Introducción

Data de varias décadas que el acucioso historiador Manuel de Jesús Mañón Arredondo, como también lo hicieron varios de sus predecesores en diversas ocasiones, llamaba la atención sobre una recurrente tendencia de determinados autores extranjeros, con frecuencia muy versados en el ámbito de la historia y otras disciplinas de su competencia, quienes al  publicar obras referidas a nuestro pasado, en no pocas ocasiones  consignan datos erróneos e imprecisiones cronológicas, con las cuales, intencionadamente o no, se resta importancia al papel que jugó la Española en los albores de la civilización americana y la importancia de las primeras instituciones culturales, religiosas, políticas y económicas implantadas por  España y que hacen parte de las primicias indiscutidas del Nuevo Mundo.

Un ejemplo de esa preocupante tendencia antes expuesta, la encontramos, por ejemplo, en  el recurrente error de afirmar que la primera universidad del continente americano fue la de San Marcos, en Lima, Perú, creada por Real Cédula de Carlos I, emitida en Valladolid el 12 de mayo de 1551, con las mismas prerrogativas que las de Salamanca,  desconociéndose así la bula “In Apostolatus Culmine” del Papa Paulo III, del 28 de octubre de 1538 que concede esta prerrogativa a nuestra Isla como asiento de la primera Universidad del nuevo Mundo.

Y así, como el precitado, podemos referir otros muchos ejemplos de distorsiones históricas pero referirlos  rebasaría  los modestos alcances de este artículo. Baste, para la ocasión, consignar, de igual manera, el que hace referencia  a la fecha de la primera misa celebrada en América, tema que nos ha parecido oportuno evocar al cumplirse el día 6 de enero próximo el 530 aniversario de tan singular acontecimiento.

Fachada del templo de Las Américas, levantado en La Isabela en ocasión de cumplirse los 500 años de la celebración de la primera misa en el Nuevo Mundo, el 6 de enero de 1494

A este respecto, por ejemplo, hace poco más de cinco décadas, dos destacados autores españoles  publicaron un interesante libro, en el cual se consigna el siguiente dato, a saber:

Es la semana Santa del año 1519. El jueves ha echado anclas en San Juan de Ulúa la flota española que manda don Hernán Cortés. El viernes han saltado a tierra los tripulantes y soldados. Estupefactos, los indios empechados de plumas han observado las maniobras del desembarco, los cañones, los caballos, los blancos teúles de barbas pobladas y armaduras relucientes. Cortés manda levantar un altar, y el padre Olmedo dice la primera misa que se oía en el Continente Americano. ¿No es este uno de esos instantes claves del gran momento español de la Conquista?”.

En otras ocasiones, no han faltado versiones encaminadas a atestiguar que este acontecimiento primigenio de la fe cristiana en América tuvo por escenario a la isla hermana de Puerto Rico.

Ante afirmaciones de esa estirpe, cualquiera con toda corazón podría preguntarse, ¿desconocían los referidos autores que la primera misa oficiada en América, fue la que tuvo lugar en La Isabela, oficiada por el padre Boil o Boyl  el 6 de enero de 1494?

Importante resulta, por tanto, un breve repaso de algunos datos históricos  autores alusivos a tan importante acontecimiento.

El  Dr. José María Asensio, quien fuera hace varias décadas director de la Real Academia de la Historia de Sevilla, en una interesante obra de su autoría, hoy poco conocida, titulada “Cristóbal Colón, su Vida, sus Viajes y sus Descubrimientos”,  Tomo I, págs. 640 y 641 afirmaba a este respecto lo siguiente:

Cerca del lugar donde existió La Navidad, edificó Colón la ciudad de La Isabela, figurando entre sus primeros edificios la Iglesia, la Casa del Gobierno y los Almacenes de la Corona, todos construidos de piedras, siendo las casas de los particulares de un solo piso y construídos de piedra, siendo las casas de los particulares de un solo piso y construidas de madera y barro, techadas de palmas, a la manera de las viviendas de los indios; el día 6 de enero del año 1494, día de Pascua de Reyes, se dijo la primera misa en una capilla provisional”.

Otra fuente histórica de especial relevancia a este respecto, de indiscutida autoridad, lo es fray Bartolomé de Las Casas, fundador, en aquellos momentos primigenios, del Convento de San Pedro Mártir, en 1526, donde comenzó a escribir su “Apologética historia”.

En  su “Historia de Las Indias”, Tomo I, capítulo XXXI, pág. 349, afirmaba el célebre religioso de la Orden de Predicadores : “ Sus Altezas enviaron allá al devoto padre fray Buil, juntamente con otros relijiosos, en el segundo viaje del Almirante, por ser considerado como persona principalísima de la cual los Reyes de España, residentes entonces en Barcelona, tenían muy buenas noticias; yo no lo pude conocer, porque estuvo muy poco tiempo por acá, pero dos religiosos de Sant Francisco, muy notables, que fueron con él me dieron algunos informes relativamente a su persona; el aludido padre Fray Buil llevó, como ya lo había manifestado, poder del Papa por ser muy cumplido en las cosas espirituales y eclesiásticas, pero por su corta permanencia en la Isla no ejerció su oficio ni pareció que lo tenía; que el P. Buil, al intervenir en el asunto de la destrucción de La Navidad, consideró a Guacanagarí cómplice del desastre y opinó que se la castigase con severidad”.

