuestos. Ojalá que así sea.