Lee, busca el mundo y su lenguaje. Busca al otro y lo discute. Lo pre-siente y lo pronuncia. Lo presiente como diálogo. Acepta y reproduce el movimiento del lenguaje. Se trata del poema vivo, del poema que se piensa y es pensado por el otro. La polilla filosófica mira bien su presa: noches y días; silenciosos territorios y nacientes juegos verbales que se ocultan en la dádiva y el hongo. Zeta final. Apocalíptica zeta final. Toda la historia atravesada por una ruta sombría, borracha de papel incólume y perfecta en su relato que es antiguo, moderno y desolado. El paisaje de la letra imita huellas y quebrantos. Cae de bruces. Cae al abismo, a la verdad y a la mentira: Osa mayor y Osa menor. Neptuno y Orión amenazados. La garganta del sabio busca el horizonte; piedra lunar que exige voz que no duda en caer hasta el fondo de manera esquiva. El elemento corta y a la vez solloza, surge como el tacto la rosa solar, la rosa blanca, la rosa oscura, la rosa mística, la rosa negra y primigenia. La rosa impúdica y el círculo son la misma rosa, la misma estela de los sueños, el mismo orbe suspendido que en aquel fragmento atrae a la polilla. La polilla piensa. La polilla filosófica diminuta transgresora entidad pronuncia su verdad en movimiento y cruce de lecturas. Noche en reversión oculta. Llama del sentido y del asombro. Lo piensa de nuevo. Sombra del asombro diluida en el tiempo del origen. Espiga diluida, llama diluida, mente diluida, diluido cuerpo sin fronteras derribadas. Quien escucha no muerde, no cabe en esta fábula; no sale de la hoja ni se pierde en el confuso laberinto. Se llama como todos. Responde al mismo nombre, se niega, dialoga, participa con voz, cuerpo y actitud; se desata, se alumbra en la memoria, se expande en la vigilia. La polilla filosófica es tiempo, es tiempo y guía de la luz. Es átomo de luz y fuente de poder, poder del pergamino secreto de la Atlántida; resiste y no resiste a la vez que clama y no reclama; procede y no procede; se escucha y no pierde su organismo, es filo y es herida retorna como siempre a los orígenes. La negación del círculo busca lo pretérito del logos.
El filósofo que piensa se resiste a la renuncia del mundo. Sale de sí y despierta. Entra en sí y de repente se duerme, aparece y desaparece; palidece, se cierra y se abre de nuevo al centro de las cosas simples y complejas; se abre, se cierra, camina y se detiene… y así no entra al círculo temblando. La vida entra al círculo quema su propio borde, apaga su propio borde, dibuja el triángulo, borra el triángulo, pero callado y ruidoso observa indiferente, cae en el vacío, entra en el vacío. La lucidez. La permanente búsqueda, el doble movimiento; la fuerza inmóvil se derrama y nos derrama siguiendo el testimonio en la pregunta; sigue sin derrame la boca; se rompe la vida en la incertidumbre: la boca une y des-une; la boca espera impaciente, se busca a sí misma; no se busca a sí mismo como cosa-en-sí; se convierte en signo y en metal, líquido, piedra, polvo, y garganta sin garganta. Lo peor ha pasado. Lo peor no se ha pasado aun. La soga aprieta, afloja y entonces el sujeto oculta y entonces el blanco muestra, hiere en la noche, no absorbe tiempos, pero escupe tiempos. Todo es un laboratorio. Y como se dice no todo es un experimento lleno de huellas sin huellas iracundas, entidades serenas, entidades que no alcanzan a decir su propia forma, su propio vuelo turbio, su propio vuelo silencioso. Corazones que brotan de la tierra, se ocultan en la tierra y solo piel y no piel; y solo clavo y no-clavo, acero y barro sumergidos, acero y barro emergidos que cuenta la leyenda oculta la leyenda que dice el precipicio y que calla el precipicio. Vientre abierto y cerrado. Vientre vidrioso irrompible barriga vientre; aquí vientre seminal y allá vientre pobre, sucio, acaudalado y onírico; vientre despierto al sol y pedúnculo solar; ni sol, ni pedúnculo solares; desierto del lenguaje poblados de lenguaje. Allí la cosa, aquí la roca agarra la sustancia suelta, la sustancia-cosa-para-sí. Lo demás es lumbre. Lo demás es día: arteria que allí se precipita allí se retrasa y un nombre dice lo que se retrasa y otro nombre dice lo que muere en soledad; un nombre dice lo que no nace en sociedad, aquello que habita en la noche y en el día asalta, La noche no asalta tinta y territorio. ni marisco, ni marico ni mariquita ni maricón en ritmo… Acústica y lenguaje del silencio, ni lenguaje de sueños y de vulvas que se abren y se cierran; se deshacen se hacen de nuevo y nada, nada y nada. Y todo, todo y todo. Sentido de la vida en movimiento.