De igual manera, refirió Las Casas que llegó a conocer los ornamentos de carmesí que en ocasión de la primera misa y para las solemnidades litúrgicas en los primeros templos  fueron traídas desde España, uno de los cuales fue regalo de la propia capilla de la Reina Isabel. Estos ornamentos se conservaron por un tiempo como reliquia en La Concepción de La Vega Real.

Por su parte, Pedro Mártir de Anglería al referir el hecho de la primera misa consigna que: “como la premura del tiempo lo permitió, construyeron una capilla y el día que celebramos la solemnidad de los Tres Reyes se cantó la misa, según nuestro rito, con asistencia de trece sacerdotes”.

El padre de la historiografía nacional, José Gabriel García, en el tomo I de su “Historia de Santo Domingo”, al referirse al hecho histórico que nos ocupa afirma: “Cristóbal Colón, en Noviembre del año 1493, a su regreso de su primer viaje a España, y después de haber pasado Puerto Rico donde no estuvo sino de paso, con tres naos de Gavia, catorce carabelas y mil trescientos hombres, en viendo destruida La Navidad, inclusive el fuerte de la misma, edificó en un pintoresco lugar más al Este, la ciudad de La Isabela, primera ciudad del Nuevo Mundo, donde fue dicha la primera misa por el P. Boil, el primer vicario apostólico de América, con grande pompa y solemnidad, el día 6  de Enero del año 1494”.

La sencilla estructura del templo donde fue oficiada la primera misa en el Nuevo Mundo, quedó confirmada por hallazgos arqueológicos posteriores, como fue el caso de los realizados por los expertos Herbert W. Krieger, Carlos García Robiou, René Herrera, Fritot y Francisco Pérez de la Riva, enviados a la Isabela a mediados de 1945 como parte del comité técnico del Patronato Interamericano pro Restauración de La Isabela, misión que estuvo acompañada por los expertos dominicanos Emil Boyrie de Moya y José Antonio Caro Álvarez.

En sus indagaciones los consagrados estudiosos encontraron tejas que fueron parte del techo de la primera iglesia levantada en el nuevo mundo. Demostraron entonces, de igual manera, que en el sitio donde fue edificado el templo existió una ciudad indígena precolombina, como pudieron concluir debido al hallazgo de una gran cantidad de vestigios de cerámica indígena que no provenían de relleno ni de tierra superficial.

2.- ¿Quién ofició la primera misa en América?

Recayó esta honrosa prelación, tal como consignara el padre Las Casas, sobre un humilde como respetable frayle, mínimo de San Francisco de Paula, Fray Bernardo Boyl, nacido en Tarragona, España.

Varios autores han consignado diferentes variantes escriturales de su apellido, entre los que destacan Boil, Boyl, Boyle, Buir  o Bueil, pero entre todas, han prevalecido los de Boil y Boyl, pues nunca se aceptaron, por impropios, ni Buil, ni Bueil, ni Boyle.

Fray Bernardo Boyl, en los albores del descubrimiento, se desempeñaba como sacerdote ermitaño de Monserrate. Respetables autores sostienen que gozaba de “gran reputación y estimación” en la corte española, consignándose que en cierta ocasión los Reyes Católicos le llamaron “Amad nostre fray Boil”, es decir “nuestro amado frayle Boil”, credenciales que debieron ser debidamente sopesadas para designarle como delegado apostólico del Nuevo Mundo y acompañar al Almirante Cristóbal Colón en su segundo viaje, en Septiembre de 1493.

Correspondió al P. Boyl el honor primigenio de construir el primer templo de la española, en la Isabela, el cual dedicó a nuestra Señora de Monserrate. Todo apunta a que en principio mantuvo serias diferencias con Colón, las cuáles fueron posteriormente superadas, lo cual no fue óbice para que hiciera avanzar la predicación y la catequesis en compañía de Fray Ramón Pané, ermitaño de San Gerónimo, primer catequista, etnólogo y antropólogo de América, y el conjunto de los doce sacerdotes que le acompañaron en su misión.

Cumplida su labor en América, se sabe que Fray Bernardo Boyl regresó a España, específicamente al monasterio de benedictinos de San Miguel de Cuxa, en Cataluña, donde el rey le nombró abad.  Allí vio llegar el final de sus días en el año de 1520.

3.- “El templo de Las Américas”, levantado 500 años después en conmemoración del lugar donde se celebró la primera misa en el nuevo mundo

El 6 de enero de 1994, durante el gobierno de Balaguer,  en ocasión de cumplirse los 500 años de la celebración de la primera misa en el Nuevo Mundo, fue erigida en La Isabela una nueva iglesia, de arquitectura colonial simple, alineada con el antiguo templo existente.

Para recordar sus originales dimensiones, se construyó un recuadro de ladrillos y hacen parte de la misma cinco vitrales multicolores del celebrado artista dominicano José Rincón Mora, los cuáles se realizaron con aportes del Arzobispado de Munich, Alemania así como la interpretación de las estaciones del “Vía Crucis”, otra obra de especial valor arquitectónico, original del laureado pintor norteamericano Joseph Dawley.

La misma fue diseñada por el competente arquitecto Cristian Martínez y construida por el Ing. Dino Campagña con la colaboración de los Ingenieros Rafael Pina y Manuel Fernández Peix y la asesoría del Arquitecto Frank Angelo Porcella Baehr.