A principios del gobierno de Salvador Jorge Blanco y siendo yo gobernador del Banco Central expuse a varios altos funcionarios del gobierno norteamericano la situación de que el nuestro era el único país latinoamericano cuyo presidente nunca había sido incluido en una visita de Estado a Washington. Estas, a diferencia de reuniones rutinarias entre presidentes en la Oficina Oval, se caracterizan por ocurrir solo dos o tres veces al año, e incluyen una cena en la Casa Blanca; un desfile militar; poner el avión presidencial norteamericano a disposición del presidente invitado para que viaje por Estados Unidos; reuniones con congresistas, etc. Cuando plantee esa idea no estaba seguro de que fuera verdad que éramos el único país latinoamericano que no había recibido esa invitación, aunque los treinta y un años de la dictadura de Trujillo y los ocho de la ocupación norteamericana explican el por qué de eso. Sabía que el presidente Lescot de Haití había participado en una visita de Estado con Roosevelt en 1942.
Para mi agradable sorpresa fuimos informados que el presidente dominicano sería invitado para una visita de Estado en abril de 1984, es decir 20 meses después de su toma de posesión. Durante la misma el presidente Reagan sorpresivamente solicitó al dominicano que en su discurso defendiera su política de apoyar a los “contras” en su lucha armada contra los sandinistas en Nicaragua, asunto que meses después terminaría en el escándalo “Irán-Contra”. El presidente Jorge Blanco se negó argumentando que ya había escrito su discurso que trataba sobre cómo la primera Constitución dominicana estuvo basada en la norteamericana.
Al presidente Jorge Blanco le tocó la “década perdida” durante la cual se paralizaron todos los créditos de la banca privada hacia la región, dieciséis de cuyos países tuvieron que acudir al Fondo Monetario Internacional (FMI), la tasa de interés de Estados Unidos llegó a un 15% y su economía entró en recesión. Como el acuerdo con el FMI implicaba abandonar la paridad de un dólar por un peso, como establecía nuestra Constitución y cada trimestre pasar más productos al mercado libre, o paralelo, lo que implicaba incremento en costos, estaba pendiente el traspaso de los principales productos alimenticios y para evitar esa inflación el gobierno en la visita planteó al presidente Reagan un préstamo de US$100 millones para con esos recursos subsidiar la comida, pero tan solo se prometieron US$15 millones.
La delegación regresó de Washington sin éxitos pues, además, el FMI se negó a modificar el programa. En una reunión en el salón del gabinete el presidente Jorge Blanco le había advertido al presidente Reagan que posiblemente tendrían lugar actos de violencia. En efecto, al anunciarse el traspaso grupos sindicales organizaron tiradera de piedras y quema de neumáticos. La policía nacional después de algunas horas admitió que no podía enfrentar la situación y se tomó la decisión de utilizar a un ejército que, como parte de la guerra fría, había sido entrenado esencialmente para luchar contra guerrillas y este tiró a matar en vez de utilizar gases lacrimógenos contra personas que solo lanzaban piedras. Como resultado de esta “poblada”, y según la prensa dominicana de esos días, murieron varias docenas de civiles, aunque luego y sin pruebas se han citado cifras bastante mayores.
En resumen, que lo que iba a ser una visita triunfal, al regresar la delegación con sus manos vacías en pocos días devino en una tragedia humana.