Inés Aizpún, directora del Diario Libre, en un reciente editorial señala el irrespeto habitual de los partidos para con los ciudadanos ya que, sin el menor recato, aun conscientes del rechazo a esas imposiciones, escogen como candidatos a delincuentes conocidos y a otros señalados por aprovecharse ilícitamente de la política y de sus posiciones.

La editorialista, siempre aguda y relevante, se preocupa por la respuesta habitual que ofrecen nuestros políticos al ser cuestionados sobre tan perniciosa costumbre. La respuesta, que a manera de mantra ofrecen viejos y jóvenes del oficio, es para ella inaceptable: “La política es así”. Afirma, sobrándole razones, que esa justificación, dicha como sentencia irrevocable, puede y debe cambiarse.

He compartido esa preocupación desde siempre a través de mis escritos, puesto que sin consideraciones morales y ética las organizaciones que sustentan la democracia, en algún momento, nos llevarán al desastre del que alerta la periodista. No pueden seguir teniendo los valores a manera de adornos discursivos y promesas coyunturales por mucho tiempo más.

Menciona la Lic. Aizpún, las turbulencias políticas que en la actualidad ocurren en otros países Latinoamericanos, donde por mucho tiempo la política fue “así”.

La expresión “es así” tiene múltiples lecturas, todas negativas. Es desesperanzadora, porque acepta como inevitables defectos, inconductas, incapacidades y delitos de cualquier aspirante; no acepta rectificación, ni remordimiento, ni alternativas; implica una convicción necesaria, imbatible, en la praxis política; parece catastrófica, puesto que de no ser “así” sería imposible el quehacer político entre nosotros.

Contiene, además, una premisa de característica dogmática, aferrada como doctrina en la mentalidad de la clase gobernante. Entre ellos, no es trascendente ni de valor práctico detenerse a considerar valores a la hora de tomar decisiones.

En un sereno y objetivo análisis de esa “regla de oro”, que rige las decisiones de nuestros partidos- esa que lleva a prestamistas, lavadores, abusadores, prevaricadores reincidentes, narcotraficantes, y semianalfabetos a ejercer funciones públicas- es fácil concluir que los principales beneficiarios de “la política es así” son esas organizaciones y sus dirigentes. A la ciudadanía sólo le salpica lodo del camino por donde se busca el poder y sus ventajas.

Fijémonos en lo que ocurre hoy en Argentina (probablemente el país de mejor educación en Latinoamérica). Uno de los argumentos de campaña que utiliza el desaforado extremista, a veces irracional, candidato Javier Milei, contendiente principal en las venideras elecciones de ese país, es llamar a la clase política “La casta”.

El puntero candidato presidencial, achaca toda desgracia económica, política y moral que, paradójicamente, sufre esa rica y culta república a la “casta política”. El desaforado economista, agota todo adjetivo denigrante, maldiciones, calificativos soeces y expresiones descompuestas, cuando a ellos se refiere.

Los argentinos aplauden y vitorean. Están furiosos con quienes lo vienen gobernando. No piensan que si ese hombre llegara a ser presidente probablemente reinará el caos, el extremismo y la irracionalidad. Pero aplauden. Muchos están dispuestos a votar por Milei, con tal de quitarse de encima a quienes por décadas se ocuparon de mal gobernar y robar.

Lo que sucede en Argentina- pocos quieren creerlo- sucederá aquí en el futuro. Tenemos ya una casta política que hace y deshace, quita y pone, habilita y deshabilita a quienes le apetece. Actúan a espaldas del porvenir, del pudor; y de la decencia que todos merecemos.

Creo que la presencia de esa casta, y sus consecuencias desastrosas, es lo que impide dormir tranquila a la directora del Diario Libre. Se desvela, cuando uno de esos políticos contesta sin titubear: “la política es así”.